A cuatro meses de la partida física del Comandante Supremo las lágrimas abonan la tierra de esperanza

Chávez encarnó sueño independentista de la Venezuela contemporánea

Su Sabaneta natal aún llora como si los minutos no hubieran avanzado. La llanura entristecida recuerda aquel areñero que por sus calles paseó, hasta desgastar el asfalto, con bandeja en mano endulzando corazones de la pobreza.

La sensación de vacío cabalga, en galope perpetúo, por todos los rincones del país desdibujando fronteras ficticias. En cualquier parte del mundo, sobre todo en Venezuela, se oyen impulsadas por el viento que agita los verdes matorrales voces que claman por su presencia. ¡Cuánta falta haces, Tribilín!

Yo le pedí a Dios, si sigue siendo tan generoso con nosotros, que me conceda el último sueño: ¡liberarme! Pero qué difícil volver a ser libre, pues, como el viento, aunque sea por unos días, por unos meses, por un año y libre de todo esto, después de haber hecho realidad el proyecto de la patria que soñamos, exclamó entre sollozos el Comandante Supremo, Hugo Chávez Frías, durante un acto de campaña en el estado Apure, el 15 de septiembre de 2012.

120 días de sueño eterno, de ese descansó que anheló en algún momento, pero que, con la facultad intrínseca en él de adelantarse a los momentos, sabía que aún no era el momento. Ese chinchorro, del que tanto habló, quizá yace en el suelo de la linda Barinas sin dejar de lado la angustia que siempre estuvo en él por colocarse en el lugar del otro, de ese personaje que levanta y acuesta el sol con la esperanza de un futuro mejor sin saber si vendrá.

 Vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies, como dijo el apóstol cubano, José Martí, en su discurso el 28 de octubre de 1893, para referirse al Libertador, Simón Bolívar, así está Chávez con sus botas de campaña calzadas y su verde olivo impecable porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy.

El líder de la rebelión del cuatro de febrero de 1992 corrió la misma suerte de su maestro, guía y ejemplo de lucha. Ambos vislumbraron el futuro de la nación donde nacieron, aportaron sus ideas, sudor y sufrimiento para materializar un proceso que dio paso a la conciencia colectiva de un pueblo. El reto, como en el siglo XIX, ahora, reposa en las grandes mayorías que defenderán el bien más preciado que se ha reconquistado: la emancipación de la nación.

El objetivo principal, lo sabemos, es la independencia plena. ¡El camino, que nadie lo dude, es la revolución! ¡La Bandera es el socialismo!, plasmó en su columna dominical, las líneas de Chávez, titulada el Simón de tempestades, el 12 de julio de 2009.

El bisnieto de Maisanta consideró que el tiempo y el espacio conformaban un círculo indisoluble para entender la vida y cualquier estrategia para desarrollar las acciones políticas en las que siempre creyó: justicia e igualdad entre todos.  La distinción de razas jamás pasó por su mente; fue el eterno luchador por la correspondencia social.

Nosotros necesitamos cambiar definitivamente el camino, el rumbo de nuestros pueblos, y para ello necesario es, así lo creo, recoger nuestra historia y traerla de nuevo; recoger 500 años, encerrarlos como dijo el poeta, en un grano de maíz, y traerlo acá de nuevo, a que brote por la sementera, se haga sueño viviente y se haga proyecto en marcha una vez más, expresó el mandatario nacional en medio de una conferencia realizada en la Universidad Nacional Autónoma de México, el 27 de mayo de 2004.

El penetrante olor que caracteriza al dueño del mal, el azufre, sucumbió ante el aroma de las orquídeas y el cantar de los Turpiales en su mensaje a la Organización de las Naciones Unidas el 20 de septiembre de 2006.

Creo que hay razones para que seamos optimistas. Irrenunciablemente optimistas, porque más allá de las amenazas, de las bombas, de las guerras, de las agresiones, de la guerra preventiva, de la destrucción de pueblos enteros, uno puede apreciar que se está levantando una nueva era, señaló Chávez, mientras las palmas no dejaron de chocar por varios minutos. La voz de los pueblos oprimidos del mundo estaba representada por el hombre que cambió la manera de hacer política en Venezuela.

Tres años más tarde, en el mismo escenario, precisó que la estrategia se enmarcaba en la derrota de la costumbre, a ésa que calificó como un veneno de control social y mental que se reproduce como un cáncer, por todos lados, hasta los más pequeños espacios. Esta es una batalla cultural profunda pero hay que darla desde la realidad transformadora.

El barinés, que se formó entre guantes, bates, pelotas hasta llegar a la Casa de los Sueños Azules, argumentaba que el amor patrio, si era verdadero, era capaz de entregar su vida por una causa común en las mujeres y hombres que alzan las banderas del socialismo, como el único modelo político-económico capaz de sacar del atraso y la miseria a millones de personas. El mundo tiene que ser pluripolar, es decir, multiplicidad de polos de fuerza, agrupaciones de países que haya más equilibrio universal para que haya más igualdad en el mundo.

Durante el 180 aniversario de la Batalla de la Victoria, en la Plaza José Félix Ribas, del municipio homónimo del estado Aragua, Chávez ratificó su infinito compromiso con los desposeídos. Mi vida a mí no me pertenece; mi vida le pertenece al pueblo. Si hay que darla, aquí estoy dispuesto a darla para que viva la patria, para que viva el pueblo venezolano. No hay marcha atrás; mi vida va en la jugada, profirió ante miles de jóvenes a quienes le confió los destinos de la República.

Individuos como el Presidente Eterno nacen cada 100 años, cuando despiertan los pueblos, a decir con el poeta chileno Pablo Neruda.  Ese letargo que por décadas dominó a los venezolanos no volverá, porque Chávez no es sólo él, es un pueblo crecido ante las adversidades.  

*Periodista

@OswaldoJLopez

siguels@gmail.com



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Oswaldo López Martinez

Periodista de @CiudadVLC/ Moderador del programa #EnLaCumbre, por @RNVcentral 90.5 FM

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