La bolivalogía (X)

El problema elemental en la fundación científica de la estrategia revolucionaria la entiende perfectamente Bolívar, él sabe que esta refiere a la cuestión de la etapa de la revolución en que se encuentra en ese momento como movimiento. Este problema lo encontramos históricamente vinculado a las relaciones existentes entre la revolución libertaria y la contrarrevolución monarquista que busca estabilizarse ahora con mucho más fuerza.

LA RECONQUISTA CANARIA

Se le llamó así por la participación estelar de Domingo Monteverde cuando aprovecho el aumento reaccionario de fidelidad a la corona, evidenciado en lo movimientos sangrientos insurreccionales de Valencia. Pero continuemos el proceso histórico que me propongo relacionar.

El terremoto del 26 de Marzo tiene replicas el sábado de gloria y el 24 de Abril en forma mas violenta aún, esto lo aprovechan los clérigos españoles para incitar al temor de Dios, lo que le abre paso con mas fuerza a la insurrección realista, la población se asusta y responde positivamente a estos pedidos. “La circunstancia –dice el historiador Heredia- de haber acaecido esta catástrofe en el mismo día del año eclesiástico cuya venerable solemnidad se interrumpió y profanó dos años antes con el primer acto de la revolución, lleno de terror al común del pueblo y aún a muchos de los que preciaban espíritus fuertes. Uno de los patriotas más entusiasmados me aseguró que en los momentos de mayor angustia le pedía misericordia y perdón al rey tanto como a Dios”.

Desde ese momento la causa revolucionaria empezó a decaer visiblemente. Los fracasos de la administración y la obra de la naturaleza destruían así la endeble obra de unos teóricos considerados ilusos, quienes no comprendieron que perdido el maravilloso elemento de estabilidad y de unión representado por el acatamiento casi místico concedido en América a la Monarquía, los conducía al declive, pues esa unión y esa estabilidad sólo podían conservarse por el ejercicio de una autoridad fuerte y capaz de producir la cohesión social que durante 300 años mantuvo el Derecho, considerado de origen divino, de los reyes españoles.

Pero Bolívar ya sabe la histórica responsabilidad que se le viene encima ante todo este caos social, él sabe que hay que liquidar a Venezuela como colonia, está es la tarea fundamental de su pensamiento revolucionario, el cual tiene que llevar a la acción, pero para suprimir las cadenas es necesario dos enfrentamientos, el interno, una guerra civil y el externo una guerra contra el imperio español.

Definitivamente es en Marzo de1812 cuando se inicia con toda fuerza la contrarrevolución que venían preparando Cortabarría desde Puerto Rico y el capitán general Miyares, en Coro. El español Domingo Monteverde salió de Coro al mando de una expedición compuesta de 200 hombres con el propósito de tomar los almacenes de Carora y fue tal el apoyo prestado por los pueblos, que Monteverde después de tomar a Carora ocupó a Barquisimeto y avanzó sobre San Carlos, a pesar de las instrucciones de sus superiores, quienes le advirtieron las dificultades de tomar esta plaza con sus escasas fuerzas. Pero otra cosa pensaba Monteverde, ya conocía las debilidades que carecían los jefes republicanos, él tenía las energías y la crueldad para imponerse derramando la sangre que fuese necesaria.

Cuando asalta a Carora y la toma toda la población patriota fue pasada a cuchillo y la ciudad la entregó al saqueo. Cerca de San Carlos, Monteverde se dirige en los siguientes términos a Ceballos, su inmediato superior: “El entusiasmo de mis tropas y la cobardía que ha manifestado el enemigo me aseguran el buen éxito de cuanto emprenda, y a esto se agrega el asombro que han producido a todos los vecinos las grandes desgracias que el terremoto del 26 ha causado en los pueblos que se manifiestan en la adjunta relación. No dudo que la conquista de Venezuela será hecha por el ejército coriano. He intimidado la rendición a San Carlos, que sin duda se entregará antes que le suceda lo que a Carora”

Su optimismo no era fundado, La poderosa guarnición, con una selecta caballería patriota, desertó inmediatamente y se le unió, lo cual decidió la batalla y le entregó la plaza. Igualmente ocurrió poco después con Valencia, abandonada por los republicanos ante el victorioso avance del ejército español. Miranda cambia entonces de táctica y se dedica a fortificar los principales pasos de acceso a Caracas, mientras Monteverde continuaba su rápida marcha y enviaba a Eusebio Antoñanzas, uno de los más enérgicos y sanguinarios de sus capitanes, a levantar los llanos de Calabozo, de los cuales esperaba sacar ganado y especialmente reclutar nuevos soldados. La toma de San Juan de los Morros, el día 23, abrió en la historia de Venezuela la primera y dramática página de las actividades de los caudillos populares de España “Ni las mujeres ni los niños –dicen Baralt y Díaz- pudieron encontrar piedad. Complaciese el capitán Antoñanzas en perpetrar el crimen con sus propias manos, siendo el primero en poner fuego a las casas y en alancear a los desgraciados que salían huyendo de las llamas. Allí empezó su horrible celebridad y la serie no interrumpida de atrocidades que mancharon después la guerra entre los partidos”:

