Todos somos venezolanos. Qué bonito suena

En otra entrada (http://www.aporrea.org/oposicion/a163824.html) titulada El discurso de Capriles o de por qué al enemigo no se le subestima, analicé un elemento que me parece importante dentro del discurso político de Capriles Radonski para comprender cómo pudo captar, en pocos meses, cierta cantidad de electores que habían votado por el Comandante Hugo Chávez el pasado 7-O.

Es evidente que todas las causas y respuestas para comprender los resultados de las recientes elecciones del 14-A no las podemos reducir a la influencia de los discursos políticos. Pero estos configuran un elemento de suma importancia que no pueden ser dejados de lado si se tiene en perspectiva la totalidad de la realidad política analizada.

Dentro de los elementos de esta totalidad, debemos tener en cuenta las acciones de desestabilización continuadas tanto a nivel psicológico por los medios de comunicación, como el saboteo constante al desarrollo normal de la cotidianidad de la vida en el país.

También hay que considerar la ineficiencia en la resolución de problemas estructurales a lo interno de la revolución y el modelo Estadal por ella creado, los cuales arrastran desde tiempo atrás consecuencias desastrosas que no han podido ser solventadas, ni con las tres R, ni con las R2 o el reciente Ministerio de Seguimiento. Vaya como ejemplo los artículos de Luis Ángel Barreto: http://www.aporrea.org/ideologia/a163829.html y Roberto Arenas: http://www.aporrea.org/ideologia/a163842.html (sin comprometernos con todo lo allí dicho)

Otra cosa es evaluar los defectos de la campaña y la candidatura (por demás sorpresiva) de Nicolás Maduro; cuestión que pensamos infructuosa si no va dirigida a reevaluar las deficiencias del naciente liderazgo del nuevo Presidente de la República Bolivariana de Venezuela (véase como ejemplo la postura de Ángel V Ribas http://www.aporrea.org/poderpopular/a163729.html). Recordemos que los liderazgos no se heredan y, aunque con sabor agridulce, logramos ganar las elecciones.

La hipótesis del saboteo al sistema electoral para favorecer a la oposición no pareciera factible a primera vista, pero no debe dejar de analizarse este escenario (Tal es la postura de Braulio Martínez Zerpa http://www.aporrea.org/actualidad/a163840.html)   Este es, a todas luces, el elemento más difícil y delicado de analizar tanto por sus implicaciones, como por la necesidad de manejar las herramientas necesarias para hacer un análisis bien sustentado, más allá de una opinión válida.

Estos elementos están siendo discutidos en mayor o menor medida y tienen que seguir siendo temas de análisis para tomar acciones contundentes. Nosotros seguiremos contribuyendo desde la revisión del discurso político. En el mencionado artículo analicé con la brevedad del caso la idea de cambio que atravesó el discurso político de Capriles que es, a mi parecer, uno de los ejes retóricos con los que se logró atrapar una buena cantidad de electores en poco tiempo. En este caso pondré mis reflexiones en la idea de unidad manejada por la oposición: todos somos venezolanos.

Está es, paradójicamente, una idea que mueve pasiones en ambos sentidos, tanto sentimientos de reconciliación y fraternidad, como de enemistad y enfrentamiento. La misma pareciera causar una especie de nube en la conciencia que impide el análisis crítico de la frase utilizada y de sus implicaciones prácticas. Venezuela somos todos, suena bonito. Pero ¿Qué hay detrás de esta frase que raya en lo cursi cuando se la repite hasta el cansancio?

Quisiera empezar con algunas distinciones conceptuales que refieren a una realidad política en constante cambio como es la venezolana. Comencemos por distinguir entre Pueblo y Sociedad Civil. Por sociedad civil pudiéramos entender el conjunto poblacional que hace vida en una determinada zona geográfica (Venezuela) y que se ha dispuesto como poder instituyente y constituyente, dándose una forma de gobierno común y una serie de instituciones para ejercer la legalidad normativa dentro de la comunidad. En ese sentido, sociedad civil somos todos, aunque unos tengan más privilegios que otros (por diversas razones históricas).

Ahora bien, pueblo no somos todos.

El concepto de pueblo es uno de los más difíciles de analizar dentro de la filosofía política. Teniendo esto en cuenta, haremos el intento de explicar qué entendemos por pueblo mediante tres caracterizaciones.

