Jueves, 01de mayo de 2014.- Antes manifestábamos decentemente gritábamos consignas y decíamos «las calles son del pueblo» ¿En qué tiempo no han sido de la policía? Ni con el pétalo de una flor molestábamos la tranquilidad de los cerdos de Fedecámaras Los manifestantes del 71 no sólo gritan contra el imperialismo sino también contra sus lacayos No exigen un equis número de calles exigen el poder exigen la vida y la tierra toda y sus implicaciones objetivas
Víctor Valera Mora
No sé por qué pero tengo este problema—aunque, para ser franco, no lo considero un problema— de no poder mantenerme indiferente, al margen, de las opiniones sobre política que escucho y leo por todos los lugares que frecuento incluyendo los lugares webs en los cuales siento la necesidad de inmiscuirme. Tal vez, no sé, elucubrando un poco al respecto, ¿será que le otorgo demasiada importancia a lo que dice la gente? Si es así, bueno pues esas ideas individualistas que rezan que no le prestemos atención a lo que digan las demás personas sobre otros temas las aceptaría, pero en lo relativo a la política no puedo, para pasarlo por alto me declaro incompetente, los comentarios me resultan insoslayables porque no suelen ser sólo disertaciones demasiado personales sobre los deseos de alguien, sino que suelen implicar una cosmogonía política—y por tanto social— que necesariamente me incluye por su misma naturaleza y mucho más si es sobre la cuestión nacional del pasado, del presente o algún disparate sobre la controvertida «naturaleza humana».
En este sentido, atrajo poderosamente—libidinalmente, quizá—mi atención una bonita, pasional y bien elaborada disertación que leí, y que disfruté incluso, que equiparaba dos acontecimientos inconmensurables que solo pueden equipararse teniendo una perspectiva considerablemente simplista, ideológica—falsa consciencia— de ambos.
Sabemos que ningún acontecimiento es igual a otro, en principio, por acaecer en contextos distintos temporal, espacial, social, cultural etc., incluso la repetición por medio de herramientas fílmicas de un acontecimiento no es «el acontecimiento», es ahora una representación del mismo y su interpretación estará sujeta al contexto donde se reproduce. Entonces fue que esto que leí me indignó la consciencia de clase. Digo ¡Cómo equiparar a los poetas guerrilleros que otrora dejaron sus pechos en las calles y que gritaban «las calles son del pueblo» en los 70’s y que llevamos hoy algunos el eco de sus consignas, que exigían reinventar la vida, la tierra, el pan, el trabajo, las y los estudiantes, obreros, campesinos, etc.! ¡Cómo los van a equiparar con el berrinche burgués que se desarrolló en Altamira! Digo, rechazo todo acto de violencia, sin embargo, la idea fantástica, come flor, de que puede evitarse la violencia cuando se disputa El Poder en nuestra sociedad-mundo militarista y militarizada, me parece una apelación a una inocencia romántica. Con esto no pretendo contradecirme sobre el rechazo a la violencia, sino dejar claro que cuando las cosas se tornan difíciles en una sociedad con armas se van a terminar usando a menos que se transforme la lógica social con relación a esto y en este sentido, cabe señalar, la unión cívico-militar es un importante avance en esta dirección.
La representación (la imagen) de los acontecimientos pasados sólo pueden más o menos comprenderse, más o menos interpretarse correctamente, cuando se les trata de insertar en su contexto de origen, equiparar las protestas del Mayo francés con Altamira es un disparate. Una crítica simplista e ideológica con relación a la “represión del estado” hoy, apelaría a la popular idea de que «la historia se repite» o «el poder corrompe»; en nuestro caso actual podríamos afirmar que los «los encapuchados de los 80’s que reclamaban derechos y que ahora están en el Poder, llaman fascistas a los que han “copiado” su forma de lucha» ¡Menudo atrevimiento! ¡Menudo anacronismo! Aunque en cierto coinciden en algo: hoy, como antes, el Poder oficial reprende a los protestantes opositores. Sin embargo, no se reduce a eso, equiparar estas cosas es un anacronismo imperdonable, totalmente sancionable; es decir, los actores no son los mismos hoy y por ende, el fenómeno es distinto aunque lo hagan parecer, de hecho los fenómenos son màs o menos inversos. ¿Por qué? Bueno, basta preguntarnos, para contextualizar, quién se quejaba antes y quién ahora y por qué, qué derechos exigían unos y cuales exigen otros, qué clase social se quejaba ayer y cuál hoy, dónde se quejaban y dónde lo hacen ahora, por qué se encapuchaban antes— ¿Por las misiones de la Operación Cóndor kissingeriana?— y por qué ahora, sobre todo, cuál era la indignación de clase de ayer y cuál es la de hoy.
