Moneda del Sur: Golpe mortal al imperio

Las primeras transacciones comerciales se basaban en el intercambio directo de cosas de igual valor, por individuos dispuestos a cambiar una cosa por otra. La moneda proporcionó una unidad de intercambio más estándar, basada en la cantidad de metal precioso que contenía. Luego surgió la idea de mantener el metal precioso en bóvedas y emitir papel moneda representativo. Este desarrollo contribuyó a desligar el dinero de las cosas de verdadero valor (1).

Luego, con la creación del Banco Mundial y el FMI en 1944 (Bretton Woods) se estableció un sistema financiero global en el que cada gobierno participante aseguraba intercambiar su propia moneda por dólares de EE.UU. a una tasa fija, y EE.UU. aseguraba intercambiar éstos por oro a una tasa también fija (1).

Fidel Castro indica que ya por finalizar la Segunda Guerra Mundial se intentaba establecer una institución que regulara e impulsara el comercio mundial: había una desastrosa situación económica, consecuencia de aquella larga, destructiva y sangrienta guerra y surge el acuerdo de Bretton Wood, elaborado por algunos países, entre ellos los más influyentes y ricos. EE.UU. acumulaba el 80% del oro existente en el mundo y estableció una moneda de cambio fija sobre la base del oro: el patrón oro – dólar, combinando el oro con el billete norteamericano que se convirtió en la moneda de reserva internacional. Eso le dio un enorme poder y privilegio a los Estados Unidos, que lo han estado usando a favor de sus propios intereses. Le dio el poder de manejar la economía mundial, establecer las reglas, dominar el FMI (donde hace falta 85% de los votos para tomar algún acuerdo y con el 17,5% de ellos pueden bloquear cualquier decisión) (2).

Esto funcionó por dos décadas, hasta que se hizo evidente que EE.UU. estaba emitiendo más dólares, para financiar su carrera armamentista y comercial, que los que podía respaldar. Debido a la imposibilidad de respaldar el dinero en oro, en 1971, el presidente norteamericano Nixon declaró que ya no cambiaría dólares por oro. Las monedas quedaron desligadas de cualquier valor, salvo la compartida esperanza de que otros la aceptarían (1). Nixon pone a todas las monedas a fluctuar con todos los privilegios del sistema, el valor de sus bonos del tesoro, de sus billetes que continuaron obligadamente como moneda de reserva (2).

El paso siguiente fue el dinero electrónico, gracias al desarrollo de la computación y las telecomunicaciones. Los mercados financieros han abandonado las inversiones productivas. Por cada dólar que circula en la economía mundial productiva, circulan entre 20 y 50 dólares en la economía financiera pura (1). Este es un factor que, junto con la globalización de la producción, ha contribuido a la crisis económica global, pues la explosión del capital financiero no regulado desde la década de los 70 del siglo XX ha hecho que el 90% del capital en intercambios internacionales corresponde a especulación, y sólo el 10% a inversión y comercio (3).

Así es como en la práctica se institucionalizó el dólar como moneda internacional, obligando a todos los países a acumular reservas en dólares para hacer frente a las fluctuaciones de sus respectivas monedas, resultante del estado de su balance de pagos. Con este sistema, la Reserva Federal de los Estados Unidos no tiene necesidad de defender el dólar pues los Bancos Centrales de los otros países tienen que hacerlo para mantener la paridad de su moneda respecto del dólar (4).

¿Qué ocurre si los Estados Unidos están en déficit? En primer lugar, ellos pagan a sus acreedores en dólares, mientras que los otros países no pueden pagar con su moneda nacional. Pero esto no es lo importante. Si el acreedor exige que se le pague en marcos, el Banco estadounidense venderá dólares contra marcos. Lo importante es que los dólares destinados a pagar el déficit pesarán sobre el tipo de cambio dólar-marco, dólar-yen, dólar-franco, etc. Esta presión bajará la cotización del dólar por debajo de la paridad oficial, y cuando se llegue al punto de intervención obligatoria del Banco Central interesado, éste comprará dólares con su moneda nacional. El déficit estadounidense puede, literalmente, ser ilimitado. Por convención, por regla de juego, los dólares emitidos para financiarlo deben ser adquiridos a tipo de cambio fijo por los bancos centrales de los países que tienen un excedente frente a los Estados Unidos (4).

