Que injusta se ha vuelto nuestra Venezuela. Es triste ver como hombres y mujeres nobles, de buenos sentimientos, trabajadores y con un espíritu de lucha inalcanzable, terminan siendo acribillados en medio de la carretera, por la no misericordia de los asesinos, delincuentes y ladrones. De nada sirve ser buena gente, tener valores e intentar no caer en las tentaciones del Diablo, si en un abrir y cerrar de ojos, la muerte se lleva el sueño de la vida. El Mundo defiende a quienes gozan del pecado, que se representa en el abismo de los insultos, las mentiras, el egoísmo, las burlas, y un sinfín de malos pensamientos que alfabetizan la mente y el corazón del prójimo.
Todos quieren lo fácil, lo rápido, lo simple. Les encanta obtener el mayor tesoro a cambio del menor sacrificio. Siempre buscando una excusa que justifique la estupidez. Nunca pensando en las consecuencias de sus actos. Algunos robotizan el alma en el Kamasutra del sábado por la noche. Otros se olvidan del pasado escribiendo 172 palabras. Vivimos del problema, de la confusión y de la enfermedad. La maldita adicción al dolor nos hace creer ciegamente en todo lo que no existe. Vamos malgastando las agujas del reloj, esperando que el mañana nos traiga la fortuna de algo nuevo por descubrir, pero jamás reconocemos los errores y debilidades del ayer, cuando el espejo se cruza en los andares del futuro.
Cuando no saben que hacer con sus vidas, se casan por la Iglesia. Cuando ya no saben que hacer con sus vidas, deciden tener cinco hijos. Y cuando ya no saben que más hacer con sus vidas, se divorcian el fin de semana. Luego se vuelven a casar, tienen más hijos y terminan otra vez divorciándose. Ellos nunca van a leer este artículo de opinión, porque no aprendieron a leer en retrospectiva. Prefieren tocar irracionalmente el claxon frente al semáforo, para que la ira gane la batalla en contra de la paciencia. Se desesperan por cualquier cosa que suceda. No soportan el silencio. Necesitan el ruido de un aire acondicionado, pegar un grito, subirle el volumen al televisor, escuchar el trinar de un pájaro enjaulado, prender la radio o lanzar una puerta. Cualquier artimaña psico-social que obligue a no pensar en la culpa que llevamos por dentro.
Me duele convivir con animales que ahogados en la eterna ignorancia, piensan que golpeando una cacerola, quemando cauchos o talando árboles, van a conseguir un cambio positivo en el reloj del tiempo. Nos partimos el lomo intentando que la gente se atreva a practicar la Cultura del Reciclaje, la Eficiencia Energética y el uso racional del agua potable. Pero a diario nos encontramos con más animales que no reciclan, no ahorran energía y despilfarran el agua. Siempre pagan justos por pecadores. El problema es que Koko y Ndume se multiplican a cada instante en Venezuela, por la falta de una verdadera educación ambiental, que demuestra el instinto caníbal y la miseria espiritual de la población venezolana. Hay que ser realmente estúpido para talar miles de árboles, y colocarlos como barrera de injustificadas protestas de calle. ¡Wow! Cuando la luz del Sol se esconde, y el oleaje del mar sacude de madrugada, todos nos ahogamos en la llama del descontrol.
Nos preguntamos ¿Cómo pueden ser tan desgraciados? Agarrar un hacha o prender una motosierra, salir a cazar troncos y ramas de árboles, empezar a talarlos con vehemencia, cargarlos en una camioneta y dejarlos varados en la carretera, para supuestamente lograr un cambio político favorable en el país. Todos los asesinos que talaron árboles patrimoniales de Venezuela, van a formar una gran barricada en el infierno, buscando que la marca de la bestia no se impregne en sus despiadados ojos. Es innecesario escribir 624 palabras, para sentir una total repulsión por la cobardía de la ciudadanía. Tumbar árboles que tumben al régimen. ¡Wow! Es lamentable observar lo divertido que resulta manipular a los titiriteros del circo. Pueden ser convertidos en atracciones del zoológico, a cambio de darles un poquito de emoción furtiva a sus vidas. Nadie piensa en la irracional deforestación, en el menoscabo del Medio Ambiente o en la irreparable contaminación del aire.
