Dos millones de hombres y mujeres del pueblo que siempre han acompañado las luchas sociales y políticas del chavismo decidieron no ir a votar el 6D desatendiendo el llamado del gobierno, el PSUV y del GPP. Este hecho debe ser interpretado correctamente a riesgo de convertirlo en un desgarramiento creciente e irreversible de la revolución. Es una obligación de la dirigencia chavista recuperar a este contingente revolucionario abstencionista si se quiere garantizar la victoria popular en las próximas batallas que se avecinan. Ellos son los mismos que irrumpieron el 27 de febrero del 89, que bajaron de los cerros el 13 de abril del 2002, que acompañaban apretadamente al Comandante Chávez en las grandes marchas por toda Caracas, son los pobres de la canción de Gino González, los que los escuálidos llaman zarrapastrosos, chusma, monos, tierrudos y pata en el suelo.
Lo primero que debe reconocerse es la ruptura del chavismo entre votantes y abstencionistas. La llamada unidad perfecta nunca existió, éste fue un acto burocrático que no penetró en las catacumbas del pueblo. Hay que entender que si no se restituye la unidad del pueblo chavista se pone en peligro la posibilidad de remontar el resultado del 6D. Se corre el riesgo de ignorar el mensaje abstencionista en su verdadera trascendencia revolucionaria y de no ver la existencia del descontento también en las filas de los que votamos por la revolución el 6D. Esto puede ocurrir si se encierran, para la discusión y el análisis, viéndose el ombligo en los espacios burocráticos del gobierno y del PSUV.
Entramos precipitadamente en la onda de la rectificación, la crítica, la autocrítica, la reestructuración, la renovación y el sacudón lo cual es muy positivo aunque para que ello fuera posible haya tenido que producirse el lamentable revés electoral del 6D. Los principales responsables de la derrota, empezando por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, pueden salir fortalecidos en este proceso de reflexión crítica si no asumen una posición defensiva. Ellos tienen que pedirle perdón al chavismo por no haber sabido ponerse a la cabeza del descontento popular al lado del pueblo indefenso en las colas, víctima de la burguesía, del imperialismo y de la ineficiencia del gobierno.
La llamada guerra económica va a seguir implacablemente produciendo malestar y sufrimiento en los sectores desposeídos hasta que se cumpla el objetivo reaccionario de lograr la salida de Maduro del Poder y de todo lo que huela a chavismo con la instauración de un gobierno neoliberal pro norteamericano sin descartar la imposición extra constitucional de una dictadura fascista. Una nueva dirección del PSUV en contacto con la realidad y un nuevo gobierno de izquierda, reestructurado a profundidad, con Maduro a la cabeza tienen la responsabilidad de impedir que esto ocurra. Tendrán que hacer sin demora lo que ha debido hacerse hace mucho tiempo atrás y tomar en cuenta muchas de las advertencias hechas por el chavismo crítico al cual hay que dejar de seguir viéndolo por encima del hombro.
Desde el Cuartel de la Montaña el 8 de Diciembre en su programa Contacto con Maduro el Presidente arremetió de manera desconsiderada contra una opinión crítica muy respetable de Freddy Bernal quien consideró los resultados del 6D como una lección al chavismo. Por su parte Diosdado Cabello al día siguiente en el Mazo Dando descalificó duramente, de manera general, al chavismo crítico. Estas manifestaciones de los máximos líderes del gobierno y del PSUV están muy lejos de estimular la crítica y la autocrítica rectificadora necesarias para corregir los desaciertos y reestructurar lo que haya que reestructurar. Uno ve que la soberbia y la falta de humildad son vicios difíciles de vencer y se convierten en trabas para la rectificación.
A los dos millones de chavistas indignados que dejaron de votar el 6D se debe desafortunadamente que la derecha haya logrado una mayoría calificada en la Asamblea Nacional pero también serán ellos los responsable históricos de la posible salvación ética de la revolución bolivariana si es que ésta es capaz de estremecerse por el latigazo de la contrarrevolución y saca fuerzas para depurarse de la soberbia, la corrupción, el nepotismo, el burocratismo, la ineficiencia, la insensibilidad social y de las desviaciones socialdemócratas, populistas y reformistas. Si se retoma el camino al socialismo y se une todo el pueblo chavista en un solo bloque histórico habrá valido la pena el sacrificio de perder una batalla para ganar otra por el camino revolucionario. “Perder una batalla no es sino la obligación de ganar otra” José Martí.
*Profesor de filosofía jubilado de la UPEL.