Desde hace mucho tiempo se planteó el dilema de si nacemos o nos volvemos malos con el tiempo. Es decir, si somos malos de nacimiento o por un extraño mecanismo nos convertimos en uno seres despreciables. Algunos optimistas piensan que somos buenos de nacimiento y por circunstancia de la vida nos volvemos malos. Los pesimistas afirman que somos malos a partir del instante que vimos la luz. Quizás por esta razón Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XV sentenció: “homo homini lupus”, que significa “el hombre es el lobo del hombre”, resaltando con este aforismo que el hombre es el peor enemigo de la humanidad. Hay otros colocados en la zona intermedia, los seguidores del meliorismo (doctrina filosófica) quienes refieren que no somos radicalmente malos ni absolutamente buenos. No me voy a parcializar por ninguno de esto, dejo al lector su propia concepción.
Quizás la historia de la humanidad se conoce, no por lo rasgos de humanidad de los seres humanos, esta se explica por las numerosas guerras o conflictos en las cuales se han vistos sumergidos diversos países, conflagraciones motivadas, por lo general por razones de tipo económico. Partiendo de esta polémica entre lo bueno o lo malo de los seres humanos, me planteé otra pregunta: ¿Nacemos o nos volvemos estúpidos? Esta interrogante está motivada al comportamiento de los seres humanos, que dista mucho de lo que se esperaba del “homo sapìens”, es decir seres que procedieran utilizando la gran herramienta, producto de la evolución, como es la razón.
En varias oportunidades comenté mis dudas a siquiatras y a sicólogos, en el entendido que dichos profesionales podrían tener un diagnóstico acertado sobre la estupidez. Quizás algunos lectores me tomarán como un pedante, un engreído o una persona afectada del mismo mal, pero mi conclusión fue que los profesionales que consulté no estaban alejados de tal achaque, por no afirmar de dicha enfermedad.
Es importante resaltar la razón por la cual me dediqué a estudiar la estupidez de muchos seres humano, la cual dio origen a escribir la obra “Antología de la estupidez”. Desde aquellos tiempos hasta hoy me propuse a investigar, tal como inicié el artículo, a dilucidar si se es estúpido por nacimiento o si alguna influencia externa actúa sobre los humanos para convertirlos en un perfecto idiota, incapaz de razonar por sí mismo. Veamos con lo que me topé:
Lo primero que el niño encuentra en su cuna es una almohada. No he conseguido a nadie, ni un pediatra ni a un sicólogo infanttil que me explique la razón de los seres humanos de dormir con la cabeza apoyada en un artilugio que no sirve para nada. Por allí comencé. La investigación continuó y descubrí que ya, mucho antes de nacer la criatura se le busca un par de seres para actuar como padrino y madrina de bautizo. Es decir, sin consulta previa se condena a un niño a profesar una fe que no entenderá nunca, primero, por la corta de edad del recién nacido y segundo, por ser, todas las religiones de tipo dogmático, sin ninguna explicación, por lo que se llama dogma de fe. Ya desde el inicio se forma al niño en un culto basado en temor a Dios y en una cantidad de misterio fundamentado en la amenaza del infierno para que el alma sufra, por toda la eternidad, el castigo de la candela. Estos temores serán inculcados durante toda la vida y siempre escuchará a un sacerdote, encaramado en un púlpito, recordándole su futuro después de su último suspiro. Ciertamente, bajo esta coacción no se puede sembrar la inteligencia en un niño.
Una vez que el chico o la chica crece, cuando ya su cerebro ha sido inoculado con tantas estupideces religiosas, se inicia en una escuela. Algunos, en un colegio religioso, a manera de convertir al niño en un perfecto idiota. Casi por once años escuchando sandeces sobre un Dios que nunca verá y otros preceptos que solo sirven para infundirle temor hacia una deidad implacable y vengativa, quien toma venganza porque el niño no acepta lo referido por el cura profesor o una monja, en calidad de maestra. Los que no tienen la buena suerte de no ingresar al colegio religioso podrán iniciar sus estudios en una escuela laica privada u oficial. En tales depósitos de niños y adolescentes la cuestión no cambia, en dichos locales comienza la tortura de aprender, si es que lo logra, una cantidad de conocimientos que no le servirán para desenvolverse dentro de una sociedad. Prácticamente once años perdidos para no aprender nada en concreto. Son once años que solo servirán escuchar la perorata de un docente que viene repitiendo los mismos conocimientos desde hace años, con la certeza que estos no le proporcionarán nada al educando para instruirse en algo que le servirá para ganarse la vida. Once años tristemente perdidos, escuchado una monserga que solo le aprovechará para pasar a otro grado. Esto es lo que se llama la educación formal que solo deforma.
