Para la señora Clinton la democracia es algo diferente a la soberanía popular. Según el “nuevo” concepto de democracia esgrimido por la Secretaria de Estado del gobierno Obama, más allá de las decisiones soberanas tomadas por el pueblo a través del sufragio, existen formalidades como la separación de poderes, que serían condiciones obligadas para cualificar en la acepción democrática.
Tal parece que el valiente general Romeo Vásquez Velazquez y el jubilable diputado Micheletti, ya habían preconizado esta nueva definición de democracia, cuando para garantizar la sacrosanta separación de poderes, decidieron separar bruscamente al Presidente Constitucional José Manuel Zelaya de sus legítimas funciones.
Claro, esa legitimidad apenas le venía de una simple elección popular, y eso no quiere decir democracia. Democracia es que Zelaya esté bien separado del poder, de su Pueblo, de su Patria y de su familia. Eso si es democracia. Corrijamos el diccionario.
La teoría de Hilary causaría hilaridad sino fuera por los dramáticos sucesos que vive el hermano pueblo hondureño y la gravedad de sus implicaciones.
Comentamos esto al momento que un emisario de los secuestradores de Zelaya, declara en Costa Rica con sobrada satisfacción, que la última propuesta del mediador nombrado por Washington, reconoce la vigencia de las instituciones del Estado hondureño. La trampa ha funcionado.
Estos adalides de la democracia y la legalidad, animados por la morbosa sumisión de Oscar Arias, están sembrando doctrina en la teoría de los derechos, que ya envidiarían un Fray Francisco De Vitoria y un Norberto Bobbio.
Les confieso que he buscado como palito de romero en la legislación hondureña y en otros códigos antiguos incluidos los bárbaros y los piráticos, alguna norma que establezca la sanción del secuestro con agravante de nocturnidad y la expatriación para quien ose cometer el delito de intentar consultar al pueblo sobre algún tema de interés general, y no consigo antecedente parecido ni jurisprudencia en la materia.
Tampoco se conoce precedente al hecho inverosímil de que un Presidente a quien se haya aplicado este originalísimo Código Vásquez-Micheletti, haya dejado en el buzón de correos una carta de renuncia tres días antes de la aplicación de la pena. Una pieza digna del teatro de lo absurdo. Aunque el símil ofende a aquellos geniales creadores.
Pero no es así de loca la concepción democrática de la señora Clinton, acostumbrada a participar en extravagantes escenas de mamaderas de gallo. La cosa es bien seria. Está en juego el destino de todo un continente.
La democracia, desde los griegos, quedó definida, en oposición a monarquía y aristocracia, como gobierno de las multitudes y de los más. En Estados Unidos se formó el manoseado concepto lincolniano de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
La señora Clinton y los golpistas hondureños, con diferentes niveles de elegancia y glamour, son igual de democráticos. Oscar Arias lo certifica.
caciquenigale@yahoo.es