Mucho se ha criticado a Miranda por su táctica defensiva y mucho se la criticaron entonces los oficiales venezolanos, pues ninguno de ellos se explicaba como disponiendo de un número superior de tropas al de Monteverde, optaba por la inactividad en cambio de tratar de destruirlo en un ataque inmediato. Esta extraña conducta no carecía de serios fundamentos. Miranda vio en San Carlos que la batalla se decidía porque sus tropas se incorporaban a los ejércitos enemigos, y en la acción de los Guayos, donde los republicanos disponían de 4.000 hombres, no pudo evitar que mas de la mitad de los mismos, al avanzar Monteverde, se negara primero a hacer fuego y después abandonara las filas para unirse a las tropas realistas.

Como se notará esta conducta reflejaba que en el plano de la dirigencia militar, del liderazgo, la revolución entraba cada vez más en peligro pues se alimentaba siempre por sentimientos y concepciones empíricas y espontaneas y por un terrible desconocimiento tanto del terreno de lucha, como de la tropa combatiente.

Miranda optó entonces por la defensiva, con el fin de conservar posiciones esenciales mientras trataba de obtener ayuda militar de Inglaterra. Delpech, uno de sus oficiales, fue enviado en misión especial ante las autoridades de las vecinas colonias inglesas; el francés Du Cayla partió para las Antillas a reclutar aventureros y en notas repetidas, Miranda se dirigió al gobernador de Curazao solicitándole ayuda. Lo mismo hizo en cartas a Richard Wellesley, a Bentham, a Lord Castlerag, a quienes pidió encarecidamente intervinieran en su favor cerca del gobierno británico.

Con un ejército aquí, el generalísimo abandona las soluciones revolucionarias militares y las sustituye por las diplomáticas. Bolívar obtenía, gracias a las influencias del marques del Toro y sin la autoridad de Miranda, el cargo de comandante de la plaza de Puerto Cabello, cargo que asumió en los primeros días del mes de junio.

En el Castillo de San Felipe situado en esta plaza, permanecían prisioneros un numeroso grupo de españoles, detenidos durante la insurrección de Valencia, quienes clandestinamente mantenían activa comunicación con el exterior, porque muchos ciudadanos de los alrededores de la plaza eran decididos partidarios de la causa realista. Esta acción llevo a Bolívar a tomar una actitud radical de severidad con sus habitantes, que no demoró en aumentar las notorias simpatías de éstas por los españoles y en ganarse allí el calificativo de “tirano”.

En este ejemplo inicial, Bolívar enseña que toda acción revolucionaria, todo arte de dirigir las luchas de las masas, tiene que tener un fundamento fuerte, científico, objetivo. Y, al revés todo análisis objetivo, el desarrollo de la política revolucionaria como ciencia, se apoya desde que se comienza, en sus vínculos con la práctica revolucionaria.

Esta acción de los habitantes como interlocutores de los detenidos en el castillo ¿Fueron la causa del grave fracaso que no tardaría sufrir Bolívar? Por supuesto que no, la `política contraria opuesta a la revolución llevada por el generalísimo, presentaba como resultados la permanente deserción de sus tropas y agréguese a este el garrafal error del descontente de subestimación hacia las tropas patriotas y estas hacia Miranda. El fracaso que se llevo Bolívar en Puerto Cabello solo puede explicarse por las escasas vinculaciones de las masas con la causa emancipadora y de ninguna manera la drástica energía desplegada por él.

El 30 de Junio, encontrándose Bolívar en su habitación, escucho de repente un tiroteo y al indagar sobre su origen, se le informo que en San Felipe los detenidos, apoyados por algunos oficiales de la guarnición, se habían apoderado del Castillo y enarbolaban la bandera del rey. Como en San Felipe estaban los víveres, las armas y municiones de la plaza y su posición elevada sobre la misma le permitía dominarla no vacilo, la situación era gravísima, pero Bolívar inmediatamente ordenó a sus tropas cimarroneras ir al contra-ataque y ordeno abrir fuego contra los poderos muros de San Felipe, de donde no tardaron en responder con efectos mortíferos para sus fuerzas, colocadas en fuerza muy inferior.

Cuenta Gual que al recibir Miranda la noticia exclamó con acento amargo y dramático “Venezuela está herida en el corazón”, La actitud del generalísimo, a partir de este momento, ha sido variablemente interpretada con relación a Bolívar. Para algunos, a la perdida de Puerto Cabello no pueden imputársele las consecuencias que Miranda quiso atribuirle, pues en los planes estratégicos del generalísimo Puerto Cabello “era solo un coeficiente de seguridad, menos que esto, casi un punto muerto”. En cambio para los enemigos de Bolívar, Puerto Cabello constituía, con su poderosa fortaleza y sus depósitos de viveras y armas, el centro de la estrategia militar de Miranda, en lo cual se fundan para inculpar al revolucionario de los desgraciados acontecimientos de 1812.

