El tiempo, que al final expone los hechos para que el libre albedrío de los racionales juzgue, hizo al azar de las circunstancias que dos procesos electorales ocurrieran simultáneamente y en dos países diferentes con diferenciaciones evidentes en lo político y en lo moral que les sirvió de sostén a ambos acontecimientos. El evento ocurrió sincrónicamente en Uruguay y en Honduras. En Uruguay, donde vienen dándose importantes procesos de cambio socio-económico auspiciados por el presidente saliente con gran arraigo popular, Don Tabaré Vásquez, líder indiscutible de una sociedad uruguaya sedienta de justicia y garante de las reivindicaciones obreras seriamente lesionadas por la burguesía y los eternos opresores del pueblo. Y en Honduras, donde hubo de iniciarse un proceso de distensión con las clases pequeño-burguesas y el sector latifundista explotador de los sudores mas sacrificados del pueblo hondureño.
En Uruguay, un limpio proceso eleccionario de segunda vuelta, produjo un transparente resultado, para que un hombre de amplia trayectoria de lucha revolucionaria alcanzara la máxima magistratura al calor de un pueblo que ha notado ya con mucha claridad, que las formas de vida que muestra el socialismo son las mas cónsonas con el progreso que requieren las grandes mayorías de la población universal.
En Honduras, después de un perverso y audaz golpe de estado que derrocó al presidente constitucional, la banda fascista envalentonada en el poder y aupada, ya sin duda, por el imperialismo yanqui y la derecha internacional, intenta maquillar sus tropelías usando una infame convocatoria a unas elecciones espurias acomodadas al servicio de los más sombríos intereses del oscurantismo internacional. En Uruguay, donde una altísima participación electoral, tuvo la honra de ratificar la dignidad de ese pueblo encomendándole al líder social Pepe Mujica la misión de continuar con los procesos de cambio que Tabaré apuntaló. En Honduras, donde ya casi preso el presidente Manuel Zelaya, unos militares apuntalados por el pentágono y la sigilosa vigilia de la administración Uribe-Obama intentaban obligar al pueblo vanamente, a las contrahechas urnas electorales. Pero lo que nunca es vano es la lucha de los pueblos. Y muy temprano, como en Uruguay cuando el tiempo se haga participe de la probidad, el pueblo hondureño apenas con la tardanza que la reorganización popular requiera, alzará en el corazón de América sus banderas para imponer la justicia que hasta hoy le ha sido esquiva.
(*) INGENIERO GEÓLOGO
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