Vivimos en una Venezuela que está sumida en un proceso de cambios profundos, que se encuentra transitando, desde hace algunos años, el difícil camino de su propia reinvención, de su renacimiento, todo esto en hombros de un Pueblo que aprendió a tomar en sus manos las riendas de su destino, hoy más claro, más consciente de su realidad y de sus posibilidades de futuro. Una Venezuela que se levanta desde el fondo de un abismo a donde fue a parar debido a la imposición de un modelo económico neoliberal, fundamentado en el capital, en la posesión de cosas, en el consumo desenfrenado, el dinero, y que dejó a un lado lo más importante: al hombre, a la mujer.
En esta Venezuela Bolivariana, que para ser justa y dignificar a la mayoría del Pueblo, excluido e invisibilizado, se vio obligada a cambiar el orden de las cosas, un sector de su población, conformada por quienes poseen gran poder económico, por quienes tuvieron mucho poder político, por un sector de la clase media totalmente disociada de la realidad, víctimas del gran poder enajenador de los medios de comunicación, todo este sector que siente perder sus privilegios y prebendas, se constituye hoy en una masa humana que, enarbolando banderas de lucha pacífica y democrática, se ha venido rebelando con manifestaciones y protestas de las más diversas formas.
Vemos como este grupo de venezolanos con extraño sentido de Patria, no desaprovechan cualquier escenario internacional para manchar el nombre del país y dejarlo mal parado ante los ojos del mundo, como si de esta forma afectaran al Gobierno que adversan. Los vimos salir a protestar por la libertad, trancando calles y violando la libertad de otros, los vimos protestar en contra la injerencia y el “imperialismo” cubano, pidiendo a organismos internacionales y a poderosas naciones del mundo intervenir en nuestro país; los vimos protestar en contra de la inseguridad quemando patrullas de policía, los vimos protestar en contra del desabastecimiento de alimentos quemando unidades de transporte de alimentos del Estado, los vimos a toda voz esgrimir argumentos sobre la inexistencia de la libertad de expresión en Venezuela, desde programas en televisión, en radio y en escritos en la prensa nacional; los vimos desaforados defender la democracia utilizando la violencia como herramienta de lucha, y exigen, contraviniendo lo establecido en la Constitución Nacional, la renuncia de un Presidente legitimo, elegido democráticamente por el Pueblo.
En defensa del Estado de Derecho exigen liberar a “presos políticos” olvidando que quienes están tras las rejas, están pagando sus culpas por haber participado en un Golpe de Estado en el año 2002 y son responsables de las muertes de venezolanos inocentes que eran necesarias dentro del plan golpista que en ese momento se desarrolló. Olvidan que son políticos presos por sus delitos.
Pretenden ganarse la voluntad del Pueblo humilde que siempre les fue invisible para que se unan a sus luchas, pero lo descalifican llamándolos “vendidos” por apoyar al Gobierno que los dignificó y repudian llamándolos además hordas, asesinos, patas en el suelo, monos, chusma, ignorantes...
Toman como bandera política a los venezolanos muertos en las “protestas pacificas”, atribuyéndole al Gobierno Nacional la responsabilidad de las mismas, olvidando que aproximadamente la mitad de las víctimas fueron efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana, motorizados degollados por alambres colocados con alevosía en las barricadas de las guarimbas y ciudadanos comunes que fueron asesinados al tratar de levantar los obstáculos colocados en la vía.
Hacen loas a los “valientes estudiantes” que protestaron en las calles destruyendo bienes públicos, atacando instituciones del Estado, creando caos en algunos sectores de la ciudad, y pretenden hacerlos ver como héroes que luchan por un país y un futuro mejor.
Ante tanta locura desatada, pido excusas, y me permito opinar que una Patria se construye con el ejemplo, con solidaridad, con tolerancia, con el diálogo, con la sana discusión de las ideas, con el respeto a los demás, entendiendo que ningún derecho de algunos puede estar por encima de los derechos de los demás, y menos aún que nadie, por su condición económica o de clase, está por encima de otros, que los valores y principios humanos no pueden amoldarse a los intereses de algún sector, que la Democracia real es producto de la voluntad popular que el Pueblo ejerce a través del voto y de su participación,.
Aún queda mucho por hacer, mucho camino por recorrer, mucha la carga que enderezar, pero el compromiso debe ser el de seguir avanzando y no permitir que nos contagien de miedo ni de desesperanza con la poderosa maquinaria comunicacional con la que cuenta la contra Revolución.
Disculpa Galeano, tomo prestadas tus palabras, pero ¡ésta es la Venezuela al revés!
¡Pretenden ponerme la Patria patas arriba!
gilgimenez@yahoo.es