La presión internacional sobre Venezuela se profundiza y se torna cada vez más peligrosa para su recuperación económica y social. Estamos ante una conjura internacional que busca liquidar cualquier vestigio de la Democracia Participativa y Protagónica. La OEA es el instrumento de ejecución. La dolorosa circunstancia que vive el país es la excusa perfecta que se matiza con la ineficiencia burocrática y la intermitencia de desacertadas políticas públicas que no permiten enfrentar nuestra realidad económica y social. Nos acompaña la razón histórica como nación.
El 24 de marzo la cancillería de México difundió un documento suscrito por 14 países miembros de la OEA manifestando una supuesta preocupación por la situación de Venezuela y reiterando su defensa de la desvencijada Democracia Representativa en concordancia con los postulados y objetivos de la Carta Democrática Interamericana. Interpretan una aparente “alteración del orden constitucional”. Exigen al gobierno de Nicolás Maduro, la libertad de los presos políticos y la urgente convocatoria a elecciones generales. Se inicia, con este documento público, una nueva fase de una conjura dirigida desde el Departamento de Estado norteamericano con la participación activa de la cancillería de México.
El canciller de México, Luis Vildegaray, y su representación ante la OEA se han convertido en promotores de una alianza contra Venezuela en el decadente organismo internacional. Sus gestiones contra nuestro país buscan ganar indulgencias ante el gobierno norteamericano con una sumisa actitud que contradice el maltrato que reciben desde el coloso del norte. Sus gestiones comenzaron a dar resultados cuando el documento fue suscrito por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, EEUU y Uruguay. Posteriormente se sumaron Barbados, Bahamas, Jamaica y Santa Lucía para completar los 18 miembros (mayoría simple) necesarios para convocar una Sesión Extraordinaria del Consejo Permanente teniendo como punto único de agenda el informe presentado por Luis Almagro donde se pretende evaluar la situación de Venezuela desde una perspectiva ajena a nuestra realidad económica, política y social.
El “informe Almagro” en sus 75 páginas contiene, en detalle, los planteamientos de la MUD. No busca evaluar la realidad venezolana para proponer alternativas de solución ante la crisis que vive el país. No plantea la cooperación internacional en el marco del respeto a la autodeterminación de los pueblos. Con este informe, Almagro se consagra como escribiente y vocero de la oposición venezolana. Su alianza con la cancillería mexicana, para postrarse al servicio del Departamento de Estado, le ha permitido aglutinar 18 votos contra Venezuela y la seguridad de sumar el apoyo de Guyana, Trinidad y Belice que, hasta ahora, ha permanecido “neutral” por presidir el Consejo Permanente de la OEA. Serían 21 votos para aprobar el “informe Almagro” y dejar abierto el debate sobre la “emergencia humanitaria” como antesala para la “injerencia humanitaria” sustentada en el Derecho Internacional Público.
Aunque la votación final no permita activar la Carta Democrática Interamericana, ni la suspensión de Venezuela de la OEA, se hace evidente que la conjura contra el país avanza y aleja las posibilidades de su recuperación económica. El objetivo de aislar a Venezuela en el contexto internacional sería redimensionado por el impacto mediático y la desestabilización regional frenaría el proceso de integración latinoamericana y caribeña, golpearía a PETROCARIBE para abrir cauce al capital transnacional y la restauración del neoliberalismo.
El escenario internacional se torna difícil y complejo para Venezuela. Es el resultado de la conjura internacional, el avance del neoliberalismo en América Latina, la “guerra económica” con sus matices y la acumulación de errores en el diseño, aplicación y defensa de políticas para relaciones internacionales. La ausencia total de audacia diplomática, la falta de formación permanente y la arrogancia burocrática han devenido en una vocinglería que sirve para recibir aplausos desde las gradas, pero no alcanza para enfrentar la difícil y compleja situación que amenaza al país en el ámbito internacional.
Ante esta realidad, es urgente invocar y convocar a un nuevo consenso nacional en defensa de nuestra Soberanía. Denunciar a quienes celebran cualquier modelo de intervención en nuestro país. Unificar todas las expresiones sociales y políticas en defensa de la Patria. Convocar personalidades e instituciones para conformar un Gran Consejo Nacional para Relaciones Internacionales bajo la coordinación del Presidente de la República. Articular la movilización de los movimientos sociales y políticos de América Latina en solidaridad con Venezuela. Exigir a UNASUR y CELAC un pronunciamiento sobre los ataques contra Venezuela desde la OEA.
Venezuela ha sido solidaria, generosa y respetuosa en sus relaciones internacionales. Hoy, no basta exigir respeto, es necesario saberlo exigir para lograrlo. No es tiempo de dejar constancia de reclamos…es tiempo de alcanzar victorias…verdaderas victorias…