Paralelamente a esta educación formal esta la otra, la informal, la de la calle, la de la televisión y las de las redes sociales. La educación familiar es de muy poca la efectividad, dado que por lo general los padres trabajan en la calle y cuando llegan a casa se dedican a ver televisión. Los papás se entretendrán mirando en la tv los diferentes eventos deportivos, fumando y tomando cerveza y las madres, las telenovelas y los programas rosas de la tv por cable, ingiriendo papas fritas de una bolsa. Ambos intoxicándose a través de los ojos, la boca y los oídos. Ciertamente, así se inicia el niño mediante la caja boba, en un curso intensivo sobre la estupidez. Se instruye sobre: la mala bebida como las gaseosas, la comida chatarra, los comestibles empaquetados, las golosinas confeccionadas con harina con azúcar; la estupidez del fanatismo por algún equipo deportivo, nacional o importado; la violencia “casi natural” de las comiquitas y luego la de las películas por cable; la influencia de una cultura ajena alienante como la música, el baile, el consumismo, el sueño americano. Entre tantos contenidos nocivos los cuales contribuyen a deformar la mente de los jóvenes para incorporarlos a un modelo económico-político-social siniestro. El fin no es educar al joven, sino engrosarlo a la fila de millones y millones de persona que no razonan por su cuenta, solo actúan según los mensajes que aparecen en la caja boba y también, en las redes sociales.
Mediante los procedimientos anteriores el sistema ha diseñado el perfecto estúpido. El hombre ya adulto se ha convertido en un elector, está capacitado para depositar su voto en una urna electoral. La democracia burguesa los espera, los candidatos neoliberales venden un producto, tal como lo hace la publicidad en la tv y el joven ya adulto, con su voto asegurará la continuación y perpetuación de la democracia representativa. Está seguro que este es modelo normal, el único capaz de preservar y defender la “democracia y la libertad”, según lo refiere la tv y las redes sociales.
La tv y las redes sociales han hecho lo que deben hacer. Para esto cuenta con una plataforma mediática que puede llegar a todos los lugares del mundo y uniformar la conducta de los seres humanos. Ante un suceso que merecería ser repudiado por cualquier mortal, el estúpido no piensa, solo estará de acuerdo con lo que refiere la tv y las redes sociales:
Que el covid19 es un virus chino y estúpido lo repite sin vergüenza alguna; que Maduro es un narcodictador, entonces el alienado se hace eco por que el presidente de EEUU lo afirmó; que los palestinos son terroristas, el estúpido se llena de regocijo cuando mira contento a los niños muertos a lado de sus casas destruidas por la bombas sionistas; que los rusos intervienen en todas las elecciones de los países democráticos, el idiota, sin tener otra fuente de información está seguro de esto; que las sanciones económicas y el bloqueo económica se tomaron para solo perjudicar al presidente MM y el estúpido, esperando en una cola para echar gasolina, le da la razón al infórmate de la tv y de las redes sociales; que el bobolongo de Guaidó es un “presidente interino” y el estúpido lo cree, a pesar que el teléfono de Miraflores lo atiende el presidente MM.
Como se ve, según mi entendimiento la conversión a la estupidez de millones de personas no es una casualidad, no se nace estúpido, hay una operación a escala mundial para convertir a los humanos en seres que no razonen, “excelentes electores”, el sostén de la democracia burguesa, que actúan según los dictados de la tv y las redes sociales. Allí están los votantes para preservar el modelo neoliberal. Razón tuvo el escritor norteamericano George Horace Lorimer : “Las universidades no crean tontos, solamente los desarrollan”. Lee que algo queda.