El pensamiento conservador considera que la desigualdad es natural y no se puede hacer nada para cambiarla. Podríamos decir que en esta simple afirmación se encierra la esencia del conservadurismo en sus diversas manifestaciones en la historia humana. Según esta posición hay seres superiores que todo lo merecen y a nivel internacional hay naciones superiores y otras inferiores. No hay que contrariar los privilegios que les corresponden por su supremacía, sólo someterse y resignarse. Admirar la superioridad sin confrontarla, ni amenazarla. El Estado sólo se justifica si cumple la función de mantener ese orden, un Estado policial para garantizar la estabilidad del sistema basado en la desigualdad. Si las posiciones conservadoras hubieran predominado, el mundo poco hubiera evolucionado. Los venezolanos seríamos todavía colonia española, por mencionar algo. La burguesía permanecería como clase inferior a la nobleza. En fin, lo que no se puede negar es que el ser humano no soporta eternamente las injusticias, los privilegios y en algún momento reacciona con vehemencia para superarlos. La experiencia social le da la razón a Marx cuando afirmara que la historia es una lucha de clases.
Volviendo a nuestro presente, usted abre cualquier diario o escucha a los opinadores por radio y tv, se encuentra con esa postura conservadora. En el aspecto de las relaciones internacionales, la frase que la resumiría sería: "a quien se le ocurre llevarle la contraria a los gringos". Así que lee en primera página y a grandes titulares cualquier opinión del réeeegimen yanqui que condena al gobierno bolivariano y le acusa de toda clase de actos contra la humanidad. El gobierno más terrorista del mundo, tiene pleno derecho a ser el policía y juez del planeta y dar instrucciones para que se corrija cualquier desviación. Igual ocurre con cualquier organismo que represente a los intereses del capitalismo interno, serán destacadas sus opiniones en contra del proceso.
Esta postura de ultraderecha se manifiesta de manera clara y evidente en los partidos de oposición, encerrados en esa cúpula de cristal; no son capaces de generar propuestas que animen a los sectores populares a aproximarse a ellos. Por más fallas y deficiencias que pueda tener el proceso que vivimos, las fuerzas de oposición enclaustradas en el neoliberalismo no pueden tener una opción de triunfo. Ni siquiera pueden formular propuestas populares que tengan credibilidad, lo que les brota por los poros es la eliminación de las misiones sociales, del estado participativo (poder popular), la entrega a los grandes intereses transnacionales, en fin el retorno a la privatización generalizada, la reducción del Estado a su mínima expresión, la pérdida de la independencia y autodeterminación frente a los grandes centros de poder. Es llevar al trono del poder político, las posiciones más conservadoras que arriba mencionaba. Sólo la clase superior por naturaleza, tiene derecho a gozar de privilegios, el pobre es culpable de su pobreza, por ende, sólo tiene derecho a recibir las migajas del festín. El Estado no puede ser instrumento redistribuidor de la riqueza, sería contra natura. No puede atentar contra los sectores privilegiados, sólo servirles de instrumento para garantizar, mantener y consolidar su plena dominación.
Por ello los que son alienados por este mensaje, creen que pretender cambiar el orden natural de las cosas es algo que no debe ser permitido y debe ser reprimido con todas las fuerzas. Un gobierno como el de Chávez constituye una verdadera abominación, una verdadera desgracia que debe ser enterrada integralmente. En este contexto se entienden reacciones como la de una precandidata de oposición que considera a la expropiación como un robo. Allí le brotó el más profundo conservadurismo, porque borró de un plumazo las constituciones venezolanas anteriores a la actual, como la de 1947 y la de 1961, en las cuales se consagró la Expropiación por causa de utilidad pública, en el contexto de un Estado Social. Los pocos adecos que aún no han sufrido de la amnesia aguda que afecta a la mayoría, deben recordar que la socialdemocracia defendía instituciones como la expropiación, y la necesidad de establecerle límites a la propiedad privada; luchar por acabar con el latifundio y alcanzar una verdadera reforma agraria. Lo que se planteaba era la denominada función social de la propiedad, como única manera de justificar su existencia. Un repaso es necesario para muchos de los textos normativos y doctrina constitucional venezolana en la que se resaltaba la importancia del Estado social y todas sus instituciones. En buena parte fueron ineficaces e inoperantes por el viraje conservador de los partidos políticos que los propusieron. Lo que hoy se está desarrollando en Venezuela, tiene sus bases en los principios del Estado Social, abandonados por completo por sus propulsores originales los cuales dejaron una profunda frustración en los venezolanos que creyeron en ellos. Sólo quedó una enorme deuda con un pueblo, siempre traicionado, que se sacrificó en lucha perenne por alcanzar su redención.
Estas reflexiones nos llevan a considerar que electoralmente resulta bastante cuesta arriba que el discurso tan palmariamente de ultraderecha de las organizaciones opositoras, pueda derrotar a los partidarios del proceso revolucionario en desarrollo, por cuanto con ese mensaje de defensa a ultranza de la desigualdad, de la injusticia social, de la pérdida de nuestra soberanía, no van a lograr influir en los sectores sociales mayoritarios que no ven otra opción electoral que apoyar al presidente Hugo Chávez y el proyecto socialista bolivariano que lidera.
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