No había pensado escribir sobre el tema, pero leyendo las distintas opiniones sobre el exilio en España del candidato de la PUD, no he podido aguantar la necesidad de tratar de poner las cosas en su sitio, a riesgo de recibir las críticas ácidas y las descalificaciones, ya no de la oposición aventurera, soberbia y sectaria de la PUD, de quien no nos importan sus diatribas, ni insultos, sino de compatriotas y amigos con quienes coincidíamos ampliamente hasta hace muy poco, sobre el carácter de la situación política, de las fuerzas en pugna y del quehacer, pero con quienes tenemos hoy algunas diferencias de apreciación. Esta situación hace difícil la lucha futura, porque las tareas que están por realizarse requieren de una unidad mucho más fuerte que la necesitada hasta ahora.
Ya he dicho, que la tarea que nos toca de ahora en adelante, a quienes seguiremos luchando, pase lo que pase, por un país mejor económica y políticamente, va a ser más difícil por dos razones: la deriva autoritaria o dictatorial del gobierno, que nos compele a actuar con más limitaciones, si es que queremos seguir defendiendo la democracia que nos va quedando. La otra razón era el posible extravío político de gente muy bien intencionada, que hasta el presente venían actuando de manera muy cerebral y coherente, pero que ante lo inesperado de lo sucedido y la impotencia por la actitud autoritaria del gobierno, se han radicalizado en forma inconveniente y están respondiendo más con el corazón que con la razón, lo cual es un grave error.
El exilio de González Urrutia ha surgido con fuerza en el escenario político, a raíz de una denuncia del candidato el 19 de este mes, que contraría las declaraciones dadas a su llegada a España 10 días antes. En aquéllas, ratificaba su compromiso con la paz y la democracia y decía que nuestro destino como país no debía ser el de un conflicto de dolor y sufrimiento. No dijo en esa misiva que había sido coaccionado y chantajeado por Jorge y Delcy Rodríguez, para que firmara un acuerdo y pudiera salir del país. Ni siquiera admitió que existiera ese acuerdo y su abogado negó que hubiera firmado alguno. Pero el borrador del acuerdo es filtrado a la prensa, y en el mismo González Urrutia dice, entre otras cosas, respetar a las instituciones venezolanas y acatar, aunque no comparta, la sentencia del TSJ sobre las elecciones presidenciales.
Es entonces cuando hace la declaración de haber sido coaccionado y chantajeado durante horas, en la embajada de España, para obtener el salvoconducto. Esto lo toma inmediatamente el PP y Vox en España, para denunciar que el gobierno español es cómplice de la coacción y los chantajes, pues éstos fueron hechos en la casa y delante del Embajador. A la oposición española no le importa Venezuela, ni Maduro, ni las elecciones, lo que desea es usar lo que aquí ocurre en su sucia política contra el PSOE. De inmediato, aparece una nueva declaración de González Urrutia, en la que dice que el Embajador de España no apoyó los chantajes ni en la extorsión, pero queda el hecho de que todo ocurrió en la Embajada, lo que no libera al Embajador que consecuentemente le apoyó en su solicitud.
Para mí está muy claro que las presiones gubernamentales sobre González Urrutia fueron las declaraciones siempre hostiles de Maduro, Cabello y algún otro, a las que se sumaron la decisión del TSJ de investigarlo, las de la Fiscalía al imputarlo ante un tribunal especial, las tres citaciones de ese tribunal y la orden de captura al no presentarse. Solicita entonces el apoyo de un conocido, para entrar en conversaciones con el gobierno que permitieran su salida del país hacia España, dónde vivía tranquilamente cuando lo llamaron como guarda puesto del candidato no escogido aún de la PUD. De estas conversaciones no estaban al tanto ni María Corina ni el resto de la PUD.
Se dan las negociaciones y se llega a un documento de consenso entre quienes negociaban, que se firma en la Embajada de España, donde ya González Urrutia se encontraba. Los hermanos Rodríguez no allanaron la embajada para ir a presionar ni extorsionar a González Urrutia. Afirmar eso es una simple estupidez. El acuerdo ya existía y sólo se estaba rubricando. Fue así que se permitió que un avión de la Fuera Aérea española aterrizara en Maiquetía, que EGU saliera de la embajada con su esposa y su equipaje, fuera llevado al aeropuerto, abordara el avión y éste despegara hacia España. La urgencia de EGU de irse y el desconocimiento de la PUD de su partida, nos hacen pensar que también huía de las presiones de su propia gente. Esto por supuesto no podemos demostrarlo.
Los cambios de posición de EGU, en estos diez días de estancia en España, sólo pueden significar que nuevamente está siendo sometido a presiones insoportables.