Cristhine Lagarde (expresidenta FMI)"Los ancianos viven demasiado y tenemos que hacer algo ya porque son un peligro para la economía"
Pararon las escuelas, cerraron los talleres, se detuvieron las fábricas y hasta los bancos, resistidos hasta último momento, no tuvieron otra opción que cesar sus labores. Las bolsas entraron en picada.
Las ciudades que nunca dormían, entraron en una quietud, inmovilidad, pereza, parálisis, en un sueño interminable, infinito.
El turismo, una de las empresas más preponderantes de estos tiempos globales, entró en crisis con la suspensión de vuelos y viajes, aéreos y terrestres. Con el cierre de fronteras vino el caos, pero sobre todo con la diseminación del terror que es lo único que sigue circulando de una frontera a otra, de un viejo a un nuevo mundo, sin atender a prohibiciones ni a limitaciones de ningún tipo ni clase.
Las potencias enfrentadas sufren los mismos rigores del mal que, como muchos sostienen, ellas mismas "crearon".
A decir de algunos los países pobres y ricos, padecen las mismas consecuencias, aunque para ser sinceros nadie menciona a los países más pobres del mundo en estas horas funestas. El VIH, las diarreas, la malaria, la meningitis, la tuberculosis, el sarampión, la sífilis, la encefalitis, el dengue, la tripanosomiasis y la hepatitis B, siempre asociadas a la desnutrición y a las hambrunas tienen décadas causando cientos de miles de muertes en el África subsahariana.
Las "escasas", comparativamente hablando, muertes contabilizadas en Europa por este mal, ocupan la primera plana de diarios, periódicos y noticieros orientales y occidentales. La cifra de 113 millones de seres humanos que murieron de hambre en el mundo en 2018, según la ONU, pasaron desapercibidas para la mayoría de quienes hoy se escandalizan por la pandemia del 2020.
Pero lo único que no para es el terror que recorre al mundo. La "infección" en las redes y en los medios informativos del miedo.
Ninguna campaña contra el calentamiento global, por la reducción de emisiones de CO2, por frenar la contaminación y el modelo de desarrollo que expolia la naturaleza y destruye al plantea tuvo tantos efectos como los tiene hoy el COVID-19.
Después de esta "pandemia" parece que el planeta podrá salvarse de la catástrofe a la que lo condenó el modelo de progreso y desarrollo de las últimas décadas. Bendito virus, viniste a mostrar al mundo, y especialmente a los poderosos, que podemos y debemos parar la locura y que nada debería estar por encima de la preservación de vidas humanas y de la preservación de las condiciones para que se mantenga la vida en el planeta tierra.