En recorrido de pésimos y frustrantes gobiernos adecos, copeyanos y otras malas hierbas, San Cristóbal se fue hundiendo en los abismos de la ciudad inventada, creída, suntuosa y carcomida en el espíritu de quienes la han gobernado. Le hicieron mucho daño los gobernantes de la Cuarta República, quienes fueron sembrando la cultura del odio y la corrupción en todo el torrente sanguíneo municipal. Aunado a todos los males, un día apareció por allá la llamada peste verde que infestó toda la estructura de gobierno capitalino. Es una enfermedad crónica que padece la ciudad, porque la alcaldía en vez ser el motor que acelera el tránsito hacia el progreso creciente, más bien es una piedra de tranca que ha venido matando la ciudad.
A través del fuero del mal, muchos se han refugiado allí para aumentar sus cuentas bancarias y otros para conspirar contra la estabilidad de la República. Desde siempre, parece que ese es el eterno mal del Táchira. Con esa herencia cromosómica han desfilado muchos alcaldes de la derecha, pero la ciudad ahí, respirando por las heridas, por las nostalgias de los poros extendidos en la piel asfáltica. Ningún alcalde ha hecho nada significante por esta ciudad, que la eleve a la cimas de la modernidad estructural. La ciudad es por lo que es, no por lo que le han hecho, que es nada. A pesar de todas las bondades que le ha brindado la naturaleza, sigue siendo una ciudad rural, ahora con una subcultura nortesantandereana.
Todo comenzó cuando la peste verde tomó el cuerpo de la alcaldía para contaminarlo. Vestido con las falsas sotanas de la avaricia, se inició un ciclo de entuertos que ha hecho mella. Luego surgió la figura de Narciso, que enamorado de su misma figura, se mandó a hacer una estatua allá en la redoma de los arbolitos. Hoy en día, no está esa estatua porque al parecer subió al crematorio del ostracismo. Después, sin pena ni gloria estuvo una dama que siguió el glorioso ejemplo de los otros: no hacer nada. Ni una, pero ni una obra que resalte hasta la posteridad.
En relación al excalde fascista y terrorista, éramos mucho y parió la abuela, diría mi amiga Anastasia Salisburry, en relación al excalde guarimbero, que creyéndose Nerón, intentó incendiar la ciudad y la llenó de barricadas y de terror. Gracias a Dios, hoy está tras las rejas. En su campaña farsante, el fascista prometió “una mejor San Cristóbal”, pero todo lo lanzó por la poceta y se fue por las cloacas de la violencia, el caos y la muerte. Fue un alcalde guarimberos con conducta fascista.
De verdad, necesitamos un buen alcalde que revolucione a San Cristóbal, que la encarrile por los andamios de la grandeza y del desarrollo. Precisamente, ese alcalde es Alejandro Méndez, que está comprometido con el sentir tachirense, Con Alejandro en la alcaldía, saldría ganando la ciudad, comenzaría otra etapa de tranquilidad, de crecimiento espiritual y político. Así que todos a trabajar para darle a San Cristóbal un alcalde responsable con la paz y comprometido con el respeto a las leyes. Desde este espacio, pido a todos y todas que vamos a hacerle un buen regalo a la ciudad, vamos a elegir a Alejandro Méndez y desde la alcaldía empezar a reconstruir la ciudad. Hay mucho trabajo por hacer y desde ya hay que irse preparando para limpiar el fascismo de la alcaldía.