Vivimos una crisis que ha desatado los demonios en el campo de la oposición, sector que creer tener el poder a la vuelta de la esquina y que sólo falta un empujoncito del Presidente Trump. Crisis que permite denunciar en los medios la idea de la existencia de una terrible hambruna que nos azota. Crisis con las vías hacia el dialogo cerradas, con un evidente irrespeto a la libre determinación de los pueblos de parte de gobiernos foráneos que se inmiscuyen en nuestros asuntos, mientras le sirven a las transnacionales; crisis que permite el fortalecimiento de una oposición embarcada en la idea de sembrar el caos a fin de provocar una intervención de los Estados Unidos, al punto de realizar marchas de los excrementos y actos similares, en una locura que no le permie ver que el uso de las heces puede provocar una epidemis que se llevaría en los cachos a niños y ancianos de tofos los niveles sociales. En medio de esa crisis, el Presidente Nicolás Maduro se lanza con una propuesta de jugársela todo, de una vez, solicitando la presencia del pueblo en una asamblea Nacional contituyente.
Se trata de una jugada maestra, esperada en un compa arrojado y audaz como lo fue Hugo Chávez, inesperada en el estilo de Nicolás Maduro. Se trata de una jugada donde se puede perder lo alcanzado hasta hoy en la transformación del país o avanzar un poco más en los logros. Esto es si la Constituyente es controlada por la clase política de uno u otro bando, dejando al pueblo en las gradas para el aplauso o las pitas. Pero será la oportunidad para que ese pueblo organizado, que aprendió a ser incluido, que ha saboreado algo de poder en las comunidades, que ha tenido la oportunidad de cantarle cuatro verdades a un funcionario inerte a sabiendas que está autorizado por las leyes para hacerlo, ese pueblo que es dueño del poder originario y lo está entendiendo así, a pesar de los burócratas, los oficios, las reglas y los permisos, que ha sabido asumir el gobierno en pequeñas instancias, decida tomar el poder y colocar el Estado al servicio de la clase trabajadora, y eso es el camino expedito al socialismo.
Va a depender de nuestra organización, participación y espíritu combativo asumir un protagonismo directo, real, palpable, sin el freno del poder constituido. Va a depender de nuestra voluntad para colocarnos por encima de las directrices de la institucionalidad, el destino de la Constituyente. Se trata de subvertir desde las comunidades para construir el socialismo.
Entendemos que desde el poder constuido saldrán pautas, normas para el debate, formulsrios a ser llensdos. Ya salieron 9 puntos a ser discutidos em mesas, una redacción abstracta, un juego a sentarnos como buenos alumnos. Pero Chávez nos empujó hacia la autocrítica, al debate, al protagonismo colectivo. Pues, rompamos con el esquema, con la pauta y debatamos para co0nstruir el poder comunal, para plantarnos y no ceder con la idea del socialismo, vamos a ponernos necios en la lucha contra el burocratismo. Si un colectivo considera que la vía es la Dictadura del Proletariado, que lo exponga. Si un grupo de camaradas es partidario de una Presidencia Colectiva, que lo proponga. Vamos a debatir, a construir, a soñar.
Respetamos a la dirección del PSUV, saludamos el trabajo de un Elia Jaua, pero el camarada lleva 18 años en el poder constituido, a lo mejor desde el poder constituyente se ven las vainas de otra manera.
De allí que la decisión presidencial simbolice una pausa en el camino a fin de avanzar más rápido, estancarnos en lo mismo o perder todo. Depende del poder constituyente, del pueblo, el resultado que obtendremos del debate. Para ello nos toca avanzar sin miedos, decir verdades, aunque molestemos, ser unas ladillas para arrebatarle espacios a la clase política que se ha burocratizado.
Es el momento de volver a la Agenda Bolivariana, al Golpe de Timón, a la Comuna.
Nos toca, por ejemplo, en el sector cultural, impulsar la idea de la conformación de un órgano rector(Ministerio de la Cultura), responsable de la política cultural y que ese órgano sea el responsable de distribuir los recursos equitativamente, sin privilegios, mediante mesas, conversas y más participación. Pues, en el caso estricto de Margarita, podemos afirmar sin rodeos que el maestro Beto Valderrama es tan buen músico como Dudamel, sólo que más nuestro, más piel, más calor humano. Menos traje y estiramiento
Qué el poder originario asuma los destinos de la Constituyente, ese es el camino al socialismo.