El sistema de Bretton Woods estableció pues un privilegio exorbitante a favor de los Estados Unidos en materia de pagos internacionales, que en los hechos, sirvió para que el resto del mundo financiara su déficit presupuestario (4).

Los Estados Unidos tenían en 1992 una deuda neta de 521 mil millones de dólares y una deuda bruta de más de 2 billones 500 mil millones de dólares (total de los dólares transferidos a no residentes) que corresponde a una creación de moneda internacional por los Estados Unidos, que ha progresado a un ritmo anual del 14 por ciento de 1978 a 1992 (4).

Si los Estados Unidos importan más de lo que exportan, es porque consumen más de lo que producen, gastando un ingreso que no han ganado. Es así como el país más rico se alimenta del ahorro de los otros, incluido el de los países en vías de desarrollo, cuando estos llegan a reembolsar una parte de su deuda (4).

El déficit comercial de EE.UU. alcanzó los seiscientos cincuenta mil millones de dólares en 2004. Buena parte de los bienes importados por EE.UU. son producidos por empresas norteamericanos cuyos productos ya no llevan el sello de “made in USA”. La deuda norteamericana es de 8,4 trillones de dólares y el hueco fiscal sobrepasa los 500 billones de dólares (5).

Esta fue la base de un desorden creciente del sistema monetario internacional que se institucionalizó en 1975 con el abandono del sistema de tipos de cambios fijos (reforma del artículo IV de los Estatutos del FMI, vigente desde 1978), que un economista especializado definió con la frase: "usted puede hacer todo lo que quiera con la condición de avisar con una nota al cuartel general del FMI". Es decir, se abandonó un principio ordenador del sistema monetario (el sistema de cambios fijos) pero se mantuvo en los hechos al dólar como moneda internacional, de manera que todo el resto del mundo continuó subvencionando la economía de los Estados Unidos, pues los bancos centrales de los otros países siguieron interviniendo para evitar la baja del dólar (4).

El déficit fiscal y comercial de EE.UU. es cada día mayor debido a lo insustentable de su sistema. El Imperio equilibra las cuentas por el poder de su economía y su ejército. Por el mecanismo descrito impone un dólar sobrevaluado, sin respaldo de valor, tan pronto lo necesita, emite billetes sin ningún respaldo. Así mismo, impone intereses altos a las deudas de los países no desarrollados. El proteccionismo (contrario a las reglas del liberalismo que pregonan) es otro elemento para sellar la brecha del déficit norteamericano con sus inmorales subsidios a su producción.

La repatriación de capitales de empresas norteamericanas en el exterior es otro mecanismo, sobre todo de aquellas empresas norteamericanas que se apoderan de los recursos de los países invadidos directa (Irak, Afganistán, etc.) ó indirectamente. El plan Colombia es ejemplo de este segundo caso, pues apunta a la oferta de la droga, no a su demanda. La demanda norteamericana ha creado un mercado de más de 50.000 millones de dólares anuales, de lo que un 94% queda en los bancos de EE.UU.

Por otro lado, al mismo tiempo que los países no desarrollados buscan financiamiento, la región tiene centenas de miles de millones de dólares en reservas invertidos en el primer mundo, lo cual constituye un verdadero absurdo. Por ello, el traer esas reservas a la región, juntarlas y administrarlas adecuadamente en un Banco del Sur, es decir, el inicio de una gran integración financiera, más que un imperativo económico, constituye un imperativo del sentido común y de soberanía. Para ello, por supuesto, deberá acabar ese sin sentido técnico de la autonomía de los bancos centrales, que, a espaldas de nuestros países, envían nuestras reservas fuera de la región (6).

