Palabreo

Alfredito, el perseguido

Cuando a usted le digan que en la isla de Margarita hay perseguidos, piense en Alfredito Díaz, el Alcalde porlamarino, adeco hasta la médula; pues el 15 de febrero pasado, domingo de elecciones, se declaró hostigado.

      No sabemos qué tipo de perseguido será, ya que se enunció atosigado por una mujer, por cierto, elegante dama, nuestra apreciada amiga Milka Olivero, dirigente del PSUV.

      Según se desprende de las declaraciones de Alfredito, Milka se ha dedicado a vigilarlo día y noche, sin darse descanso en su espionaje; así que cuando el Alcalde, haciendo uso de la libertad de mercado, al parecer se dispuso a montar su tarantín para mercadear votos, acto al que ya nos tiene acostumbrados y en el cual se dice es tan hábil que a juicio de muchos tiene una variedad de precios para los mismos, fue pescado por funcionarios militares.

      Frente a las cámaras de un canal de televisión, inflándose como un gallito de pelea, Alfredito insistió que eso era una demostración de que Milka lo acosa constantemente, atándolo de manos al momento de ir a montar su tarantín.

     Por eso se presume que aunque ha hecho su trabajo y ya bien sea por la vestimenta, el caminar, la sonrisa o la barriga del elector él haya precisado el precio a pagar por el supuesto voto, el negocio se le viene abajo porque la catira lo ha pillado y se empeña en amargarle el dulce.

      De esta manera se presume que toda una estructura de mercado, como la establecida por Alfredito cerca de los centros electorales de mayor afluencia, se derrumba; pues, se ve sometido a la más atenta y férrea vigilancia.

     Lo vigilan y reprimen por orden de Milka, se queja Alfredito; y de sus palabras se desprende que eso le puede traer una pérdida de centavos, pues ya bien puede haber pagado por adelantado, sin que la otra parte del trueque le cumpla al momento de ejercer el voto.

     Alfredito podría, incluso, demandar a Milka porque ésta se encontraría actuando contra el libre mercado y perjudicando su inversión, la de Alfredito, quien además de político es inversionista. Su negocio, al parecer, son los votos.  A tal punto que a cualquiera le hace una buena oferta, le zumba un precio en la cara, pues no cree mucho en aquellos que dicen “mi voto ni se compra ni se vende”.

     Ya bastante incómodo es para Alfredito ejercer su oficio en el mercado de votos, sin contar con un espacio fijo, ni con una secretaria buenamoza, sin tener computadoras, carpetas, archivos y demás artilugios propios de los inversionistas.

     Se ve obligado a montar su tarantín como si fuese un buhonero; claro, en su camionetota, esa que no es fácil comprar con “el sudor de su frente”, pero que es el resultado de sus inversiones por los lados de los centros electorales donde sabe que un voto puede convertirse en una mercancía que se vende el mejor postor.

     Si bien Alfredito carece de ese espacio adecuado; incluso, hasta  carece de medios masivos para la divulgación de su negocio, por lo que acude a radio bemba,  no le va nada mal en el mismo, pues ya hasta parece haber nacido en el Concejo Municipal de tanto tiempo que tiene en el mismo.

     Quizás por eso se encorajina al extremo al pensar que Milka le quiere embochinchar el negocio.

     Milka, deja tranquilo a ese hombre.

       salima36@cantv.net 

 



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Pedro Salima


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