Vientos de la sabana

La guerra y el amor

Obama andaba molesto desde hace varios años con la revolución. Todo pudo empezar aquella vez en que el comandante Hugo Chávez le regaló el libro más emblemático de charrúa Galeano, donde lo conminaba a leer la historia saqueada y sufrida del pueblo latinoamericano. Ya allí, la molestia fue doble, primero por requerirle que estudiara como si para el imperio esa vaina importara mucho o por lo menos importara más que un negocio donde ganar alguno “churupitos” más; también se enojaría por la modesta solicitud que su mandato fuese más sensible con este lado del mundo que ha sido devastado durante más de cinco centurias…, como si eso también le importara, irónicamente, a un ya consumado y ensalzado premio Nobel de Paz.

En estos años de revolución la industria social de la imprenta ha rodado tanto que han sido millones y millones de libros que se han editado llevando luces y conciencia a un pueblo que fue subyugado con los grillos de la oscuridad. Ediciones brillantes que han paseado a millones de venezolanos por la historia amena y veraz, por la literatura universal y las aventuras asombrosas para jóvenes y los niños y niñas de la patria. La instauración de la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) que por estos días anda de exposición, fue un arma casi atómica de amor que a la gente del imperio y al consumado y ensalzado premio Nobel de la Paz de la Casa Blanca les molestó mucho porque cuando esta actividad liberadora tomaba forma y curso, pues, las tropas de marines asesinaban inocentes en los lados del medio oriente por Irak y Afganistán.

Por allí Obama ya estaba sospechando que Venezuela era una amenaza y mandó a afincar la escalada de saboteo a sus marionetas cómo Leopoldo López, Julio Borges, María Machado, Henrique Capriles y Antonio Ledezma, por citar los más apátridas, para que intentaran por mil y una forma derrocar el gobierno revolucionario que ya era hostil a sus intereses imperiales. Fueron esos días en que Venezuela recibió de la Unesco el diploma de tierra libre de analfabetismo. Un duro golpe para una nación donde la educación es privilegio y donde se enseña a tener y tener para dominar a los demás. La escuela del egoísmo, la universidad de la ambición, de la indolencia y el particularismo.

Lo anterior chocaba de frente con las ya implementada Universidad Bolivariana y la filosofía cristiana y socialista de aprender para servir, para ayudar, para crecer juntos, para la solidaridad, para la convivencia, la lealtad y el amor. La medicina en los barrios, la ayuda a la tercera edad con programas sociales dignos, el apoyo masivo al deporte, a la cultura, la amplitud democrática de participación y protagonismo, el agradecimiento y cuidado apasionado a la naturaleza, la gratuidad y dignificación de la vivienda para hogares más humanos, la inclusión social, la distribución más justa y equitativa de los recursos económicos de la patria y la posibilidad cierta que todos nos sumemos a la vida política del país como referencia de amor y de paz, ya esto sería un duro golpe al hígado al imperialismo que, pese a sus mentiras y engaños, tienen otros propósitos muy distantes de los valores humanistas del socialismo y de la filosofía de vida de un mundo mejor y más justo.

Ante tanto fracaso de la oposición venezolana por acabar los designios de las mayorías, pues el mismo Obama decidió emprender sus propias acciones bélicas señalando a este modesto país como una “amenaza” a los Estados Unidos, una potencia armamentista que posee unos presupuestos arrogantes para la guerra y sus nefastas consecuencias. Toda una molestia para el imperio por nosotros querer ser independientes, por querer autodeterminarnos, por querer construir unas sociedades más inclusivas y justas, por abrazar las causas del respeto y solidaridad internacional, por elevar las voces de la paz y del amor, palabras que “rechillan“ en la locura opositora, como los demonios se revuelcan cuando los reprende el Altísimo. Nuestras armas son los libros, los ríos, las aguas, el viento y las montañas; la sonrisa, la hermandad, los sonidos de los niños y niñas, el abrazo y el beso; la canción, los pájaros, la pelota, el papagayo, el perro y la rana; los alimentos y el hogar, los parques, el bosque, la mar y los caminos; la esperanza, la paz y el amor.


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Geovanni Peña

Diputado a la Asamblea Nacional. Militante del PSUV.

 santanajerez@hotmail.com

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