Mi palabra

Ocurrencias pandémicas

"¿Sabes lo indefenso que te sientes

cuando tienes una taza de café en la mano

y empiezas a estornudar?"

Héctor del Mar

1- La pandemia definitivamente ha venido a cambiar todo. En la mañana del jueves, llegué a un supermercado con mi tapaboca, como mandan los expertos en medicina sanitaria. Apenas entre, el cuerpo, como dicen los jodedores se antojó de estornudar–acto involuntario– el sonido de los pulmones liberándose se oyó en todo el salón, y lejos de escuchar la voz gentil de alguno de los presentes ¡Salud! Por el contrario, todos se vieron con el rostro espantado, como si estuvieran en una sala de cine presenciando una película de terror, y faltó poco para que largaran los víveres en los mostradores y salieran corriendo.

2- Un amigo, de los que han hecho la curiosidad parte de su vida, y andan cazando cualquier desliz, contradicción, ocurrencia o chiste para llevarlo más adelante. El sábado, después de la segunda semana de anunciarse la cuarentena lo conseguí sentado en un banco de la plaza Bolívar; al verme se levantó muerto de risa; me sorprendió, a pesar de conocer su acostumbrado estado de ánimo, ya que el momento no está para estar pensando en juegos por el coronavirus, pero entre risas y palabras me dijo: "Esta pandemia está haciendo milagros, y por momentos asombra" Al preguntarle ¿Por qué dices eso? Nuevamente largo la carcajada, como impulsado por un recuerdo guardado en el subconsciente: ¡Sabes una cosa, el tipo ese, que se lo pasa calle arriba, y calle abajo y amanece por estos lados, casi desnudo con una lenguarada propia de un loro, me sorprendió, carga el tapaboca puesto, contrariamente Donald Trump, todavía no lo he visto ni siquiera usando un pañuelo, cuando habla! ¿Y entonces quién es el loco?

3- Dos señoras, iban caminando muy animadas el domingo por la mañana para la acostumbrada misa, al llegar a la iglesia se enteran ¡Suspendidas las misas, hasta nuevo aviso! Al regreso las decepcionadas mujeres, cuando pasan frente a dos borrachitos, estornuda la mayor ¡Achú!, luego se oye el arrojo del sonido involuntario de la menor edad, por supuesto con más fuerza ¡Achuuuuú!. Uno de los amanecidos se queda mirándola, la reconoce y se dirige con la voz compungida: ¡A mundo, Chuy, no espero la pandemia se lo llevó la penca!

4- En una verdulería, las veces que llega un señor, de esos resteados ¡patria o muerte! la dueña, lo provoca con las vestimentas en medio de unas medidas, como para un concurso de belleza, el cual parece una incitación a tocarla para saber, si, es de verdad; aparte de esos atributos femeninos, le lanza un desafío cada vez, que lo ve: ¡sí, siguen mandando los chavistas, nos vamos a comer unos a los otros! El hombre sonriente, pero con mucha picardía siempre la reta: ¡ojalá, porque a la primera que me voy a comer es a ti! En esta oportunidad, quien tomó la iniciativa fue el cliente, totalmente resteado ¡Te salvó la pandemia! Todos echaron a reír sabiendo las travesuras del cliente, y en medio de las risas, la mujer, empezó a estornudar, como sí había recargado los pulmones con una bombona; lo que transformó las caras de los presentes en gestos de asombro. Un joven la vio con los ojos desorbitados, para exclamar: ¡Ah mundo, este lomito parece que está infectado! Mientras uno de los proveedores, quien no dejaba de escudriñarla con la vista de arriba abajo, terminó de ponerle la guinda al pastel ¿Qué importa? ¡Así, cualquiera se tira ese arriesgón!


 



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Narciso Torrealba


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