Ocasión de dirigirnos en fin de año al empresariado venezolano y sin reproches

A menudo por estas fechas sale a relucir la figura patronal de la empresaria o empresario.

A nuestro tiempo vivido resuenan en mente testimonios, relatos y documentos que categóricamente ponderan la actitud del sector empresarial hacia los trabajadores por concepto de fin de año. El pago de utilidades y bonificaciones recibidas de conformidad con la ley y también por conciencia del patrón.

En el caso del Estado venezolano transcurriendo el año 2012 entró en vigencia la Ley Orgánica del Trabajo, las Trabajadoras y los Trabajadores. Con ella la supremacía patronal de la anterior Ley, con artículos mayormente en detrimento de las trabajadoras y trabajadores, quedaba atrás. La actual LOTTT otorga el privilegio absoluto a los créditos adeudados a los trabajadores o trabajadoras sobre cualquier otra deuda del patrono o patrona.

Por otra parte, en 2016 tuvimos, por votación popular y avaladas por el CNE una Asamblea Nacional conformada, en su mayoría, por representantes del sector empresarial privado y voceros de partidos ultraderechistas no afines a los principios y objetivos de la LOTTT decretada en su momento por el presidente Hugo Chávez. Pero llegados los opositores con mayoría legislativa intentaron derogarla bajo argumentos de ajustarla a las exigencias del mercado económico internacional.

Hemos citado dos momentos de gran relevancia que induce conocer parte de la historia reciente en materia laboral que identifica el papel del Estado como garante de distribuir las riquezas equitativamente. De ahí esa diferencia con países occidentales pero enfocando en este momento más hacia el empresario consciente del liberalismo con que actúa y dirige sin dejar de lado facultades propias nacidas del talento humano.   

Además de  tomar en cuenta los médium positivo y negativo con que a la vez intentamos explicar el buen ejercicio empresarial en un país altamente polarizado y llamado a  resolver todos sus problemas económicos de manera interna. Es decir, la conciencia suprema en cuanto la obtención de ganancias frente a los marcados niveles de pobreza existentes en la población.  

Siendo menor de edad nos iniciamos como trabajador del sector privado. Lo hicimos con nobles propósitos. Se trataba de ganar dinero con el valor a cambio de nuestro propio esfuerzo. En medio de esas primerísimas experiencias pasamos por situaciones altas y bajas sin descartar, ciertamente, el significado a ser parte del sistema de educación superior como  camino gradual hacia la profesionalización. Lamentablemente la falta de salud plena no solo nos causará incomodidades físicas sino también afectivas.

No obstante, inquietudes o habilidades hacia las artes gráficas nos influyeron en eso de tomar lecciones y hasta, de manera improvisada, esquematizamos especie de mini empresa como un plan publicitario a desarrollar con el devenir de los tiempos pero, como ya mencionamos, los problemas de salud se agudizaron.

Ahora bien, lo interesante es cómo, desde la perspectiva individual o desde la lógica del trabajador, en el sector privado, nos empezamos a formar criterio desde nuestra realidad inmanente. Tuvimos esos momentos bajo el sol de cómo nos sentíamos dentro de los parámetros de toda organización en cuanto a planificación, control, supervisión y evaluación. En muchos casos dando resultados rápidos e inmediatos. Siendo lo más importante, sin comprometer la salud física ante posibles riesgos laborales, el aprender durante esos primeros años como trabajador de oficina saber relacionarnos.

El empresario en la actualidad

El artículo 112 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece que “toda persona puede dedicarse a la actividad económica de su preferencia, sin más limitación que la prevista en la Constitución y las leyes. El Estado debe promover la iniciativa privada, garantizando la creación y distribución junto a la riqueza”. 

Desde luego, tras fuertes medidas coercitivas y de estrangulamiento a la economía nacional partiendo de la producción petrolera hasta pasar por empresas de importación, especialmente las de materia prima, los productores venezolanos presentes en el país, siguen cruzando todo tipo de dificultad y muy buena parte de ellos han podido sostenerse con grandes esfuerzos impulsados por el Estado.

