La Bolivalogía (XII)

BOLIVAR, ABRE EL CAMINO DEL RETORNO DESPUES DE LA PERDIDA DE LA PRIMERA REPUBLICA.

La rebeldía de Bolívar aniquila su resignación, como revolucionario viene a decidir combates y a convertirse en expresión de la causa emancipadora y precisamente en este camino se inicia la bolivalogía, con el primer documento ideológico escrito por él y titulado “EL MANIFIESTO DE CARTAGENA”.

Pero ahora mas que nunca es necesidad continuar conociendo el proceso histórico de su lucha. Después de recibir el salvoconducto de manos de Monteverde, Bolívar emprende con la ayuda de don Francisco Iturbe, su exilio rumbo a Curazao, llevaba en su espalda un futuro sombrío, incognito, pero lleno de supremas responsabilidades donde se preguntaba constantemente ¿Podré seguir adelante con mi causa? Tengo una ruta trazada porque mi patria me necesita. Pero estas decisiones debían de resolverse lentamente, Al llegar a Curazao, le informaron que su equipaje le había sido embargado: “Mi recepción fue desagradable- le dice en carta a Iturbe-, porque todavía no había llegado cuando ya estaba mi equipaje embargado por dos causas muy raras: la primera porque mis efectos y trastos estaban en la misma casa en que estaban los de Miranda; y la segunda, porque el “Celoso” contrajo deudas en Puerto Cabello, que he de pagar yo, porque yo era el comandante de la plaza cuando las contrajo. Esta es la verdad exacta. De esto resulta que yo me hallo sin medio alguno para alimentar mi vida, que ya comienzo a ver con demasiado hastío y hasta con horror”.

Un acontecimiento aún mas grave debía aumentar es esos días las desventuras del revolucionario, sus propios bienes en Venezuela, al igual que los de su hermana, fueron alcanzados por la implacable confiscación decretada para las propiedades de todos los participantes en el levantamiento del grito de libertad iniciada el 19 de Abril. Su última esperanza se desvanecía así, y en su porvenir lleno de sombras sólo se vislumbraba el camino de esa revolución americana que le había conducido en sus desgraciados azares a las hospitalarias playas de Curazao.

Impulsado por una seguridad, le propuso a algunos revolucionarios que se encontraban allí, partir hacía la Nueva (hoy república de Colombia), donde la revolución aún no había sido vencida.

Convencidos estos, le acompañaron y desembarcaron en las costas granadinas, todos llevan sus principios de que necesitan organizar un ejército combatiente para luchar contra el régimen monárquico. Bolívar ya ha venido preparando un documento, con el que abriría su historia de emancipador.

Así llegan a Cartagena de Indias, el contraste es sorprende: en lo físico encarna toda la vida colonial, con aquellas murallas de piedra que circundan, con los dos castillos inexpugnables que la protegen; en lo político, es la única que se ha declarado libre de España, mientras las demás del inmenso territorio neogranadino, fieles a Fernando VII, luchan enconadamente divididas en dos bandos: las federalistas y las centralistas. Es una guerra civil más compleja que la venezolana. Doce o más Juntas de Gobierno se disputan el poder publico, y solo Cartagena ha sabido comprender el hondo sentido de la hora, al romper con el régimen monárquico. Pero como Cartagena no puede subsistir aislada, mantiénese en contacto y amistad con el sector federalista cuyo gobierno reside en la ciudad de Tunja, en el interior, al norte de Bogotá.

El revolucionario conoce exactamente esta situación, además sabe que la Nueva Granada se halla rodeada de los ejércitos del imperio: Venezuela, al Oriente está toda en poder de Monteverde; al Occidente y Oriente de Cartagena, acechan los españoles en Panamá y Santa Marta; al Sur (lo que es ahora Ecuador) ha caído nuevamente en poder del imperio, que amenaza con irrumpir sobre Popayán. Mas al Sur, el Virrey de Lima, en el Perú, se siente tan poderoso, que en cualquier momento puede lanzar sus tropas sobre Chile y el Rio de La Plata, donde las Juntas de Gobierno, aunque sometidas a Cádiz, continúan de Fernandistas. Al Norte, las valerosas insurrecciones de México han sido ahogadas en sangre.

La constitución liberal salidas de las cortes de Cádiz en ese momento no correspondió a las expectativas de las necesidades que tenían las masas, pero si satisfizo a la pequeña burguesía criolla liberal, los cuales ya no pensaban en liberarse de las cadenas de la opresión, a pesar de que el régimen del invasor Napoleón en España se desmoronaba y se corría el peligro de que la Península se resolviera a enviar grandes contingentes militares para que se restableciera y se mantuviera la esclavitud colonial.

Este panorama oscuro, de rasgos extremadamente amenazadores para los latinoamericanos, ya Bolívar lo levantaba y lo comunicaba a todos y hacia propuestas precisas en su documento de base política y militar como es el Manifiesto de Cartagena.

