Ignoran el imperialismo y sus servidores que los hombres como Chávez, su pensamiento y acción, perviven más allá de la muerte; que su memoria conserva toda la fuerza a través del tiempo. Como el Cid Campeador ganan batallas después de muertos.
El capitalismo no tiene sentido de la historia porque sólo está guiado por la ganancia material y el mantenimiento de sus privilegios. El odio determina sus actuaciones porque no es capaz de concebir mensajes para los pueblos sino que el temor de perder lo que tienen a expensas de la inmensa mayoría impide toda acción creadora.
El revolucionario, por el contrario, no puede actuar si no de manera creadora porque lucha por instaurar una nueva sociedad de justicia y solidaridad.
El revolucionario está inspirado por la historia porque los grandes valores que lo guían han sido permanentes en los propósitos del género humano. Desde que la lucha de clases sembró la discordia social la humanidad no ha dejado de plantearse los ideales de liberación. De allí surge la trascendencia de los dirigentes que como Chávez han asumido sin vacilaciones la redención humana.
Desde los años 80 hemos venido predicando la identidad de propósitos del marxismo y el cristianismo. Hemos citado con frecuencia el nombre de Cecilio-Chío-Zubillaga Perera, quien habló del “Nazareno socialista” en la primera mitad del siglo XX y fue precursor de la Teología de la Liberación, esa corriente del pensamiento cristiano que reivindica la prédica de Jesús en favor de los pobres.
Hemos sabido después que en 1960 el Che Guevara dijo que “marxismo más cristianismo era la revolución en América”. Tal afirmación la oímos de un profesor cubano de apellido Suárez en una declaración televisada.
Hacemos estas consideraciones porque consideramos que nadie encarnó mejor la identificación del marxismo y el cristianismo en la opción por los desposeídos que Hugo Chávez. Esto explica en buena parte la amplitud de las masas populares que lo siguieron y que han dado testimonio en las interminables rondas para despedirlo que han caracterizado los días y las noches que han seguido su muerte. Explica también como su liderazgo ha llegado hasta el último rincón de la tierra. La cantidad de jefes de Estado y las más altas representaciones que han concurrido a Venezuela con motivo de su muerte dan testimonio de su proyección mundial. Algunos de esos jefes de Estado han expresado sinceros sentimientos de dolor. Ha habido países incluso que han decretado días de duelo.
Otro hecho que ha contribuido de manera significativa a la proyección política que hemos vivido es la condición militar del líder. En nuestros países dependientes los regímenes al servicio del imperialismo siempre utilizaron a las Fuerzas Armadas como instrumento de dominación de los pueblos, pero siempre dentro de esta institución hubo quienes no se resignaron a aceptar ese papel y no fueron extrañas las manifestaciones de rebeldía dentro de los soldados. En Venezuela, para citar sólo dos ejemplos, tuvimos los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello. Pues bien, la Revolución Bolivariana liderizada por Chávez acabó con esa distinción perversamente concebida desde los días en que se comenzó a intrigar contra el Libertador Simón Bolívar.
Los imperialismos, a lo largo de más de 500 años, sembraron la división entre nuestros pueblos. El imperio español y todas las potencias que lo siguieron tenían como estrategia fundamental la división. El Libertador se propuso la integración y fue llevado a la tumba. Salvo el breve lapso de la Guerra de Independencia, la historia de nuestros países es la triste historia de las disputas entre nosotros mismos. Chávez fue el líder que más avanzó en la unidad de Latinoamérica y El Caribe. Su acción se proyectó al mundo entero. Se puede afirmar que sin la menor duda Chávez es un líder mundial. No creemos exagerar si decimos que nadie ha tenido en el mundo la proyección de Chávez.
Nunca antes se había presenciado a través de los largos días que han ocurrido desde su muerte los sentimientos de dolor expresados por el pueblo venezolano y los pueblos del mundo. Su nombre, su ejemplo y su acción vivirán por los siglos y la inevitable liberación de los pueblos tendrá en Chávez, junto a los grandes de este mundo, un símbolo perdurable que guiará sus luchas.
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