Hay un excelente discurso del Comandante Fidel Castro donde aporta una definición interesante de pueblo. 1. Pueblo es aquella masa irredenta que ansía grandes transformaciones, y que está dispuesta a lograrlo cuando crea en algo o en alguien, pero sobre todo cuando cree suficientemente en sí misma. Nuestro Comandante Hugo Chávez en un discurso ante la asamblea constituyente de 1999, agrega algo interesante a aquella caracterización. 2. El pueblo no es solamente una masa irredenta, sino pueblo consciente de su pasado y de sus posibilidades futuras. En una experiencia en la que pude compartir, junto al camarada Manuel Azuaje Reverón, con un consejo comunal del barrio La Manguita en Valencia Edo. Carabobo, una camarada nos daba otra clave para comprender dicho concepto. 3. Pueblo es pueblo organizado.

Si juntamos estas tres caracterizaciones que, lejos de venir de una teoría abstracta y analíticamente elaborada, provienen de experiencias históricas concretas mucho más fructíferas, podemos tener una concepto claro, aunque no definitivo, de pueblo. Pueblo es el sector de la sociedad civil que, por razones históricas, ha quedado al margen de las instituciones políticas vigentes y, en consecuencia, se organiza teniendo conciencia de su pasado y de sus posibilidades futuras para transformar el sistema político que lo excluye. En este sentido, todos somos venezolanos, todos somos sociedad civil¸ pero Pueblo en sentido estricto somos los históricamente excluidos y reprimidos por el sistema, que tomamos conciencia de nuestra posibilidades de liberación y actuamos organizadamente  en consecuencia por un futuro mejor.

A diferencia del pueblo organizado que trabaja bajo un proyecto de liberación común englobando a diversos actores y sujetos conscientes de sí y del otro, la constitución de la sociedad civil permite que cada individuo actúe en favor de sus intereses individuales creyéndose ajeno a la comunidad en donde vive;  involucrándose solamente cuando, por alguna razón individual pertinente, cae en cuenta que como sujeto depende de la comunidad política en que hace vida y, por consecuencia, se decide a actuar (la mayor de la veces de manera electoral o en movilizaciones desestabilizadoras). A diferencia de los sujetos que se integran como pueblo, los individuos que actúan desde la inconformidad individualista no tienen conciencia de su pasado histórico, de su pertenencia de clase, ni de sus posibilidades futuras. Razonan a partir del egoísmo hacia el otro distinto a él (aunque no lo reconozca) y el amor hacia sí mismo y hacia los que considera personas cercanas. Esto permite disgregar luchas e intereses comunes, y presentar proyectos políticos de corte individualista disfrazados de unidad. La unidad de intereses egoístas y dispersos no es unidad, sino manipulación desde los impulsos individuales para la movilización coyuntural.

Con el discurso del llamado a la “unidad” que tuvo como bandera la frase todos(as) somos venezolanos(as),  yo también soy venezolano(a) o Venezuela somos todos, y como telón de fondo la polarización que vive el país, Capriles logró eliminar aquellas diferencias (Pueblo-Sociedad Civil) y confundir las luchas entre sectores histórica, cultural y materialmente ligados al pueblo conscientemente organizado, para hacerlos apoyar intereses ajenos. Esto con la falsa promesa de lograr un cambio (reitero mi artículo anterior) en el que “Tú”, que también “eres venezolano(a)”, tuvieses nuevas oportunidades. Poco importa cómo se generarían éstas oportunidades y si de verdad serían oportunidades reales.

Los sectores minoritarios que por décadas excluyeron a la mayoría de la población venezolana ahora se hacen con un discurso que nunca les perteneció: la unidad frente a la exclusión. Con esto se logró convencer a sectores de la sociedad civil que han sido históricamente excluidos, pero cuya falta de conciencia política no les permite ver más allá de sus inconformidades con la ineficiencia que ha corroído al Gobierno Revolucionario, se les convenció digo, para que aceptasen una bandera de lucha que no les corresponde disfrazada de “todos somos venezolanos”. Con esta idea fue posible mover pasiones en dirección a una supuesta reconciliación con el igual, el que también se ve como venezolano, el que piensa como venezolano y el que  quiere un cambio para Venezuela. Por otro lado, se movieron en la dirección opuesta pasiones de desprecio para el otro, el “chavista” (no-venezolano), el que no quiere cambio, el conformista, el enchufado. Se redujo así la venezolanidad a la identificación con un proyecto político de supuesto cambio que nos engloba a “todos”, porque todos(as) somos venezolanos(as).

Pienso que, al igual que con la idea de cambio, con la idea de unidad y todos(as) somos venezolanos(as), se menos precisaron las armas retóricas del discurso opositor. Lo que fue obvio para muchos, no lo fue para otros tantos quienes ahora se asumen “caprilistas” y, por las experiencias directas e indirectas que he tenido, dudo que dejen de serlo en el corto y mediano tiempo histórico.

El autor es: Filósofo

landa.roger.filosofia@gmail.com



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