Cuando el joven revolucionario y sus compañeros, en busca de nueva oportunidad para emprender los combates contra los españoles, se presentaron a don Manuel Rodríguez Torices, éste no solo les dio amable acogida, sino que les reconoció sus grados militares y les informó sobre un gravísimo problema que mantenían por la insoportable ambición de un oficial francés de nombre Pedro Labatut, venido a América con Miranda y quien durante todo este tiempo venia actuando como un pirata del Caribe y del cual debían de cuidarse mucho. Rodríguez, con grandes esfuerzos los incorporó a las fuerzas militares de la ciudad. El francés aprovechado de la ausencia de verdaderos jefes, mantenía sometidos a su voluntad a todos los mandatarios civiles de Cartagena, por supuesto, la llegada de los oficiales venezolanos no fue bien recibida y entre ellos se destacó la desconfianza y la antipatía hacia Bolívar, quien lo noto inmediatamente. Pero su destino ya estaba trazado, su lucha debía de comenzar contra hombres que, de haber sido sus aliados ahora se mostrarían contrarios a su causa.

Imposibilitado Labatut a recibir la orden del gobierno, que le ordenaba incorporar los venezolanos en sus fuerzas, inmediatamente trazó una nueva estrategia en sus comandos: Carabaño y Campomanes ocuparon las posicione mas importantes y a Bolívar lo envió al pueblito de Barrancas, situado sobre el rio Magdalena, según su plan de campaña contra Santa Marta, no tenia misión distinta que mantenerlo inactivo definitivamente.

Labatut, imaginó que esta era la mejor forma de mantener fuera al joven “caraqueño” como lo llamada despectivamente, pero se equivocó, a Bolívar esta campaña no le interesaba mayormente, con este nombramiento sólo vio la oportunidad para comenzar la ejecución del proyecto que venia acariciando desde su partida de Curazao: conseguir tropas en la Nueva Granada para atacar a Monteverde y libertar a Venezuela. Cuando Labatut y todos sus enemigos le creían reducido a la impotencia, La Bolivalogía nacía, el revolucionario pública entonces el “Manifiesto de Cartagena:”La conquista de Caracas” se pone en pie.

Comenzamos desde este documento a ver un pensador heterodoxo, a descubrir que toda su obra es una constante e implacable lección a la crítica, tanto al orden monárquico establecido en aquel tiempo como de sus justificadores. Su pensamiento se resiste a no ser convertido en una iglesia y él mucho menos de elevársele a los altares mitológicos de nuestra historia. Convertir a Bolívar hoy en Ortodoxia, es descaracterizarlo como revolucionario, como combatiente, es convertir su ciencia en una simple ideología filosófica y literaria que sólo sirve para admirar y mantenerla mortalmente en las epopeyas del letargo como algo religioso.

De ahí que sea necesario que todos analicemos este, su primer documento, letra por letra, párrafo por párroco idea política, idea militar, idea social y saquemos nuestras propias conclusiones.

MEMORIA DIRIGIDA A LOS CIUDADANOS DE LA NUEVA GRANADA POR UN REVOLUCIONARIO.

“Libertad a la Nueva Granada de la suerte de Venezuela, y redimir a ésta de la que padece, son los objetos que me he propuesto en esta memoria. Dignaos, oh mis conciudadanos, de aceptarla con indulgencia en obsequio de miras tan laudables.

Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas, escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas y políticas, que siempre fiel al sistema liberal y justo que proclamo mi patria, he venido a seguir aquí los estandartes de la independencia, que tan gloriosamente tremolan en estos estados.

Permitidme que animado de un celo patriótico me atreva a dirigirme a vosotros, para indicaros ligeramente las causas que condujeron a Venezuela a su destrucción, lisonjeándome que las terribles y ejemplares lecciones que ha dado aquella extinguida república, persuadan a la América a mejorar de conducta, corrigiendo los vicios de unidad, solidez y energía que se notan en sus gobiernos.

El más consecuente error que cometió Venezuela, al presentarse en el teatro político, fue, sin contradicción, la fatal adopción que hizo del sistema tolerante: sistema improbado como débil e ineficaz, desde entonces, por todo el mundo sensato, y tenazmente sostenido hasta los últimos períodos con una ceguedad sin ejemplo.

Las primeras pruebas que dio nuestro gobierno de su insensata debilidad, las manifestó con la ciudad subalterna de Coro, que denegándose a reconocer su legitimidad, lo declaró insurgente y lo hostilizó como enemigo.

La Junta Suprema en lugar de subyugar aquella indefensa ciudad, que estaba rendida con presentar nuestras fuerzas marítimas delante de su puerto, la dejó fortificar y tomar una actitud tan respetable, que logró subyugar después la confederación entera, con casi igual facilidad que la que teníamos nosotros anteriormente para vencerla: fundando la junta su política en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a ningún gobierno para hacer por la fuerza, libres a los pueblos estúpidos que desconocen el valor de sus derechos.

Los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino lo que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano. Por manera que tuvimos filósofos por jefes, filantropía por legislación, dialéctica por táctica y sofistas por soldados. Con semejante subversión de principios y de cosas, el orden social se resintió extremadamente conmovido, y desde luego corrió el Estado a pasos agigantados a una disolución universal, que bien pronto se vio realizada

De aquí nació la impunidad de los delitos de Estado cometidos descaradamente por los descontentos, y particularmente por nuestros natos e implacables enemigos, los españoles europeos, que maliciosamente se habían quedado en nuestro país para tenerlo incesantemente inquieto, y promover cuantas conjuraciones les permitían formar nuestros jueces, perdonándolos siempre, aun cuando sus atentados eran tan enormes, que se dirigían contra la salud publica.

(Continuará…)


vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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