Simplemente no piensan. No hay remordimiento, introspección o sentido común. No hay nada en la cabeza del ecocidio. Por eso, son capaces de talar árboles a cambio de recibir dinero ensangrentado. Un poco de suerte moral, los disparos de la balacera y un estado de full impunidad. Por ejemplo, cuando un ladrón de tu vecindario le roba la motocicleta a un joven sano y sin enemigos que vivía en tu comunidad, y luego lo mata de un tiro de gracia, lo más probable es que los vecinos tomen la justicia por su cuenta, para buscar y linchar al ladrón. Después los medios de comunicación y los cuerpos policiales, informan que los vecinos lincharon al delincuente y fin de la investigación. Pero, todos sabemos que entre los involucrados en el linchamiento, se halla un hombre de carne y hueso quien le dio el último golpe o machetazo que acabó con la vida del criminal. Ese hombre debería estar preso, por obviar el procedimiento legal que obligaba a denunciar primero al delincuente, y luego esperar el veredicto de un juez. Esa persona está en libertad, porque nos acostumbramos a tolerar esa clase de delitos en nuestras comunidades.
La misma situación ocurre con la tala de árboles. El fin justifica el medio para conseguirlo. Es gratis quedarse con el tronco de un árbol, que es la víctima del crimen. Nadie te va a denunciar, porque serán usados para las barricadas, que son los agresores del delito. Sin embargo, nuestra Pachamama nunca es vengativa. Cada siglo la Naturaleza deja que el Hombre cave el hoyo de su propia tumba. La Madre Tierra observa como su ancestral hijo bastardo, se sigue perdiendo en el laberinto ecológico que construye a diario. La gracia de Gaia enseña a contemplar la vida dentro de una perspectiva conservacionista, que nos ayuda a ver el Mundo con un enfoque crítico, objetivo y humanista.
Te pido que pienses en Jhonny, el estudiante de 19 años que trancaba la avenida Girasol con sus amigos “guarinberos”. De pronto su mamá necesitaba ser trasladada en una ambulancia desde su casa al hospital más cercano. Pero su hijo Jhonny estaba trancando la avenida Girasol por donde iba a pasar la ambulancia, obligando a que el chofer se desviara en busca de otra vía de acceso. Al final, Jhonny tuvo que abandonar la absurda protesta de calle, para salir corriendo al funeral de su progenitora. Allí terminaron las consignas, las palmas, las manifestaciones y la desvergüenza. Por desgracia, Jhonny aprendió muy tarde la lección, y ya no hay señal de retorno para enmendar la equivocación.
Parece que en Venezuela talar un árbol te convierte en un héroe, en un modelo de vida para el resto de los ciudadanos. La osadía de derrumbar árboles centenarios, te garantiza muchos más seguidores, más visitas y más pulgares levantados en las redes sociales. La repetición de rebuscadas consignas de calle que carecen de originalidad, te convierte en una tendencia global de 140 caracteres. Mientras más tonto seas, más amigos tendrás, conseguirás un mejor trabajo, un mayor sueldo y una irrefutable razón para existir. Hay muchas formas de ser un héroe venezolano, ya sea fumando tabaco, bebiendo cervezas, contando chistes obscenos o mirándote frente al espejo. Por eso ya nadie recuerda las grandes aventuras del Capitán Planeta y los planetarios.
