Al hijo de Pepeto, el viejo carpintero quien le construyó de madera, Pinocho, la nariz le crecía cada vez que mentía. Su nariz le denunciaba por embustero ante quienes conocían el secreto y la pena impuesta por la hada madrina que le animó de vida.
A Capriles como a Leopoldo López, pareciera que los ojos se les ponen más puyudos cuando cometen actos nada santos o dicen mentiras. De manera que el candidato opositor, se le tiene como a Pinocho, y sus mentiras denuncia cuando los ojos se le desorbitan.
Es falso que anda en sus guarimbas, asunto para el cual pareciera tener mucha adicción, porque el CNE no cuenta uno a uno los votos, petición que de paso hasta ahorita no ha hecho, sino que eso forma parte de un plan que ya estaba montado de antemano.
La derecha, como el chavismo, fue sorprendida por los resultados. Hasta los encuestadores, quienes ante habían acertado, han mostrado su asombro y Schemel, intenta una explicación que en principio pareciera como esotérica. De manera que ese asombro, no le permitió hilvanar una estrategia más inteligente y de mayor alcance, sin perder la paciencia ni adelantar los tiempos, sino que se lanzó por la calle del medio con el proyecto previo, el de desconocer los resultados, sin importar el tamaño de la brecha.
El desespero es tal que desconocen la opinión de su representante en el CNE, todos los observadores y escrutadores del sistema electoral, hasta los de ellos mismos, y piden algo que no tiene ningún fundamento serio.
El sistema electoral, ordena escrutar una muestra que es por demás gigantesca, como la del 54 %, y aun así, a los opositores no les parece suficiente; tampoco lo será si se llegara a revisar el 100% de las cajas. Porque en sustancia, eso no les importa para nada. Si, se hace una revisión del total de las cajas y se confirma el resultado, como lo garantiza Vicente Díaz, tendrá otra excusa para hacer lo que hacen. Y esto incluye dos cosas, echar sombra de ilegalidad sobre el gobierno de Venezuela, desacreditar y hasta desautorizar al CNE para efectos posteriores.
Pero a todo eso y volviendo a lo que anuncia nuestro título, debo reconocer que por primera vez, desde los días del 2002, Capriles no evade su responsabilidad. Esta vez, quizás sin quererlo, o por un arranque de arrechera como el mismo confesó, dijo una verdad y asumió su responsabilidad ante un acontecimiento trascendente como el “guarimbeo” actual y la muerte de siete ciudadanos y 63 heridos, todos ellos chavistas.
Al tomar la palabra en su canal preferido y a su “abnegada” disposición, para anunciar la suspensión de la marcha al CNE, quizás aconsejado por alguien que no ha perdido la sensatez, dijo:
No vayamos a esa marcha, “pero paguemos nuestra arrechera con las cacerolas y no con nuestros hermanos venezolanos”.
Ese parte de su discurso, en el cual dice que no deben pagar su “arrechera” con los hermanos venezolanos, hizo un reconocimiento, al cual no se atrevieron los diputados en la Asamblea Nacional esta tarde, que las víctimas, muertos y heridos chavistas, era responsabilidad del accionar de la gente que comanda como figura principal opositora y en consecuencia de él mismo en primer término.
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