En verdad, en veces es bueno guardar vainas aunque uno crea nunca le van hacer falta. Como recoger una tuerca tirada al suelo o alguna cosa que cuando menos uno lo espera le va sacar de un atolladero o para algo va a servirle. Hace la bicoca de 32 años, un amigo, un poco como echándome vainas, me dio un folleto en cual había un discurso dado por alguien del gobierno, entonces gobernaba Jaime Lusinchi y el país sufría los efectos de una honda crisis económica, derivada de la gestión anterior y agravada por los desaciertos de la nueva. De lo que salió una gigantesca deuda producto de un desfalco que todavía pagamos. Este folleto que se atravesó ahorita mismo, mientras buscaba otra cosa, me sirvió para escribir lo que sigue.
Ese cognomento, si se quiere ofensivo, pese se refiere a algo, un grupo, sector, que existe, pero que quienes lo integran se niegan así se les califique y se dan por ofendidos, en el caso venezolano no es un invento de Chávez, aquel “mal hablado” de Sabaneta, menos de Maduro. El primero usó con frecuencia aquel calificativo para aplicarlo a un sector empresarial, básicamente al mismo que siempre lo enfrentó. El ahora residente del palacio de Miraflores suele usarlo y eso genera, como generó antes, que los directamente aludidos y gente de la MUD, por elementales razones, nada difíciles de entender, se sienten con ello agraviados. Es más, gente de AD, pues están formando parte del bloque opositor, también se une a ese sentimiento o reacción cada vez que el calificativo se usa para aludir a los mismos.
El parásito, como bien sabemos, es aquel que vive a expensas de otro. Es decir, nada produce ni crea. Se nutre de la creatividad de los demás. El sector empresarial venezolano, si es valedero llamarle así, que tiene que ver con emprender, lo que implica correr riesgos, poco aporta al ingreso de divisas. Las cifras dicen que más del 95% del ingreso de ellas dependen de la exportación petrolera. Parte del 5% restante, también se debe al Estado. Es decir, el empresariado, poco significa en ese vital asunto para que la economía funcione adecuadamente y por ende es responsable fundamental que la caída de los precios del petróleo nos afecte sobremanera. Ese empresariado, mayoritariamente se dedica a la importación, de lo que ellos no producen, porque no emprenden, y en ese comprar y vender, sin importar ni crear nada, de escaso esfuerzo, se llenan de dinero por demás. Pero de paso, han venido operando como parásitos también cuando dependen de los dólares del Estado, del ingreso petrolero, para poder operar. Ese es ni más ni menos el caso que ahora está planteado con respecto a Empresas Polar. Y como esa conducta ha sido la misma desde que el petróleo llena las arcas del Estado de dólares, esos empresarios y mucha gente, hasta trabajadores ven como muy natural, que los primeros dejen sus divisas en cuentas extranjeras, hasta en paraísos fiscales y de aquellas se les dé, hasta a precios preferenciales, para ellos operar. Tanto es así, que trabajadores se dejan utilizar para reclamar al Estado se deje seguir utilizando de manera tan parasitaria.
Es a ese cuadro que llamamos “vivir del rentismo petrolero”. Porque nuestro empresariado produce poco, razón por la cual subsistimos por las importaciones y casi nada exportamos. De paso, esa clase empresarial, quiere imponer un Estado que no participe, casi bajo ninguna forma, en la economía, como si ella fuese muy eficiente y nada parasitaria.
Pero como dije al principio, ese calificativo usado con frecuencia en muchas partes del mundo y que en Venezuela expresa un asunto grave por causa del rentismo petrolero, que no es una vaina de ahora sino desde que aquí reventó el primer pozo y empezamos a exportar el hidrocarburo, no lo inventó Chávez y tampoco fue el primero en usarlo.
Tengo a mano un ejemplo que no es muy viejo. No voy a remontarme a mediados de la década del treinta, ni a la del cuarenta, cuando Rómulo Betancourt, participó en publicaciones como “En las huellas de la pezuña”, y usó el calificativo, sino a la etapa casi final de la mismísima IV República, bajo el gobierno de Jaime Lusinchi de AD y Henry Ramos Allup era jefe de la fracción de diputados de ese partido.
El día era el 5 de julio. El año 1984. Estábamos casi recién salidos del gobierno de Luis Herrera Campins y aun sufriendo los efectos de aquella drástica devaluación, conocida como la del “Viernes negro”, de cuando los sueños del “ta´ barato dame dos” se vinieron al suelo y se negociaba sobre la enorme deuda contraída con la banca exterior precisamente por intermedio de los representantes de aquella clase parasitaria que, según Lusinchi, le engañó vulgarmente, tanto que hizo que el estado asumiese como suya la deuda de ellos.
-“Fui víctima de un engaño”, dijo entonces el presidente. Por lo que Herrera Campins, el autor de la deuda, le ripostó con ironía y sarcasmo:
-“¡Qué tarde piaste pajarito!”
Aquel 5 de julio de 1984, en sesión solemne del Congreso de la República, con motivo de cumplirse los 173 años de la Declaración de la Independencia, el diputado orador del bando oficialista Alfredo Coronil Hartmann, militante de AD y compañero de partido de Ramos Allup, quien para más señas, vale la pena recordarlo, era jefe de fracción del primero, dijo lo siguiente:
“El estilo petrolero de crecimiento económico ha producido- salvo los casos de excepción – un poderoso sector empresarial, hijo mimado del fisco, que muy distante del modo clásico en que se construyeron las grandes fortunas – al rescoldo de la brega sostenida y diaria – se ha dedicado a exigirle a un Estado dispendioso, recursos abundantes y crecientes, mientras le critica las deficientes y tímidas medidas, que adopta en función de los intereses de las mayorías. Este empresariado pedigüeño y parásito, al mismo tiempo que es producto, es también causa de la situación en la que nos encontramos”.
Del texto citado y a la luz de lo que ahora sucede en Venezuela, uno podría invocar aquello de “lo que es igual para el pavo lo es para la pava”. Pero también, sirve para mostrar al lector que ese calificativo no es producto de un invento o calumnia de Chávez y menos de Maduro. Es el resultado del proceso económico de Venezuela, de formación de sus clases y el rol que ellas desempeñan en el proceso productivo y de acumulación. La clase que llamó “pedigüeña y parásita”, algo como más grave y ofensivo, es la misma que ahora se alude. Pero también explica la “lógica” empresarial que pone condición, para continuar produciendo y mantener el empleo, que el Estado se desprenda de los dólares que son para cubrir las necesidades básicas de la población en una situación de crisis, en buena medida derivada por el derrumbe de los precios petroleros, para entregárselos a ellos, tal como ha venido sucediendo siempre y por lo aquel diputado adeco, se vio obligado a denunciarlos y aplicarles aquellos feos calificativos. Pero también resalto, como aquellos “pedigüeños”, veían con malos ojos y protestaban los intentos del gobierno de socorrer a los humildes; en lo que adecos y copeyanos no eran muy generosos que digamos.