Si duda, que en Venezuela menos es más, y las horas de tortura china que implica decodificar ese mensaje. Por ejemplo, cuando te ofenden sin merecerlo en la calle, realmente a ti no te importa el significado de esas erráticas palabras, pero es el significante el que detona la bomba explosiva en la persona. Es nuestra mente, la que crea el abismo y obliga a responder al insulto con otra agresión verbal, porque necesitamos demostrar valor, coraje e ímpetu ante al resto de la gente, cuando lo que en realidad mostramos es debilidad, confusión y arrebato. La violencia genera más violencia para quienes se dejan violentar por la violencia. Simplemente debemos sentir lástima por las personas que se la pasan lanzando los mismos insultos que repite todo el mundo, para expresar enojo y malestar por una situación. Cualquier gesto, mirada o frase que le ofrezcamos en respuesta, sería suficiente para darles la razón y caer en la trampa del Diablo. Recuerda que ellos emulan a sus papás, vecinos y amigos, que les enseñaron a usar la violencia como la única forma de conseguir el somnífero respeto de los demás.
No obstante, es triste ver los miles de árboles que se han talado en Venezuela, por el caos urbano de una sociedad civil que sólo sabe manifestar en los aires de la guerra mediática. Prefiero presionarte el gatillo, que atentar contra los recursos naturales de Gaia. Nadie quiere lo verde todos quieren lo rojo, por eso hay tantos muertos en el violento asfalto de las calles venezolanas. ¡Al diablo con el planeta Tierra! Lo escuchaba vociferar segundos antes de su anónima desaparición, sin saber que llevaba un año muerto de conciencia. Pides la bendición y nos quedamos sin respuesta en una soleada tarde de domingo. Así comprendí lo fácil que era desquiciarse, y vaciar cartuchos en la pólvora de una bala perdida. Yo sé que usted es una persona distinta, porque continúa leyendo estas 1557 palabras, que relatan la aciaga historia por revelar.
Entre febrero y marzo del 2014, se talaron en Venezuela más de 1000 árboles que formaban parte de las áreas verdes de las ciudades del país. No hay señalamientos, no hay culpables, no hay castigos. Es el estado de full impunidad que caracteriza a los venezolanos, cuando se abordan los inconvenientes ecológicos que afectan a todos. Los árboles son seres vivos que nos regaló la magia de la Naturaleza, para ayudar a generar un clima agradable en los pueblos, mitigando el calor, purificando el aire y embelleciendo la geografía de los territorios. Pero en Venezuela los árboles se arrancan de raíz, para nunca internalizar la raíz del problema social que vivimos. Los delincuentes talaron la vida de especies de árboles emblemáticos, como: cedros, cujíes, jabillos, robles, semerucos, leucaenas, bucares, mangos y cebiles. Se viene aniquilando la riqueza autóctona de los árboles, que simboliza el legado cultural de la nación.
Tan sólo en la ciudad de Maracaibo, se talaron más de 500 árboles patrimoniales, debido a que en la capital zuliana está prohibido el uso de la razón. Allí se habla primero, y se piensa después. Se destruye para seguir destruyendo lo ya destruido. Al final, se deforestaron avenidas enteras, se quemaron residuos sólidos y se lanzaron escombros en las principales calles marabinas, se saquearon comercios privados y hasta se asesinaron a perros y gatos para emplearlos como parte de las macabras barricadas zulianas. No es casualidad, que Maracaibo fue declarada la capital antiecológica de Venezuela en enero del año 2012. El estado Zulia fue la región más deforestada en Venezuela a causa de las infundadas manifestaciones de calle. Lo inaudito, es que la cifra en progresivo aumento ya superó los 750 árboles derrumbados, por lo que Maracaibo se declaró en emergencia ambiental debido a la magnitud del peor ecocidio registrado en los últimos 10 años.
Recordemos que Maracaibo es una ciudad muy calurosa, donde la sensación térmica alcanzó los 50 grados centígrados en septiembre del 2013. Es frecuente observar a los zulianos agobiados e incómodos por la ola de calor que genera excesiva sudoración, y los mantiene predispuestos a perder el control en sus actividades cotidianas. Lo preocupante, es que el abuso de talar y quemar cientos de árboles, podría acarrear mayores niveles de sequía, desertificación y una negativa variación del clima de cara al futuro del estado Zulia. A su vez, cuando lleguen las caóticas épocas de lluvia, se intensificarán las inundaciones y los deslaves, ocasionando un problema sanitario para las familias que habitan en zonas rurales y urbanas, al no existir arboledas que eviten la acumulación de agua en tierra firme. Es consabido que los marabinos lanzan la basura doméstica en todas las cañadas del municipio Maracaibo, por lo que la alteración drástica de las condiciones ambientales, terminará colapsando de forma irremediable al entorno que albergan.