Las imágenes no representan individuos carentes de contenido, vacíos, equiparables a cualquier otro, y que podemos llenarlos con nuestros juicios, prejuicios y postjuicios anacrónicos; son mujeres y hombres históricos, contextuales, con identidades que representan una cosmovisión específica y diversa que en reiteradas ocasiones entran en pugna con sus opuestos antagónicos también históricos y contextuales con cosmovisiones diversas y en circunstancias como las planteadas donde, generalmente, quien ejerce el Poder legítimo suele salir victorioso. En Venezuela advertimos que desde la colonia el poder político y económico estuvo detentado al unísono por las clases altas. En el siglo XXI, con el proceso revolucionario, más claramente de manera discursiva y en algunas otras formas, el poder político oficial ahora representa a las clases bajas. En este sentido, la dinámica de la estructura social con relación a un fenómeno conflictivo de tipo: Estado-Gobierno (oficialismo) represor Vs. Pueblo reprimido (oposición), históricamente ha sido igual a las categorías de clase antagónicas como Propietarios represores (Poder Político y Económico legítimos-oficiales: burguesía) Vs. Expropiados reprimidos (simple y llanamente expropiados, desposeídos: opositores). Con la resemantización del poder político realizada por el proceso revolucionario se opuso el Poder Político al Poder Económico adquiriendo las categorías respectivamente de Oficialismo (P. político) Vs. Oposición (P. económico); Poder Económico (burguesía-oposición) Vs. Poder Político (Estado-gobierno-expropiados-oficialismo), donde el gobierno se representa ahora por las clases bajas y la oposición por las clases altas.
El nuevo fenómeno, resemantizado, resignificado, es inusual, las protestas son alentadas y protagonizadas por la clase media-alta y alta de la sociedad, en los sectores de la capital (municipios, etc.) históricamente ocupados por las clases de alta alcurnia, entonces el fenómeno podríamos decir que se manifiesta de manera más o menos inversa a lo históricamente ocurrido: la oposición identificada con las clases altas propietarias realizan y promueven las protestas y el oficialismo representado por las clases bajas que parecen haber alcanzado el poder político legítimo, rechazan esta actividad.
Las consignas opositoras de hoy, desvariadas, la xenofobia hacia la otredad, hacia los cubanos, hacia el chavista marginal, el negro, el tierru’o, desdentado ¡El Racismo!
No nos vamos a caer a cobas, no. Gonzalo Jaurena Abasolo, Víctor Valera Mora, no son equiparables a Juan Requesens y sus seguidores o Daniel Ceballos y sus seguidores. La inocencia la hemos puesto a un lado. Los proyectos políticos son contrarios, la clase social es opuesta. La izquierda no es lo mismo que la derecha. Si el berrinche que protagonizan es violento, lastimosamente la reacción será violenta por la misma naturaleza del primero sin convertirlos en la misma cosa. Hoy no están exigiendo la tierra, la vida, el trabajo, están exigiendo una dignidad burguesa más allá de la crisis, vendiendo su dramática tragedia desde sus teléfonos inteligentes a la sensibilidad internacional, inconmensurable a los guerreros de la vida caídos otrora, inconmensurable a los liceístas, universitarios, que recibían balas por protestar por el comedor de sus instituciones. Porque aquí hay que tomar consciencia de clase y asumir su lucha con nombre y apellido. No se trata de «elegir el lado correcto de “la historia”», porque la historia ha tenido y tendrá muchos lados y siempre dependerá de quien la narra; se trata de asumir su condición y consciencia de clase o étnica y la historia que esa posición implica. Y sí, sabemos que no todos los protestantes de los últimos meses en Altamira son de clases altas, también hay jóvenes de clases bajas, inconscientes, me atrevo a afirmarlo, de los proyectos de vida que se juegan la existencia, inconscientes de lo que se juega la derecha cuando intenta derrocar a al gobierno y los proyectos políticos en pugna que no sólo implica a Venezuela, sino a todo el Sur, el Caribe, los «condenados de la tierra», porque hoy, gracias a la iniciativa de Venezuela, como dijo Mario Benedetti, el Sur también existe.
A estas alturas de la existencia quien me quiera pasar para la democracia representativa le voy a meter un panfleto por las narices para que sepa cómo se bate el cobre en las pailas más luciferinas
Víctor Valera Mora
SABER A QUÉ ATENERSE
Tomado de: http://redleander.com/perorata-disertacion-sobre-cierto-anacronismo/