Sin duda alguna que el factor petroleo es la razón de mas peso para hacer de nuestro Pais un codicioso atractivo, al que muchos gigantes de producción masiva o industrializados les gustaria dominar decisivamente. Sin embargo, el principio de la selección natural, que establece el orden jerarquico ante esas aspiraciónes, deja claramente determinado sin ambigüedad a todos esos pretendientes que ese privilegio queda absolutamente reservado al macho alfa de las potencias. El que ademas de la razón meramente energetica, se siente asistido por todas las que van inherentes a su papel dominante; una de las cuales es la reafirmación, a como diera lugar, de la influencia y el intervencionismo demarcado por el aspecto geografico, contundemente determinado desde principios del siglo diecinueve, 1823, por la doctrina Monoroe, sintetizada en: America para los americanos. Presentada por Joseph Monroe, a quien se le atribuye; pero que en realidad fue preparada por su sucesor Jhon Quinci Adams, VI presidente de Estados Unidos y sucesor de Monroe. Dirigida especialmente a las potencias europeas, afirmando que no toleraría niguna intromision de sus pasies, en america continental.
Aunque para nosotros, esa doctrina de hace casi dos siglos sea colonizadora, además de extemporanea y nos recuerde la oprobiosa esclavitud de los pueblos de africa y el vasallaje total de los nuestros, no ocurre asi con la esencia de los postulados doctrinarios de ningun imperio. Para ellos, el afan de domniio total es un bien inperecedero e inalienable. Para ellos, no somos mas que fardos de mercancia o números obligados a concurrir; a pesar de todos nuestros sufrimientos y el subdesarrollo mas absoluto de mas del ochenta por ciento de nuestra gente; a sus libros de contabilidad y para hacerlos cada vez mas podrososos.
Sobre esas bases, Estados Unidos pretende reposesionarse de su pasado tutelaje omnimodo sobre Venezuela. A la cual mira como a su Pais de piedra angular que contiene el elixir esencial que mueve el mundo moderno, pero no la vida moderna y la industria “del mundo” en su contexto global: lo cual deberia ser lo menos generoso y mas equitativo a que solidaria y moralmente deberia estar obligado. Solo y posesivamente quiere el petroleo, “para su propia industria” y mantener en constante actividad todo cuanto gire alrrededor de un eje, cuya carencia afectaría de la manera mas directa y letal que cualquier otra contigencia, su aparente invulnerabilidad como primer Pais industrializado y primer consumidor energetico del mundo, que consume casi la mitad de la energia que se produce en el.
Pero ademas de el aspecto energetico y geografico, estan presentes otras consideraciónes en la que destaca una que no deja de ser de vital importancia estrategica para una superpotencia: “la influencia politica”, de la cual derivan, y define en la practica, todos lo beneficios y el poderio que hace respetar y temerla. Del tino en la pericia politica en cualquiera de los extremos de que Estados Unidos se valío para sostener y aumentar su rol hegemonico, dependió siempre toda esa preponderancia; como ocurria sin nigún percance hasta que un loco en un pedacito de tierra anclado en el mar caribe, a un tiro de piedra de sus costas, abrió una pequeña pero gigantesca brecha moral, vulnerando y derogando con su osadia cargada de dignidad y profunda sensibilidad social, la invulnerabilidad que habia proclamado para el domionio terrorial de estados unidos la Vieja leyenda de la doctrina Monroe. Un pedacito de tierra situado a un tiro de piedra de sus costas, cuya voluntad y determinación inquebrantable tuvo su climax en la crisis de los cohetes, que colocó al mundo al borde una tercera guerra mundial en octubre del 62. Desde ese pedacito de tierra, pero gigante en alma, Fidel dio la primera dentellada moral a esa doctrina.
A partir de esa avanzada, que logró mantenerse a costa de sangre y fuego, heroicamente, los latinoamericanos vieron en ello un faro que nos decía que, independiente de ser comunistas o de ideología política alguna, si podíamos ser dueños de nuestros propios recursos y primordialmente de nuestros propios destinos, sin ningún tutelaje, sin atacar ni destruir ningún imperio por que queramos destruirlo. No se trata de acabar con nadie que no sean los terribles males y carencias que comprimen a nuestra gente. Queremos a nuestros países libres y que los imperios sean lo que quieran ser y hacer con su libertad; es cosas de ellos. Nosotros, queremos nuestros recursos y ejercer a plenitud nuestras soberanías, para hacer con ello lo que mejor convenga a nuestros intereses, usufructuándolos e intercambiarlos y mercadearlos con el resto del mundo de manera equitativa; como una forma mas expedita de salvar del hambre y la miseria en que ha vivido mas del ochenta por ciento de la población general, bajo la mirada indiferente de los que nos deben, hasta el hartazgo, la mas elemental reciprocidad que brilló siempre por su ausencia tanto externa como internamente. Afortunadamente para todos, los objetivos trazado por “los hombres que iluminaron la noche” aquel cuatro de febrero, se mantienen navegando viento en popa, a pesar del las tormentas y de los infames mercaderes de patria.
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