Prevalece en sectores de la oposición un relato racionalizador que cuestiona abiertamente la legitimidad institucional y la legalidad democrática, confronta el sentido del orden y las relaciones de poder imperantes.
Discursivamente se resalta la situación de intolerancia, autoritarismo y conflicto permanente y, sin embargo, se desprecia el llamado al diálogo, paz y convivencia que constantemente, y a veces en calidad de suplica, realiza el gobierno.
Instancia que a su vez se debate en un discurso bipolar: amigo-enemigo, paz- guerra y ello le resta legitimidad al democrático llamado a la convivencia.
Se impone la antipolítica de la violencia en tanto negación de la política como actividad dirigida a la conciliación de los intereses diversos que conviven en Venezuela. Se impide cualquier acuerdo o negociación y, en consecuencia, se niega la oportunidad de vivir en paz y libertad.
Tal antipolítica sustituye la institucionalidad y la ley por la calle y las guarimbas que pretenden izar banderas de redención colectiva, sin proyecto, sin norte y sin liderazgo conductor.
Praxis pseudoredentora que invoca el conflicto en la pretensión de subvertir el orden constitucional y se sustenta en un discurso deconstructor de las relaciones de poder y de obediencia. Es además la puerta de entrada de una nueva racionalidad que fractura las formas de la convivencia y legitima la violencia por la violencia.
Paralelamente se construye un relato racionalizador mesiánico que persigue erigir al supuesto movimiento estudiantil en protagonista de un nuevo escenario constituyente. Narrativa que legitima la estrategia de convertir los “territorios vándalos” en una suerte de asamblea con derecho a decidir el rumbo del interés general. Antipolítica que no sólo consagra héroes- redentores y los limpia de culpa, sino que señala como causa y origen de la violencia a las fuerzas del orden.
De manera tal que el Estado, en ejercicio de la autoridad sobre la violencia en un determinado territorio, ha sido convertido gracias a tal relato dominante en una fuerza represora, temerosa y dubitativa en cuanto al “uso legítimo de la violencia” (Max Weber).
Desde el exterior salvadores de la patria sugieren la mediación de terceras partes, unos apuntan a que Maduro debe desmantelar el modelo chavista para sobrevivir y otros no descartan que podría ser suplantado por una junta de gobierno.