Utilizar el término malandraje en nuestro lenguaje criollo es una especie de explicación sintetizada en pillería, pero, a nivel gramatical, se puede definir como un concepto multívoco, es decir, cambia de significados drásticamente. En una sociedad como la nuestra, la trampa, la pillería, el vicio, los juegos de azar o estafas se reinventan día a día a día tecnificándose con sus herramientas e incluso, degradan a nuestro verbo cotidiano como lenguaje en una trampa inocente que nos hace cómplices permanentes en su sostén y crecimiento colectivo.
Cuando nos preguntamos quienes son los responsables, la respuesta es sencilla: ¡todos!, porque hasta por omisión descuidamos nuestros propios hogares al hablar o actuar. Es sencillo grabarse expresiones verbales diarias en diferentes espacios de usos colectivos, sean transportes, supermercados, parques o cualquier lugar de concentraciones, la forma en el hablar de nuestros días incluye sistemáticamente frases extrañas que solo nosotros entendemos y que también se escuchan o ven en televisión, radio o redes sociales como: ¡hola mol! (saludo cariñoso de una amiga a un amigo), la mía, el mío (mal utilizando los artículos), te tengo un beta (una especie de noticia sorpresiva), ¡épale vieja! (un hombre saludando a otro), había merca a tres tablas (había mucha mercancía), ¡no vengas tú cuerpo con tu cuerpo e´yuca! (no seas tonta o creas que soy tonto y me engañas), ¡pa´que sean serios y se organicen! (tengan seriedad y respeto), ¡mosca!, ¡pilas! (ponte atento, activo), etc…
El día a día también nos presenta un panorama de malandraje cotidiano que se va formalizando con la desidia, anarquía y mal uso de autoridad. El abuso comienza a absorber nuevos espacios que hacen del malandraje una práctica. Para nadie es un secreto lo que se conoce como bachaquerismo en Venezuela (algunos lo ven en una especie de rebusque que los ayuda a enfrentar la crisis pero en la práctica es una forma de pillería y robo que afecta a toda la ciudadanía). El bachaquerismo o especulación de acaparamiento no sólo se puede observar en la informalidad de calle sino también en grandes cadenas comerciales de "nombre" o prestigio. Pudiéramos decir: ¡malandro es malandro!, y en eso se puede incluir una lista de "malandreo" generalizado, llámese cobro anárquico en el pasaje de transporte (irrespetando no solo al pasajero común, sino también a ancianos, discapacitados o estudiantes), el atropello en los servicios públicos y privados y así un lista larga.
La irracionalidad y locura malandra de los precios nos va desnudando poco a poco el cuerpo y el cerebro. Nos malandrean de muchas formas: los bancos con la entrega de efectivo, el abuso en cobros de puntos cuando nos quitan muchas veces porcentajes extras o en una panadería donde nos humillen en una cola por el pan, en el pirateo de transporte, en las cercanías de hospitales donde el mercadeo de productos escasos asociados a la salud es evidente, también nos malandrean con corrupción, antinacionalismo, transculturación, mal educación, antiética, burocratismo y política en general para hacernos un malandraje presentado en estafas, circos y engaños que nos hace sentir desamparados.
La otra pregunta es: ¿qué hacemos?, pues deberíamos revisarnos como sociedad y atacar desde el hogar haciendo de esta coyuntura ignominiosa de malandraje cotidiano un mal ejemplo a revertir haciéndonos mejores personas actuando con bases de honestidad, querencia ciudadana, calidad humana y sentido de pertenencia con respeto porque muchos creen que malandro es esa persona que califican por su aspecto o verbo y no es así, pues el malandro, ha calado todos los espacios de la sociedad con engaños de apariencia y si no actuamos rápido, cada quien tendrá su "yo malandro" en el lugar que sea…