Es injusto que la flora y fauna venezolana sean el eje de ataques belicistas para quienes viven ciegos en la oscuridad de la violencia. La vergonzosa tala de árboles se repitió en Distrito Capital, Nueva Esparta, Carabobo, Táchira, Guayana, Anzoátegui y en los demás estados de Venezuela. Se talaron y quemaron árboles por doquier, siendo un incontrolable flagelo que produce malestar generalizado. De igual manera, los medios de comunicación privados agudizaron la crisis ambiental, al NO informar con premura la insaciable tala de árboles que se observaba en el país. Además, han incitado a la violencia ciudadana, mediante noticias tergiversadas que crean zozobra en los televidentes, buscando que no se atrevan a denunciar el ultraje ambiental provocado. A su vez, los medios extranjeros se encargan de desinfomar a la comunidad internacional, gracias a los reiterativos noticieros del terror en los que nunca hay tiempo para que las cámaras, las luces y los micrófonos, enfoquen en detalle el instante cuando suceden los ecocidios.
Pese a ello, nos preguntamos ¿Qué ganan los delincuentes talando árboles a diestra y siniestra? Pues la verdad, existen seres inescrupulosos que atrapan mucho dinero destruyendo los ecosistemas venezolanos. En un par de meses, los árboles se convirtieron en una mercancía tarifada, que enluta a la gran casa de Bolívar. Dependiendo a la ciudad en que vivas, a la urgencia del pedido y al ancho de la calle, te venden un tronco más grande o más pequeño, que utilizan para obstaculizar la carretera. Incluso, ofrecen el servicio de trasladar el tronco del árbol desde el jardín, parque o plaza donde fue talado, hasta la zona callejera en que será estratégicamente posicionado por los delincuentes.
Si bien las iniciativas ecológicas venezolanas y los organismos públicos, como la Fiscalía General de la República, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio del Ambiente, la Misión árbol y la Misión Nevado, han prometido emprender una investigación por las irregularidades ambientales, todos sabemos que los criminales nunca serán enjuiciados por el ecocidio. Muchos creen ridículo abrirle un proceso judicial, o meter presa a una persona por talar un árbol. Se olvidan que los árboles son seres vivos que también forman parte de la gran biodiversidad del planeta Tierra, y deben ser protegidos de la mano irracional del Hombre.
Lo más triste, es que fueron los estudiantes quienes iniciaron la estampida, y cayeron en la trampa del Diablo que narramos en 2440 palabras. Vimos que la población juvenil fue capaz de alentar y justificar la tala de árboles para glorificar la agresividad en las calles, sin ponderar el daño provocado a los ecosistemas. Ellos son bombardeados con un arsenal de publicidades y bodrios subliminales creados por la televisión basura de los medios privados, que los deja confundidos y prestos a ser manoteados por un chocante entorno político, el cual los mantiene retenidos en el infranqueable baúl del monje. Si los muchachos de Venezuela no tienen el chip conservacionista integrado en sus arquetipos, es por la falta de Educación Ambiental en las escuelas, que refleja la indiferencia y el cinismo del resto de la población.
Es irrisorio observar el nivel de hipocresía que mueve a la gente. Algunos dicen ser de izquierda y otros afirman ser de derecha. Pero cuando el pollo llega al supermercado de los escualidos, todos los revolucionarios corren tras el ave fénix. Y cuando el pollo llega a los supermercados revolucionarios, todos los escualidos corren tras el ave Fénix. Cuando las personas están desesperadas, sacan a relucir el material que cubre a la supuesta ideología que predican. Son en esos pequeños grandes detalles donde se halla una luz de esperanza en la oscuridad venezolana. Es una gota de sabiduría, para despertar y autodescubrirnos. De hecho, sería mucho más honesto volvernos vegetarianos, adoptar a un niño de la calle y aprender a jugar piedra, papel y tijera.
