Como es conocido, el cretinismo es un término que se emplea para denominar los síntomas de una enfermedad en las personas causada por “la deficiencia congénita de la glándula tiroides lo que provoca un retardo en el crecimiento físico y mental” o por la carencia de yodo en la dieta alimenticia y va acompañada de deformidades del cuerpo y retraso en la inteligencia.
En el lenguaje coloquial, el cretinismo se utiliza a la hora de calificar como deficiente la conducta de una persona, y se relaciona con estupidez e idiotez, siendo, la política una de las actividades donde se distingue con más nitidez tal deficiencia.
En la vida política venezolana contemporánea, la dirigencia opositora ha venido trazando un surco conductual ostensiblemente deficiente, que perfectamente se puede caracterizar como marcado por el más obstinado cretinismo político; para observar esa conducta que ha estado presente, lamentablemente, a todo lo largo del período chavista, solo haremos acopio de una relación de los hechos más gravosos realizados por esa dirigencia opositora en lo que va de año, veamos:
Traspiés de Ramos Allup
Se iniciaron el año con un ambiente de lo más favorable, tomando posesión del control de la Asamblea Nacional. Y ya, desde ese momento, comenzaron a dar traspiés, cuando en su discurso inaugural como presidente parlamentario, Ramos Allup, enarboló como objetivo central de su gestión-y contando con el entusiasta aplauso de todas las fracciones opositoras-la inevitable salida, en un lapso de 6 meses, del Presidente Nicolás Maduro del poder político del país; desatino que se acrecentó cuando el desaforado Freddy Guevara, cantó a los cuatro vientos que la Salida de Maduro habría de darse en el trecho de un mes.
Para tal efecto, aprobaron impulsar al unísono varias vías (renuncia del Presidente, la enmienda constitucional, la intervención extranjera-Carta Democrática de la OEA, invocar doble nacionalidad de Maduro, la presión de calle y activar el referéndum revocatorio) y todas se les cayeron. Maduro no salió a los 6 meses, pero mientras tanto a esta dirigencia opositora se le fue el tiempo en dirimir sus contradicciones, evidenciando su falta de capacidad para hacer la lectura apropiada de la realidad socio-política del país.
Ramillete de desaciertos
Creyeron que la situación agobiante, padecida por el pueblo, en alta medida, creada por la guerra económica inducida por sus aliados de la burguesía parasitaria y el imperialismo yanqui, aupada por los medios de comunicación que le son afines, y apoyada por la derecha internacional y bendecida por la jerarquía eclesiástica, era plataforma suficiente para que con la acción emprendida por ellos, con y desde la Asamblea Nacional, dar al traste con la constitucionalidad del país y coronar sus anhelos de alcanzar el control político de la nación.
Es decir, esta dirigencia opositora, en vez de dedicarse a cumplir con las expresas funciones legislativas y contraloras que la Carta Magna le asigna al Poder Legislativo Nacional, asumió, por el contrario, que su tarea era ocuparse del derrocamiento del Presidente de la República, con todo y la carga desestabilizadora que ello implica y la frustrante desmotivación que se genera en la propia militancia opositora que observa como su liderazgo no es capaz de plantearse con efectividad los objetivos que se propone.
No han sido capaces de transformar el cúmulo electoral alcanzado el 6D en una fuerza social, de allí la poca capacidad de convocatoria demostrada en las movilizaciones que han intentado en estos meses y, más aún, no han logrado hilvanar un programa alternativo al Proyecto de País formulado por el chavismo; hasta aquí todo un ramillete de desaciertos.
Grueso error
Pero donde han acumulado el mayor número de torpezas, rayanas en la idiotez ha sido con la activación del revocatorio. Cuando se decidieron emprender su solicitud lo hicieron a destiempo, en abril y no en enero, luego de haber transcurrido la mitad del mandato presidencial, lapso justo para que su efecto pudiese generar el ansiado resultado: revocar al Presidente y realizar una elección presidencial este mismo año, que, de ganarla, les permitiese que uno de los suyos llegara a la Presidencia de la República y evitar, como pauta la Constitución, que el Presidente fuese sustituido por el Vicepresidente en funciones hasta la culminación del período.
Además del grueso error del destiempo, procedieron, bajo la errática conducción del perdidoso Capriles Radonski y del Chúo Torrealba, a organizar la primera fase del proceso referendario, en la que sólo se necesitaba recoger el 1% de firmas (alrededor de 198 mil) del universo electoral, pero se empastelaron de tal manera al plantearse la recolección de millones de firmas, con lo cual demostraron, más bien, su naturaleza fraudulenta al incorporar en las firmas presentadas, un sin número de faltas e inconsistencias (suplantación de identidades, firmas de personas fallecidas, de menores de edad, de penados que no gozan de derechos políticos, etc.,), que dio pie para que miles de personas afectadas introdujeran sendas querellas ante tribunales penales de la República.
Admisión de querellas que conllevó que los órganos jurisdiccionales dictaran medidas precautelativas que implica la suspensión, hasta nueva orden judicial, de las fases subsiguientes del proceso referendario y se establezcan las responsabilidades por los delitos cometidos.
Por supuesto, estas medidas ajustadas a derecho, no van a ser acatadas por la dirección opositora y van a intentar, insistiendo en sus torpezas, soliviantar al país, antes que, como aconseja la sensatez, reconocer sus errores y actuar de acuerdo a lo establecido en el ordenamiento jurídico, que es lo requerido para garantizar la paz social.
No caben dudas, en Venezuela, contamos con una dirección opositora impregnada de una alta dosis de cretinismo político. Y mientras ello sea así, no hay otra, habrá que actuar en consecuencia.