El conflicto en Sidor es un síntoma claro de las contradicciones que se viven hoy en Venezuela. Quienes pretenden derrotar y someter a los trabajadores en este capítulo de la lucha de clases son los representantes de la empresa transnacional Ternium, de capital argentino mayoritariamente, y sus aliados de la burguesía local y la burocracia.
Sidor fue entregada al capital transnacional por los traidores de la
derecha neoliberal en la década pasada, y el actual gobierno incumplió
el anunció realizado en el 2007 de reasumir su control estatal. La
razón por la que se negó a adquirir la mayoría de las acciones de Sidor
(de las cuales posee actualmente el 20%), está en los compromisos
adquiridos con los gobiernos burgueses de Suramérica, a los cuales
favorece dentro de la estrategia de una integración bajo signo
capitalista. El gobierno favorece de manera absoluta esta perspectiva
frente a lo que una política socialista dicta en un conflicto de
clases: ponerse del lado de los trabajadores, y no del lado de una
empresa capitalista transnacional. Una victoria obrera significará
también una derrota contundente para esa política gubernamental.
Si
hacemos un breve recuento de la actuación del gobierno, a través del
Ministerio del Trabajo y los cuerpos represivos, en este conflicto,
podremos apreciar que se trata de la defensa incondicional de los
intereses de Ternium, quien representa la mayor inversión argentina en
Venezuela. La primera medida tomada en esta etapa del conflicto
consiste en librar una orden de captura en contra de varios miembros
del sindicato Sutiss, en el momento en que se retoman las discusiones
del contrato colectivo. Se persigue a los trabajadores por una
paralización reivindicativa realizada hacía más de un año. Semanas más
tarde, ante el fracaso de la negociación entre Sutiss y la empresa, y
la tramitación de todos los requerimientos legales para poder ejercer
el derecho a la huelga, el Ministro del Trabajo intenta imponer una
junta arbitral tripartita, a la que llama cínicamente "obrerista" y
"bolivariana", y amenaza con decretar la reanudación forzada de la
faena en caso de que se realice una huelga. En esta y todas sus demás
actuaciones, el ministro demuestra ser un lacayo de la transnacional.
En la mesa de negociaciones, la propuesta del gobierno fue aceptada por
la empresa, quedando unificada, incluso formalmente, la posición del
ministro y la de la transnacional, y lo que es más grave, esa posición
conjunta no asume la exigencia de que los conceptos salariales se
ajusten a la Ley Orgánica del Trabajo.
Los
trabajadores inician una serie de paralizaciones escalonadas. Ante la
demagogia desesperada del ministro al querer imponer un referéndum con
la propuesta patronal, la asamblea de base extiende una de estas
paralizaciones, de 48 horas a 80 horas. Es en este contexto que ocurre
la agresión de la Guardia Nacional en contra de los trabajadores, el 14
de marzo. Para disolver una tranca en la autopista que da a los
portones de Sidor, los cuerpos represivos atacan, hiriendo a decenas de
obreros, y deteniendo alrededor de cincuenta de ellos. Además, la
policía regional y la Guardia Nacional realizan actos vandálicos, al
dañar varios vehículos, romperles los vidrios y extraer bienes de valor
que se encontraban dentro de ellos. A uno de los directivos de Sutiss
le disparan perdigones a quemarropa y le dan un balazo en una pierna.
Los
hechos recordaron la brutal represión de la Guardia Nacional en contra
de los obreros de Sanitarios Maracay, en Abril de 2007. En ese
conflicto el gobierno también se negó a nacionalizar la empresa, y se
puso al servicio de un explotador nacional, el adeco Álvaro Pocaterra.
La
posición de esa llamada burguesía nacional, que según el gobierno es un
aliado en la construcción del Socialismo del Siglo XXI, no podía ser
menos abyecta. Omar Martínez, presidente de la Alianza de Cooperación
Empresarial Siderúrgica (ACES), un grupo empresarial que representa a
gran parte de las contratistas que cumplen la función de tercerizar el
empleo en Sidor, a los pocos días manifestó su apoyo a la represión y
al Ministro del Trabajo, y abogó por un cambio en la posición de
Sutiss. El grupo empresarial simplemente defiende a quienes defienden
sus intereses. Una de las banderas más importantes de los trabajadores
es la incorporación de los 9 mil trabajadores tercerizados (casi las
dos terceras partes del total de trabajadores, y quienes padecen las
peores condiciones laborales) al contrato colectivo.
Desde
la prensa privada, hasta los medios del Estado y el Diario Vea; desde
los burgueses, nacionales y extranjeros, hasta los burócratas pseudo
socialistas; desde todos los espacios de la burguesía y la pequeña
burguesía, en el gobierno y en la oposición derechista; se ataca a los
trabajadores y se intenta ocultar la legitimidad de sus acciones. Los
revolucionarios no pueden dudar de su lugar en la lucha de clases,
siempre ha estado y siempre estará al lado de los trabajadores. Un
triunfo en Sidor será de toda la clase trabajadora, por lo tanto las
huelgas de solidaridad deben activarse en Guayana y en todo el país.
Todos los trabajadores a los que se les niega la discusión de la
contratación colectiva están pendientes de lo que ocurra en la
siderúrgica más importante de Suramérica. Un triunfo obrero inclinará
la balanza en favor de la clase obrera, que encontrará en la
movilización y en el uso del derecho a huelga, instrumentos para
derrotar a los explotadores. El movimiento popular debe expresar su
solidaridad con los obreros en lucha, y exigir al gobierno la
nacionalización bajo control obrero de la siderúrgica, para ponerla al
servicio del pueblo, y no del capitalismo salvaje transnacional.
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