La sagrada indiferencia de la colectividad, refleja un modus vivendi que no permite la entrada de la Educación Ambiental en las calles, en los colegios y en las oficinas del país. Al no haber respeto por los hábitats en los que todos convivimos, se crea un estado de tensa calma que explota en cualquier momento, reflejando la falta de sentido de pertenencia en la ciudadanía. Así, el libre albedrío de la gente se paga con todas las animaladas que cometen a diario, escudándose en la incuestionable ley de Murphy. Pero, es realmente triste que los árboles terminen siendo las inocentes víctimas de las desgracias que enfrentamos, sobre todo, porque es cuestión de tiempo para que de nuevo se recargue el odio, el rencor y la sed de venganza, que talará el destino de nuestros amigos pacíficos.
Es paradójico observar como en muchas protestas de calle que ocurren a escala global, todos gritan rebuscadas consignas de guerra, insultan a los peatones circundantes y obligan a que los policías se marchen de la zona sin acabar con la violenta protesta. Pero cuando la pacífica lluvia cae por obra de la Naturaleza, todos los protestantes se olvidan de los disturbios para no mojarse, y se van del lugar sin derramar una gota de sangre bajo el cielo. La misma situación se evidencia con los árboles. Ellos no están planificando una venganza en contra de los Seres Humanos. Simplemente nos demuestran el rumbo equivocado que transita el Mundo, al corromper la nobleza que atesora el Medio Ambiente. No hay necesidad de golpes, insultos y muertes para entender el significado real de la vida.
No podemos ser tan simplistas, para pensar que todo el descontrol ambiental en Venezuela, se revierte sembrando unas cuantas semillas agridulces en los suelos del tricolor patrio. De seguir la tendencia negativa, parece inevitable que el Araguaney quedará extinto de toda la geografía criolla. En el ocaso de la sindéresis me pregunto ¿Por qué los opositores no salen a las calles para protestar en contra de las Corridas de Toros, por la contaminación del Lago de Maracaibo o por el Bullying en los colegios? Allí nunca existe la motivación necesaria para luchar por un genuino ideal de vida. Me vuelvo a preguntar ¿Por qué siempre necesitan que algo o alguien les controle sus propias vidas? Ya es hora de quitarnos la venda de los ojos, y tener la suficiente voluntad para aprender a decir ¡NO!
Hasta la fecha, no han detenido ni siquiera a un ciudadano venezolano por la tala indiscriminada de árboles. Y eso que en Venezuela contamos con un marco legal consagrado en la Ley Orgánica del Ambiente, en la Ley de Bosques y Gestión Forestal y en la Ley penal del Ambiente, que sanciona con el pago de unidades tributarias o hasta con la privación de libertad a quienes pongan en riesgo la vegetación y los recursos naturales del país. No obstante, la tala de más de 1000 árboles patrimoniales sigue quedando impune, sin considerar que en las redes sociales hay una serie de fotos y videos explícitos donde aparecen los rostros de los criminales talando los árboles, lo que pudiera ayudar a la captura inmediata de los culpables. Pero por desgracia, los cuerpos policiales no se deciden a castigar el delito in fraganti durante las rondas de patrullaje, porque tampoco son conscientes de la destrucción ambiental que implica deforestar con vileza los territorios.
El futuro es tan incierto como el destino de Venezuela. Ya no se conforman con matarse los unos a los otros, sino que ahora también aniquilan la bondad del Medio Ambiente, que los protege a diario en este valle de lágrimas. El gran signo de interrogación es promiscuo. Quizás la culpa sea de los árboles, por no hacer nada ante el mar de sangre que recorre las calles del país. Será mejor escribir 3317 palabras en la casita del árbol, y esperar que un poco de justicia divina ilumine el cielo que abriga a los venezolanos. http://ekologia.com.ve/
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