Si bien la economía norteamericana es insustentable, no hay aún ninguna señal seria de la declinación de EE.UU. como potencia hegemónica, a pesar de los numerosos síntomas de crisis. Lo nuevo es que la extensión y duración de las crisis a las que nos hemos visto sometidos en las últimas dos décadas ya han sobrepasado en mucho los limites históricamente conocidos de las crisis cíclicas. El sistema en su conjunto se está aproximando a límites estructurales del capital. El gobierno de EE.UU. ya incumplió bajo la presidencia de Nixon al compromiso de la convertibilidad del dólar. El déficit comercial anual crece año a año. (7)

A mediano plazo, el Imperio está en decadencia. Todo imperio cae, y eso ocurre cuando se acelera el proceso de desigualdad social y económica (En EE.UU. el 1% más rico es dueño del 47% de las riquezas, mientras los más pobres se empobrecen más), cuando se hace insustentable por los rendimientos marginales decrecientes con respecto a la inversión en soluciones organizacionales a problemas económicos (EE.UU. tiene un sistema de derechos sociales y gastos de defensa insostenibles), cuando crecen los niveles de analfabetismo y baja el grado de entendimiento crítico y de conciencia intelectual (la mayoría en Norteamérica conoce más a Supermán que a cualquier personaje histórico, 120 millones de seres son iletrados o no leen más allá de un nivel de quinto grado de primaria, pero sí ven al menos 4 horas de TV, el conocimiento es una mercancía), cuando ocurre la muerte espiritual o vaciado de contenido cultural (el consumismo es la nueva cultura de EE.UU., sólo los slogan tienen valor). Eso está ocurriendo con el Imperialismo norteamericano, aunque tiene capacidad de maniobra para sobrevivir unas décadas más (8).

Lo cierto es que el dólar es el talón de Aquiles del Imperio y cualquier amenaza a la supremacía de éste como moneda internacional es considerada por él como un ataque. El uso del dólar como moneda de intercambio y de reservas es su mecanismo de balancear su déficit a costa de los demás. Por ello fue invadido Irak, pues comenzó a usar el euro en sus operaciones de exportación. Por ello están Irán y Corea del Norte en la mira. No se trata sólo del control de los yacimientos petrolíferos, de zonas estratégicas, sino del predominio del dólar como moneda mundial.

Si los productores de petróleo, por ejemplo, decidieran transar sus operaciones en euros en lugar de dólares, estaríamos en presencia de una especie de equivalente financiero de bomba nuclear dejada caer en el corazón de Wall Street. Eso obligaría a los bancos centrales de muchos países a desprenderse de gran cantidad de dólares que han almacenado. La supremacía de EE.UU. depende de su poder para obligar a las naciones que mantengan sus transacciones de compra y venta de petróleo en dólares (5). Yo en particular iría más allá: crear una moneda – cesta de la OPEP que no dependa del dólar, como tampoco exclusivamente de ninguna otra moneda.

El Banco del Sur, como estrategia conjunta de los países periféricos es un arma mortal para el Imperio, siempre y cuando apunte en la debida dirección. Si se desarrolla la moneda del Sur y se expresan las reservas de nuestros países en forma independiente del dólar, si se comienzan a usar diferentes monedas para las transacciones internacionales, el Imperio luchará a muerte, y estará herido de muerte. Esta es un arma estratégica, pero también el mayor peligro que podremos afrontar. Por ello, habrá que tomar la medida con sumo cuidado, en forma conjunta por todos los países periféricos, o al menos una masa crítica importante.



(1) Cuando las transnacionales gobiernan al mundo. David C. Korten. 1998.

(2) Una revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas, Fidel Castro, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 1999

(3) La Sociedad Global, Noam Chomsky, Heinz Dieterich

(4) La deuda externa, Alejandro Teitelbaum

(5) Imperialismo, Petróleo y profecías, Manuel Mariñas

(6) Rafael Correa, toma de posesión de la Presidencia en Ecuador

(7) Más allá del Capital, Hacia una teoría de la transición, Istvan Meszaros

(8) El crepúsculo de la cultura americana, Morris Berman.


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Leopoldo Alberto Cook Antonorsi


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