¡Yo escribo lo que veo!
A veces, tratamos de entender a los que dirigen la política macroeconómica venezolana, sobre la visión que tienen de las relaciones entre los ingresos nacionales y las remuneraciones o compensaciones laborales. Pero hay algo que no cuaja en la realidad microeconómica.
En el siglo XXI, los estudiosos del Desarrollo se preocupan más por el entendimiento del bienestar, por ello de la pobreza, por encima del tema del ingreso y su distribución. Por tanto, priorizan en la salud y la educación como bases para el desarrollo. Tienen su lógica: Si no hay salud no hay vida, si no hay vida no hay producción. Si no hay buena educación o formación no hay buena producción, sino hay buena producción no hay altos ingresos. Esa es la visión de la realidad económica dominante en el Banco Mundial, donde evidentemente, no mandan socialistas.
Muchas veces, esos planificadores macroeconómicos, que viven viendo Cuentas Nacionales, se olvidan que debe existir un acoplamiento estructural entre sus decisiones y la realidad microeconómica (visión integral), donde cohabitan empresarios o patrones (públicos o privados) y trabajadores a la vez. Si estos últimos no tienen un buen ingreso familiar producto de una buena compensación laboral (sueldos, salarios, prestaciones), entonces viene LA INSATISFACCIÓN LABORAL, que cuando se hace masiva, se traduce en una INSATISFACCIÓN SOCIAL. Ésta última, si no se atiende a tiempo, es un paso previo a LA IMPLOSIÓN SOCIAL.
La insatisfacción laboral, cuando es sistémica, conlleva a menos rendimientos en las organizaciones, que afecta la productividad, el deterioro en la calidad del entorno laboral, disminuye el desempeño, genera ansiedad y desconfianza hacia los jefes, aumenta las quejas, conduce a la deserción, al ausentismo, a buscar otro empleo, y en algunos casos, conlleva a protestas.
Evidentemente, todas esas secuelas laborales ocasionan pérdidas en la rentabilidad y competitividad en las organizaciones, sean públicas o privadas, porque afectan el rendimiento productivo. Como consecuencia, en el mercado de bienes y servicios se traduce en menos producción (oferta), algo adverso a los objetivos que persiguen los planificadores macroeconómicos, precisamente: aumentar la producción a nivel nacional.
El objetivo central de una planificación con sentido socialista, es alcanzar resultados que aproximen la satisfacción laboral (social) por medio de una compensación justa y dignificante, que al menos permita cubrir las necesidades básicas materiales, sociales e intelectuales como lo establece el artículo 91 de la CRBV, con la satisfacción gubernamental del cumplimiento de las metas macroeconómicas planteadas: aumento de la producción, crecimiento económico, más empleos, menos inflación y mejor capacidad competitiva nacional.
Insistir siempre, que el reto de la economía socialista no es mejorar las cifras macroeconómicas sino aumentar "la suma de felicidad posible a la población" en el contexto político, económico, social y pandémico que sea. Allí prela la creatividad y el compromiso social que se tenga.
¡Indexación del salario al ritmo del dólar Ya!