Aquel que nunca ha hecho cola para adquirir alimentos y productos básicos, jamás podrá saber a ciencia cierta lo que éstas significan y el daño moral que ocasionan a la dignidad del pueblo chavista que, hasta el pasado 6 de diciembre, siempre votó por la Revolución Bolivariana. No había que ser un experto en ciencias políticas para saber que estas elecciones legislativas se perderían; solo bastaba pasar medio día en una cola.
1. Los chavistas son los que hacen colas
La gran mayoría de quienes padecen las largas e interminables colas provienen de los estratos bajos y medios bajos, históricamente identificados con los principios y valores del chavismo, los que menos ingresos perciben y mayor necesidad tienen de adquirir productos al más bajo precio. Por su parte, los estratos medios, medios altos y altos, en su mayoría de mayores ingresos y profundamente antichavistas, tienen la capacidad de adquirir estos productos en abastos y comercios ubicados en sus urbanizaciones y que fácilmente escapan de la vigilancia oficial, pero que jamás serían denunciados para evitar el cierre de sus puertas y la fuente de abastecimiento, así vendan los productos diez veces más caros. En este contexto, resulta paradójico, por decir lo menos, que el estrato que menos sufre con las colas sea el que disciplinadamente vota por la derecha.
Esta situación ha generado, entre otros, un preocupante proceso de despolitización del pueblo chavista, que incluso en ocasiones evidentes ha sido sustituido por la vieja relación clientelar y populista propia de la era puntofjista, que ha ocasionado un grave daño al tejido social del proceso revolucionario. En las colas muy poca gente habla de política, y entre aquellos que expresan descontento, se pueden escuchar palabas altisonantes e incluso irrespetuosas contra el alto gobierno.
2. Los funcionarios oficiales no hacen colas
Durante las colas del sabotaje petrolero de 2002 y 2003, o incluso en aquellas que ha podido padecer el hermano pueblo cubano por el criminal bloqueo que pesa en su contra desde hace más de 50 años, las penurias afectaban a todos por igual, el pueblo tenía una clara conciencia de clase y existía un liderazgo revolucionario que enfrentaba con gallardía y ferocidad la guerra económica hasta doblegarla, demostrando siempre empatía, solidaridad y plena conexión con su pueblo.
La situación actual dista mucho de la heroica experiencia histórica. El rasgo social de quien hace las colas, sin desestimar que efectivamente existen excepciones que confirman esta regla, en cierta forma explica la ausencia de funcionarios oficiales en supermercados públicos y privados, ni siquiera como trabajo de inteligencia para conocer el devastador impacto que las colas tienen en el proceso revolucionario. Al contrario, muchos funcionarios oficiales han sido vistos con su indiscutible indumentaria roja tomando fotografías y notas alrededor de las colas, pero sin disposición alguna de identificarse con el pueblo y sentir en carne propia sus penurias. Ante la evidencia constatada del crecimiento exponencial de las colas, pareciera que su única conclusión haya sido pensar que las mismas podían ser disfrazadas, maquilladas o escondidas. Craso error.
3. Es inútil esconder las colas
Si las colas solo las hacen los chavistas de escasos recursos, resulta inútil y hasta contraproducente pretender esconderlas. El chavista que hace cola escondido en los sótanos de un supermercado o detrás de los arboles de un paseo peatonal, por ejemplo, siempre estará consciente de su drama y esperará pacientemente el momento oportuno para expresar su descontento en las urnas, mientras que aquel que no hace cola por pertenecer a un estrato social que aun le permite adquirir los productos bachaqueados al triple de su valor, no le importa saber el tamaño y proporción de las colas, si son largas, cortas o inexistentes, porque siempre votará por la oposición.
4. Las colas son también corrupción y abuso de poder
El pueblo que aguanta largas horas en cola, con fuertes lluvias y recio sol, puede observar desde tempranas horas de la mañana los camiones tipo cava que salen de los depósitos de los supermercados muy seguramente cargados de alimentos y productos de primera necesidad regulados para ser contrabandeados y vendidos a un precio suficientemente alto para mantener opulenta a toda la cadena de bachaqueros y funcionarios públicos corruptos. Horas después, desencantado y sin ningún tipo de información sobre lo que venden o dejaron de vender, el pueblo logra la hazaña de entrar al supermercado para verse sometido al manejo abusivo del poder por parte de quienes controlan la distribución de los escasos y preciados rubros. Quien tiene pollo tiene el poder: "metete por aquí o le doy el pollo a otro que lo quiera"; "muévete para allá o te saco y te quedas sin pollo"; "ponte frente a la reja, empuja y grita duro para que te tiren un pollo"; son los vicios heredados de la cuarta república que no han podido ser erradicados.
5. El ejemplo de Chávez para vencer las colas
El Comandante Presidente Hugo Chávez Frías demostró que sí era posible encausar todas las fuerzas del Estado de manera coordinada y sistemática hacia la consecución de un fin común. La Gran Misión Vivienda Venezuela que ha cambiado la vida de millones de personas es ejemplo de ello: un ambicioso proyecto estudiado, diseñado, analizado, desarrollado e implementado con suma precisión, capacidad técnica y voluntad política en beneficio de toda la colectividad. Esta misma sinergia requiere ser aplicada para acabar con las colas. El Estado tiene la capacidad, la inteligencia y la vocación para hacerlo. Es una tarea urgente e impostergable, porque por allí, por las colas, se no va la Revolución Bolivariana.