Ejemplos tenemos para discutir y evaluar en sectores como agricultura, ganadería y  pesca. De allí que se perciba el alto volumen productivo de hortalizas, frutas, carnes, huevos, delicias del mar. Conjuntamente va de la mano el sector agroindustrial con variedad de marcas de harina de maíz, leche, granos, enlatados, envasados, empaques de pastas, arroz, entre otros.

De modo debe reconocerse, en beneficio de los centros urbanos con mayor densidad poblacional, el grueso del sector empresarial nuestro tenga apoyo del Estado venezolano y esté navegando aguas más tranquilas y avizoren mejores tiempos para la producción.

Por eso es comprensible medir el rol empresarial partiendo de crisis económicas, especialmente de Latinoamérica, dado más que todo por el manejo de la producción dictaminada por la oferta y a la demanda sin que los gobiernos tengan un papel limitante. Situación muy criticable por estos tiempos.

En términos reales una empresaria o empresario posee líneas y características que lo definen como tal.

Decía Guillermo Martínez D., autor mexicano a inicios del presente siglo sobre no conocer promotor industrial que viva tranquilo; empresario promotor que tenga buen dormir; no conocer un empresario con su industria en crecimiento que lleve una vida plácida y feliz.

De igual manera señalaba “el manejo de las empresas es un arte difícil, muy duro y para hombres muy hombres (también las hay con buenos ovarios decimos nosotros acá), porque a los empresarios y empresarias se les hace reproches dentro de sus consejos; por el esfuerzo social para que cumpla con normas y estándares de calidad; por el forcejeo de las negociaciones obrero-patronales; para que baje los precios; para que no agote su paciencia ni fuerza de resistencia y no venda a un competidor extranjero; que no vaya al paso de la tecnología; que tenga dinero y también porque no tenga suficiente capital para ser el mejor empresario del mundo. De igual manera es reprochado por no pagar suficientes impuestos; por regatear salarios; por no crecer al ritmo de la imaginación de la gente que no sabe de industrias ni de empresas.  Con tanto reproches se insiste hasta que se le destruye.

Cualquiera lea lo anteriormente descrito podría suponer tener un negocio, hacer dinero, inventar, innovar, emprender, desarrollar, progresar es dañino. Cosa que efectivamente han querido inducir sectores monopólicos tras la llegada del proceso Bolivariano en detrimento de los trabajadores y las trabajadoras, en esfuerzo colectivo, dirijan sus propios destinos 

Entre 2007 y 2008 tuvimos nuestra propia iniciativa dentro de un emprendimiento publicitario e informativo y el modelo a seguir era por medio de una organización con ánimos de triunfar. Nos vimos obligados ingresar luego en el campo de la docencia asumiendo compromisos dentro del Ministerio de Educación. En todo caso cumplimos roles en la investigación, la comunicación y la información de manera moderada.

El papel del empresario ante reales oportunidades

Esa es y ha sido nuestra posición. Estamos de acuerdo del valor y el papel que juega el empresario. En Venezuela se necesita empresarios. Se necesitan muy buenos empresarios. Requerimos de calificados empresarios. El Estado venezolano sabe de esa responsabilidad suya para el crecimiento, reflote y sostenimiento de la economía nacional.

Pero en las circunstancias actuales la trabajadora y el trabajador no la tienen de todas consigo. Hablamos del empleado público (y es un tema para tratar en otra ocasión) que ha visto cómo su sueldo dista de la realidad viéndose afectado en sus prestaciones sociales. Sin embargo el Estado como tabla salvadora logra subsanar por medio de bonos los ingresos a miles de familia golpeadas por la crisis económica venida de la merma de su principal fuente de capital como son los hidrocarburos. En cambio el sector privado como motor impulsor para la generación de empleo, redistribución de las riquezas, desarrollo equilibrado y democrático entre sus habitantes persiste la buena fe del Estado en un crecimiento justo y necesario dada todas sus potencialidades vaya más allá de sus riquezas petroleras. Por ello en el pensamiento y actuar del empresario venezolano residente o no en el país deben quedar atrás las angustias desestabilizadoras y las arrogancias monopólicas que tanto daño nos han causado. Así que para todos ustedes ¡Feliz año nuevo 2025!

 


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Brígido Daniel Torrealba


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