Para nadie es un secreto que el gobierno colombiano persigue, no ahora sino desde hace varios años, generar inestabilidad en la región para tratar de subvertir el avance del proceso integracionista que ésta experimenta. El disparate de acusar al gobierno venezolano de entregarle armas a las Farc, a la vez que se denuncia una supuesta financiación de esa organización guerrillera a la campaña de Correa en Ecuador (es decir, necesita que la ayuden pero ayuda a otros), no es sino un ejercicio más de aplicación de una absurda estrategia de desinformación montada con meticuloso cálculo desde los Estados Unidos con la finalidad de desacreditar a los gobiernos bolivarianos y convertirlos en gobiernos forajidos.
El golpe de Estado en Venezuela, la intentona separatista en Bolivia, la violación a la soberanía ecuatoriana por parte de Colombia, el affaire del maletín contra Cristina Kirchner, las acusaciones de fraude en Nicaragua, el ridículo caso del computador de Reyes, el intento de derrocamiento de Álvaro Colom, el brutal golpe en Honduras y la actual agudización de las tensiones entre Venezuela y Colombia, tienen como único hilo conductor la manipulación ejercida de manera sistemática por los medios de comunicación privados del continente en la búsqueda de la subversión del orden constitucional en cada uno de nuestros países.
Considerar hoy a los medios de comunicación como un problema de seguridad de Estado, es un tema de urgente e impostergable discusión entre los mandatarios de la región, para lo cual debe darse cuanto antes una cumbre al más alto nivel que tenga como agenda exclusiva este asunto en el que los pueblos exigen cada vez más la debida protección por parte de sus representantes. No pueden seguir siendo indiferentes los gobiernos latinoamericanos, a esta cada vez más peligrosa amenaza que ya hoy genera la mayor cantidad de conflictos sociales entre nuestros pueblos.
La estatización de los medios (que para algunos pudiera sonar descabellado) es tan necesaria hoy para nuestras naciones como en el pasado lo fue la abolición de la esclavitud, considerada entonces, también, como una gran empresa privada. De no hacerlo, lo que se cierne sobre nuestros pueblos de manera inevitable (como también lo fue en el pasado) es el horrendo escenario de las guerras civiles.
albertoaranguibel@gmail.com