Pero veamos los verdaderos hechos y saquemos conclusiones: Existe una conducta que permite comprobar como dentro de los planes de Miranda, Puerto Cabello no tenía la exagerada importancia que se le pretendió dar: Primero, su negativa a auxiliar a Bolívar, cómo este se lo pidió encarecidamente. Si Miranda hubiera pensado que aquella posición le era dispensable, algo hubiese hecho para auxiliar a su comandante. Pero ocurrió todo lo contrario: por una parte: no tomo medidas para ayudar a Bolívar y por la otra, trató de aprovecharse de este desgraciado acontecimiento para convencer a sus tropas de que ya no había objeto en continuar la lucha y debía proceder a buscar un armisticio honroso para suspender el inútil derramamiento de sangre. Perdida su esperanza en una posible ayuda extranjera se decidió a aprovechar la pérdida de Puerto Cabello para justificar el abandono, que por falta de fe y por falta de principios, se preparaba a hacer de la causa de la República.

En la madrugada del 1º de Julio, el Bergantín “Argos” fue atacado desde el castillo San Felipe e incendiado, su capitán Camejo desertó con 120 hombres, Bolívar al ser informado de esta operación se encontró perdido y desamparado, entonces no tuvo otra alternativa que sentarse y escribirle esta carta a Miranda: “Ahora, que son las tres de la mañana, os repito como un oficial indigno de serlo, con la guarnición y los presos, se ha sublevado en el casillo de San Felipe y ha roto el fuego desde la una de la tarde sobre esta plaza: en el Castillo están casi todos los víveres y municiones, y sólo hay por fuera 16.000 cartuchos. La goleta Venezuela y el comandante Martínez han sido apresados. Los demás buques se hallan bajo sus fuegos como bajo los míos, y solamente el celoso se ha salvado, muy estropeado. Debo ser atacado por Monteverde, que ha oído ya los cañonazos; si vos no lo atacáis inmediatamente y lo derrotáis, no sé como puede salvarse esta plaza, pues cuando llegue este parte, debe estar atacándome”.

El silencio de Miranda fue oscuro, nada respondió a este llamado angustioso, ni tomo providencia seria para auxiliar al comandante del Puerto. Como Bolívar lo había previsto, no tardaron en llegar los refuerzos enviados desde Valencia por Monteverde. Obligado por las adversas circunstancias abandonó la plaza y se embarcó en el bergantín Celoso rumbo a la Guaira.

La pérdida de Puerto Cabello, que para Miranda y su cofradía fue simplemente la pérdida de una plaza, para el revolucionario significó la suprema derrota de su vida y un fracaso que lo atormentó hasta el punto de hacerle ver su imaginación al generalísimo diciendo con su gesto de supremo desdén: “lo que yo siempre expresé: ese alocado muchacho no servía para nada”. De ahí, que cuando Bolívar llegó a Caracas, se propuso a escribirle una carta a Miranda cuyo patetismo es el mejor comprobante de los principios de un verdadero combatiente. “Mi general mi espíritu se halla de tal modo abatido que no me siento con animo de mandar un solo soldado; mi presunción me hacia creer que mi deseo de acertar y mi ardiente celo por la patria supliría en mí los talentos de que carezco para mandar. Así, ruego a usted, o que me destine a obedecer al más ínfimo oficial, o bien me dé algunos días para tranquilizarme y recobrar la serenidad que he perdido al perder a Puerto Cabello.

A esta carta, Miranda ni siquiera se dignó contestar, pues mientras Bolívar sufrió la vergüenza del soldado derrotado, él meditaba en la solución que pondría fin a la República venezolana y lo hacia dejando la impresión de que la catástrofe próxima a producirse era consecuencia de la pérdida de Puerto Cabello.

En su encierro Bolívar daba libertad a sus pensamientos y se preguntaba ¿Puede lograrse una campaña real de amnistía, pidiendo a la vez el derrocamiento del gobierno y echando plomo a diestra y siniestra?

Pero su tormento, su torturante preocupación, era lo que Miranda pensara de él. Al enviarle el informe oficial sobre la pérdida de Puerto Cabello, le escribió una carta más, el dolor y la confusión espiritual, se reflejan vivamente en ella.

“Mi general, lleno de una especie de vergüenza me tomo la confianza de dirigir a usted el adjunto parte, que apenas es una sombra de lo que realmente ha sucedido. Mi cabeza, mi corazón, no están para nada. Así suplico a usted me permita un intervalo de poquísimos días para ver si logro reponer mi espíritu en su temple ordinario…De gracia no me obligue usted a verle la cara. Yo no soy culpable pero soy desgraciado y basta.

Soy de usted con la mayor consideración y respeto su apasionado súbdito y amigo. —Simón Bolívar.

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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