La Guerra Psicológica tal y como la conocemos en este hemisferio llegó de la mano del imperialismo y tiene sus orígenes en la Segunda Guerra Mundial.
A principios de 1944 el general Dwight D. Eisenhower autorizó el establecimiento de la División de Guerra Psicológica de la Comandancia Suprema, la Fuerza Expedicionaria Aliada para apoyar la campaña europea contra la Alemania nazi.
El artífice de semejante empresa fue el General de División Robert Alexis McClure, quien posteriormente (1953) -con la experiencia adquirida durante la guerra y la "desnazilización" de Alemania- jugará un papel importante en el golpe de Estado al Primer Ministro de Irán, Mohammad Mosaddeq, por haber nacionalizado el petróleo.
La Guerra Psicológica fue definida como: el uso planificado de la propaganda y ¡otras actividades! (excepto el combate) que comunican ideas e información con el fin de influir en las opiniones, actitudes, emociones, comportamiento de los grupos sociales; así como desmoralizar, minar la voluntad de resistencia del enemigo y sus aliados.
Definitivamente la guerra psicológica es una acción militar fascista (ataque a la economía, terrorismo, guerra mediática, sabotaje de servicios, asesinatos selectivos, hechos que causen conmoción, caos, etc.). Utiliza la trampa de la democracia y la libertad para desmoralizar y destruir (con violencia militar) la voluntad de pueblo indefenso.
Los Gobiernos que sufran esas hostilidades están obligados a dar respuestas jurídicas y militares excepcionales, para poner orden y superar la crisis.
Si el Gobierno no da el salto cualitativo y cuantitativo en el análisis y la acción, si nos detenemos en el ¡qué dirán internacional! (infantilismo) y no se responde con una fuerza igual o superior (medidas excepcionales) esta Revolución puede sucumbir.
¡Después de ojo sacado, no vale Santa Lucía!
