Me duele la noticia: Hugo Chávez dejó de existir. Me duele como la muerte de un ser querido; me duele la pérdida de un compatriota indo-afro-latinoamericano que luchó por la emancipación de Nuestra América; me duele la desaparición física de un dirigente social que hizo visible y posible la alternativa liberadora, un compañero de lucha. Ya mucho escribí en estas páginas sobre la personalidad y el talante democrático del líder de la Revolución Bolivariana y ya mucho leí esta mañana de tantas plumas autorizadas que hacen su panegírico. Lo poco que puedo agregar es que me sumo al dolor de las y los venezolanos por el deceso de su amado presidente y me incluyo entre los dolientes nuestroamericanos que aprendimos a amarlo.
Amor fue su bandera. Amor fue su entrega. Amor es su premio. Amor con amor se paga. Pero también odio; odio a la injusticia; odio a la muerte de un niño que pudo haber recibido atención médica y vivir; odio al hambre y la miseria de los marginados del progreso. Y también odio con odio se paga por quienes son los que ganan con la miseria ajena, los que medran con la ignorancia y la procuran; odio del imperio que se sostiene con los recursos de sus dominados; odio de quienes se dicen cristianos en medio del boato y la hipocresía santurrona; odio de quienes se suponen dueños de las mentes y los destinos. Hoy los venezolanos de Miami y sus congéneres de la derecha continental hacen fiesta y celebran que el tan odiado Chávez se haya ido. Obama, el mal nacido afro de Chicago, dio la nota: “Hoy se abre una nueva página en la historia de Venezuela en la que los Estados Unidos apoyará la democracia”. Sólo le faltó brindar por la buena nueva. Cínico.
La educación popular de los venezolanos confiere un buen grado de irreversibilidad al proceso revolucionario, pero va a hacer falta Chávez. La continuidad está muy asegurada bajo la dirección de Nicolás Maduro que también tiene lo suyo. Pero se esperan tiempos de gran riesgo; Washington está muy envalentonado con sus jugadas de Libia y de Siria que provocan y financian guerras civiles a su antojo, siempre contra regímenes que les son adversos o, por lo menos, independientes. La Venezuela Bolivariana y Chavista es una roca en el zapato de Obama y ha hecho todo por deshacerse de ella. Ahora lo intentará con renovado brío aprovechando el natural desequilibrio ante la ausencia del líder. Hará falta mucha solidaridad para arropar al nuevo dirigente y desear fervientemente que Maduro madure como tal y que, además de convocar, pueda controlar las naturales ambiciones de otros compañeros. Se requiere del liderazgo fuerte para conducir la nave hacia la emancipación y el progreso.
Por cierto que esta mañana en el noticiero de Carmen Aristegui participaron Lorenzo Meyer y Enrique Krause para comentar el caso Venezuela. Ambos coincidieron en lo lamentable que resulta ser el hecho de requerirse del “hombre fuerte” en nuestros países; Meyer estimándolo como mal necesario y Krause como aberración absoluta. Me temo que es el caso de confundir el fondo por las formas; lo importante de la democracia es que sea el pueblo quien mande y que mande para su propio interés, mas no que necesariamente se deba seguir una alternancia de personas o partidos en el poder. Claro que es importante que el mandato del pueblo se convalide periódicamente en procesos electorales plenamente libres pero, si tal característica se cumple, el pueblo puede reelegir cuantas veces quiera al dirigente que le es satisfactorio. Eso es perfectamente democrático, lo contario no es más que invento del imperialismo yanqui. Hugo Chávez fue un demócrata ejemplar sometido al casi permanente escrutinio popular y ratificado en el mando por voluntad de su pueblo; hizo la revolución por la vía electoral y respetó al vencido; la derecha retrógrada y apátrida sigue viva y creando conflicto, pero también son pueblo que goza de libertad. Así funcionaba el “dictador” Hugo Chávez.
Chávez seguirá vivo en el alma indo-afro-latinoamericana y su amor seguirá inspirando la lucha popular, pero vamos a extrañar su presencia física y su entusiasmo contagioso, su vigor y valentía para defender a la Patria y para procurar la mayor suma de felicidad posible en nuestros pueblos. ¡Chávez no debió de morir!
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