Humildes entran en la historia, “Tigre encaramado” y “Negro Primero”

¿Chávez, gigante, héroe o boludo? Las tres cosas

Los pueblos todos, tienen mucho de mesiánicos. Desde el fondo de la historia, ésta misma se ha venido contando de manera que al individuo se le concede un lugar privilegiado cuando se interpretan y se narran los hechos. La literatura griega puso énfasis en resaltar el papel de los dioses y de sus hijos que fueron héroes. Los romanos desarrollaron la misma idea. Así, griegos y romanos, como Homero y Virgilio, en sus grandes obras, más que de la vida, luchas de sus pueblos, cantaron las hazañas de sus héroes, hijos de los dioses del Olimpo.

El Renacimiento y luego el romanticismo volvieron sobre aquel sentimiento y manera de contar la historia. El hombre, el individuo, es el centro de la historia y del movimiento. Hablar de historia es hacerlo de los grandes héroes y sus hazañas. Sólo que en esta otra etapa, el hombre del pueblo comienza a hacerse visible en la narración histórica, atracción de pintores y poetas. De este tipo es la “Venezuela Heroica” de Eduardo Blanco, donde se cuentan y cantan, por encima de todo, las hazañas del Libertador y otros héroes surgidos de los grupos ungidos de aquella sociedad, pero se asoman con atrevimiento los humildes como Francisco Carvajal, “El tigre encaramado” y Pedro Camejo, “Negro Primero”.

Por eso el venezolano común, sin saber a ciencia por qué, solía decir, ante cada crisis:

“Aquí lo que hace falta es un hombre con las bolas bien puestas”.

Después que veía a cada hombre, incluso de origen humilde, en quien creyó ver los “cojones” necesarios, sucumbir ante las clases dominantes y el capital gringo, lo que percibía en sus propias llagas y punzadas estomacales, volvía a sus lamentos y al ampararse en aquella mesiánica y como mágica expresión.

Chávez y su grupo del 4f, del cual unos pocos desertaron, tomaron la decisión heroica y casi extraña en la historia nacional - sólo tuvieron antecedentes meritorios en los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello- de alzarse no contra un gobierno sino contra el sistema todo. Eso significó, como sucedió en las dos insurgencias antes mencionadas, levantarse contra los que se apropiaban violentamente de la riqueza nacional y sus socios extranjeros. Significó pues además, manifestarse contrarios a los dictados de la Casa Blanca, Pentágono –halcones y palomas- y toda la fuerza económica, política, mediática y militar que ellos disponen. Sucedió aquello en un instante que la “vanguardia ilustrada” definitivamente sucumbía y se postraba.

Para tomar una decisión de esta naturaleza, desde el inicio, momento de las declaraciones y primeras manifestaciones, se requieren hombres “con las bolas grandes e ideas bien puestas”.

Claro, hasta aquí cualquiera puede decir, con toda certeza, que quien escribe también ha sucumbido a los atractivos del romanticismo y sobreestima el papel del hombre en la historia.

Podría decir cualquiera que esto no le guste y como si estuviese detrás de una cátedra:

“Chávez fue el resultado de una larga crisis, de la toma de conciencia del movimiento popular que se puso de manifiesto en aquellos sorprendentes acontecimientos que convencionalmente hemos llamado el caracazo.”

Cierto; pero todos esos elementos, luchas de las generaciones anteriores, crisis y desacomodos del sistema, no encontraron eco en una vanguardia que localizase el sitio exacto por dónde conducir las luchas populares; es más, no hubo antes que Hugo Chávez, quien fuese competente para unir al movimiento popular disperso y hasta dividido por nimiedades.

Chávez pudo hacerlo. Enseñó que la ventilación de las diferencias podía posponerse mientras nos dedicábamos a resolver las contradicciones inmediatas y hasta fundamentales. Por esa vía, Chávez logró la hazaña de unir a la vanguardia y ésta al pueblo todo que en fin de cuentas persigue los mismos objetivos. Logró que los humildes tomasen conciencia de sus derechos y tomasen puesto de lucha para reclamarlos y defenderlos.

Pero Chávez pudo más. Logró revertir la política de la OPEP y honrar los precios del petróleo. Rescatar nuestra riqueza minera controlada por mampuesto por los capitales extranjeros, pese la tan cacareada nacionalización. Impuso la política de dirigir en gran medida la renta petrolera en favor de los humildes, lo que significó arrancárselas a los avaros meritocráticos de PDVSA, sus socios nacionales y extranjeros.

Pudo nuestro presidente hacer que el Estado y la conciencia nacional, volviesen sobre los pasos de Bolívar e intentar la hazaña de unir a los pueblos y naciones de América Latina. ¡Y vaya lo que dejó adelantado!

Todavía tuvo audacia para hacer muchas cosas que sería muy largo relacionar; pero es más que suficiente señalar que cuando nadie lo esperaba en parte alguna, se propuso relanzar la propuesta del socialismo como alternativa para salvar al planeta y especie humana. ¡Y cómo prendió la idea! Los pueblos del mundo, hasta sorprendentemente en Europa, comienzan a levantar las arriadas banderas del socialismo.

Hay algo digno de resaltar, casi inconcebible en la cultura latinoamericana, salió de los cuarteles, de eso que antes habíamos llamado la anacrónica “casta militar” y se convirtió en un líder del pueblo.

Solo hemos dicho unas pocas cosas, no hay espacio para más; pero es suficiente con recordar su entrega y como se inmoló cual verdadero héroe, gigante y boludo por su causa, la misma de los pobres del mundo, de la especie humana y del planeta.

Por eso, la historia por contar, como la épica y la romántica, no podrá eludir a un hombre llamado Hugo Chávez, el humilde arañero, hijo de dos maestros rurales, como decir, de las entrañas del pueblo.

Chávez fue las tres cosas, héroe, gigante y boludo.


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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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