Me pasa con la inmortal Acta de constitución del Gobierno de Transición Democrática y Unidad Nacional, la de Carmona del 12 de abril de 2002, lo que con El Quijote. Siempre les encuentro al releerlos cosas sorprendentes.
Salvo que algún opositor haya renegado de esa Acta en su momento, no vale que ahora, cuando ya no tiene gracia, me venga con que no está de acuerdo con ese esperpento, que ríete de don Ramón del Valle Inclán. Esa Acta excelsa es la suma del pensamiento político, doctrinario, teórico, filosófico de la oposición. Una maraña inextricable de contradicciones, arbitrariedades, una masa psicótica de galimatías en que nada se sostiene ni nada pega con nada. El propio desastre intelectual, lógico, científico, académico, producido por lo más granado y destilado de los cerebros de la oposición, que no mencionaré porque ellos, con su humildad franciscana, niegan ser sus autores. Pero lo firmaron, lo aclamaron de pie y pocos lo denunciaron cuando era gallardo recusarlo.
He fatigado tomos buscando en qué se basa la doctrina política de la oposición. Nada. Porque Chávez, a quien acusan de autócrata, respeta los resultados electorales adversos, por ejemplo, y aguanta que insulten a su familia. Manda a olvidar la Lista de Tascón, aunque algunos fariseos la usan aún. Y así. Estos no.
Porque los sátrapas orientales y los tiranos antiguos tenían límites. Luis XIV, Rey Sol, el Estado soy yo y todo, etc., tenía límites cuando decía que “el primer servidor del Estado soy yo”. Y una vez en una bronca con un alto duque, partió en dos su cetro y lo lanzó por una ventana, “para no apalear a un gentilhombre”.
Límites. Estos no. Salvo los que les dicta la Embajada. Abrogan todas las instituciones democráticas en el Acta Inmarcesible gritando “¡democracia, democracia!”. Parecen locos. Son locos.
Los niños manos blancas exigieron en medio de una pataleta debatir en la Asamblea Nacional, en cadena nacional, ante la prensa nacional e internacional. Hasta se tiraron al suelo en el Consejo Nacional Electoral. Y cuando los complacieron salieron en el trote más ridículo de la historia venezolana. Esa es la clave: la doctrina de la oposición es la del niño malcriado, que si no encuentra a su papá en su casa lo encuentra en la calle.
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