Sin duda alguna el escenario político que deja el pasado 6-D en las elecciones parlamentarias en Venezuela, demuestran un viraje en la correlación de fuerzas políticas. El gobierno del Presidente Nicolás Maduro ahora se encuentra en franca desventaja y pasa a ser minoría. La oposición por su parte, obtiene la mayoría tanto en el parlamento como en votación nacional.
Sin entrar en datos estadísticos profundos, y sólo con tener en cuenta el primer boletín oficial aportado por el CNE, la participación electoral fue elevada cerca del 75%, lo que demuestra una gran vocación democrática por parte del pueblo venezolano. La MUD sacó 99 diputados con proyección a obtener cerca de 108 diputados en los resultados finales y así obtener una mayoría cualificada (3/5 partes). El GPP saca 46 diputados con proyección a obtener de forma definitiva unos 59 diputados. Porcentualmente el chavismo obtiene en votación nacional cerca del 45% de los votos. Se produce así la segunda derrota electoral del Chavismo en 20 elecciones desde el año 1998. Esta derrota electoral es importante porque representa un cambio en la correlación de fuerzas, se invierte la mayoría, es una derrota electoral contundente y una derrota política sin precedentes en estos últimos 17 años para las fuerzas progresistas.
Ante este panorama, varios escenarios deben y pueden presentarse, pero un hecho ineludible es que la recomposición y reorganización de las fuerza internas en ambos bloques se viene encima. Del lado del oficialismo, esta derrota representa lo que se anunciaba desde el interior de la revolución: La falta de capacidades técnicas y políticas para la dirección de la gestión gubernamental; La sordera y en enseguecimiento para atender y observar la realidad nacional; El combate precoz o nulo contra la corrupción; Mantener un modelo económico inviable ante una nueva realidad de nuestra economía y del escenario internacional; La torpeza y ligereza técnica con la que se asume la toma de decisiones; La improvisación y falta de coherencia en la adopción y ejecución de las políticas públicas; El enroque en unos casos y atornillamiento de los mismos cuadros políticos al frente de las instituciones en donde los resultados no son los más óptimos; La prepotencia con la que se asume la crítica a la gestión; El mantenimiento de un discurso donde el único culpable de la crisis es el imperialismo, la oligarquía y la "guerra económica", que ya el pueblo, y sobre todo las bases chavistas no creen, porque entran en un vació profundo, un discurso sin fundamento ni razonamiento lógico. Y a ciencia cierta, aunque es real que existen factores de poder económicos y financieros dentro y fuera del país que han boicoteado nuestra economía, no ha sido posible que el gobierno le ponga nombre y apellido a estos sectores, pero además no se reconoce que también hemos fallado en ese escenario; y para rematar no existe la capacidad pedagógica de explicar al país entero de la situación real. Se ha abierto un divorcio enorme entre la dirigencia política gobernante y las bases sociales. De allí parte de los errores y fracasos en la gestión y por ende en el apoyo al proyecto revolucionario.
En la oposición ahora se abren enormes retos, ya que su triunfo electoral es la antesala a la búsqueda de la salida del gobierno de Maduro, que es en realidad el objetivo de la MUD. Sin embargo, el reto inmediato es sincerar su actuación, porque en el discurso electoral ha prometido cambios que sabemos por si sólo nos se generan y podemos estar a las puertas de un desencanto en sus bases que ahora están esperanzadas en que todo cambiará por el simple hecho de obtener un importante y contundente apoyo político. Se abre también el escenario para ver cuál será la reacción ante la obligatoria repartición de los escasos cargos y comisiones parlamentarias, pero sobre todo, se abre ahora el reto de saber cuáles serán las posiciones y actuaciones políticas que tendrán los distintos y variopintas actores que están dentro de la MUD, que tratarán de buscar protagonismo de cara a un proceso de transición política nacional. La división de sus liderazgos, nada compatibles, pero las visiones distintas de país que se tienen en su interior seguramente será el mayor reto y compromiso dentro de la nueva mayoría. Tengamos en cuenta que la MUD es una conjunción de diversos factores políticos que van de extremos a extremos en el terreno político e ideológico. Otro reto será qué hacer y cómo hacer política coherente desde la A.N y que planteamiento o programa alterno en el modelo económico le ofrecen al país. Ya que en la realidad no existe una alternativa consistente, un proyecto visible que haga contrapeso a la del gobierno, que insistimos también se agotó, por la vía del desencanto político, y por el natural desgaste de la gestión, que sumado a sus errores y fracasos hizo estremecer su principal fortaleza: el escenario electoral y político.
Quedamos entonces, para cerrar este análisis, por ahora, que un nuevo escenario se abre al país, el principal problema está en lo económico, y en eso, esperemos que ambos bloques, gobierno y oposición encuentren mecanismos de diálogo y concertación, acuerdos de mínimos alcanzables para que con la invitación obligada a los sectores productivos y empresariales, nacionales y extranjeros se recomponga el modelo económico del país, teniendo en cuenta que existen dos visiones antagónicas del mismo, pero que no se puede postergar la resolución de esta realidad.
No hay espacio para seguir en la confrontación política y discursiva estéril de ambos sectores, la racionalidad política debe prevalecer, y los acuerdos, aunque sean mínimos debe imperar. La institucionalidad política debe avanzar, pero también debe transformarse para ser más efectiva y eficiente.
En el lado de las fuerzas revolucionarias, debe existir una profunda reflexión y reorganización interna. Ante esta derrota política y electoral no queda otra que el repliegue táctico, la reflexión y reorganización de sus fuerzas para volver a la ofensiva.
Finalmente, quedó demostrado ante todo el país, y ante el mundo, que nuestro sistema político está fortalecido, nuestro sistema electoral esta blindado, es responsable y autónomo. Se caen las caretas de las voces agoreras internas y externas que hablaban de fraude. Somos la democracia más fuerte del continente y del mundo, sin lugar a dudas. Nuestro gobierno cumplió lo prometido, reconoció su derrota electoral, y finalmente amanecimos al día siguiente con un nuevo escenario político, sin violencia en las calles, sin barricadas, sin un caucho incendiado y sin la muerte de ciudadano alguno. Un gobierno torpe, pero responsable y profundamente democrático, respetuoso de las leyes y la de Constitución Nacional.
Esperaremos entonces los venideros los movimientos políticos y acciones que se gestarán dentro de cada factor político, que determinarán el rumbo económico, político y social del país.