Diálogo: ¿Con quién y para qué?

Tras el contundente triunfo del SÍ, la palabrita de moda en la oferta mediática es el diálogo. Por cierto no es nada nueva esta costumbre, cada vez que a las hienas de los medios les da por sacar el disfraz de ovejita y corear al unísono que quieren dialogar, me asalta el recuerdo de los tiempos en que el país se caía a pedazos. Corrían los turbulentos años 90 y de los Notables para abajo no se hablaba de otra cosa que de “concertación”. El tema es delicado y merece especial atención para no pasar por sectario y talibán, sin embargo como dice el refrán llanero quien ha sido picao de culebra, cuando ve bejuco brinca.

Es obvio que un país normal, con una oposición racional y unos medios de comunicación social, medianamente decentes, el diálogo y la tan cacareada búsqueda de “acuerdos mínimos”, sería lo más natural del mundo. No obstante, no hay que perder de vista, que en Venezuela la fauna opositora es diversa, variada y en ella abundan los exponentes de la “derecha recalcitrante, ultramontana y rabiosa”. Tampoco puede obviarse, así como así, que aquí se dio un golpe de Estado, se paralizó la industria petrolera, se invadieron embajadas, se organizaron guarimbas y se han tramado magnicidios.

Los días de la aventura y el desmadre, aún están frescos en la memoria del pueblo. Un desmadre organizado por unos líderes de oposición completamente irresponsables, que a regañadientes admiten que se han equivocado y que sólo ahora después de tantos desatinos comienzan a respetar la Constitución Bolivariana y han dejado de lanzar peñonazos e infamias contra las instituciones.

Si realmente hay una sincera disposición a dialogar, lo primero que deberían hacer todos los partidos de oposición es realizar una declaración pública, conjunta y convincente de que se apartan por completo de todo atajo golpista y que de aquí en adelante acatarán sin remilgos las reglas de la institucionalidad democrática. Ése sería un buen comienzo, ahora la mujer del César no sólo debe ser honesta, sino parecerlo.

El otro gesto urgente e indispensable es que las organizaciones opositoras se sacudan de una buena vez por todas el yugo impuesto por un sistema mafioso de medios de comunicación privados, que pretende marcarles la agenda y dictarles la cartilla. Si de verdad hay voluntad para dialogar, las ambiciones personales y el odio reconcentrado de los Raveles y Granieres debe ser desterrado, pues los caprichos de éstos hampones obstruyen casi irremediablemente cualquier posibilidad de trabajo concertado.

Eso en cuanto a la forma del diálogo. Ahora bien, en cuanto a la materia urge que la oposición asuma un discurso propositivo, que trascienda el albañal de la descalificación sin fundamento. Pareciera fundamental que los adversarios del proceso abran cauce a verdaderos interlocutores, que surjan de las propias comunidades. Sólo con un nuevo liderazgo más honesto y con una agenda propia se podría avanzar en la construcción de espacios compartidos, donde a su vez se puedan mancomunar esfuerzos para la consecución del fin supremo: que no es otro que una Patria Libre y Soberana, que tome en cuenta a todos por igual.

dcordovaster@gmail.com


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Daniel Córdova Z


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