La capacidad, el conocimiento, no se improvisan, no son asunto retórico, se demuestran en la realidad. Cuando un gobierno incurre en el pecado de la soberbia, cuando la arrogancia le impide convocar a los doctos, si además ese gobierno profesa la ética del sindicalero y buscar excusas y lanza las culpas a otros y persigue la crítica, en ese caso el fracaso más rotundo está garantizado.
Un gobierno con un poquito de consideración, renuncia; abre las puertas a las soluciones. Pero el gobierno madurista soberbio, fracasado, es extremadamente peligroso, nunca reconocerá su falencia; al contrario, buscará zafarse de la crisis que creó y en ese afán llevará al país a la disolución.
Ejercicio inútil el de listar los fracasos del gobierno madurista, todos los conocemos. Lo importante ahora es precisar sus maneras de librarse de la derrota, sus pataleos para permanecer en el poder; lo urgente es impedir que el madurismo en su agonía acabe con el país.
Con la pandemia, el gobierno ha mostrado su debilidad como en una radiografía. Ya no son las excusas de la amenaza exterior, aquello de los trocheros infestados a propósito y enviados como bombas humanas, en la más sombría imaginación nazista; ya no son las acusaciones a los gerentes de PDVSA. Ahora, la patraña que oculta el fracaso ha dado un giro de calidad, se trata de lanzar la culpa al difuso poder popular. Veamos.
Ante el fracaso en el tratamiento de la pandemia, cuando la incapacidad le estalló en las manos (los casos aumentan, las medidas no funcionan, la población no entiende lo que pasa, la información es mala, la cúpula que dirige la batalla no tiene credibilidad) maduro no encuentra más refugio que en un arranque de populismo decretar que sea el poder popular el que decida el régimen de cuarentena, leamos un párrafo de la noticia:
"El presidente instruyó 48 horas de consulta con las organizaciones del poder popular, a fin de evaluar la aplicación del método de flexibilización parcial o ampliado, al tiempo que solícitó propuestas a los gobernadores de y protectores de estado"…
Le endosa el fracaso evidente a un difuso poder popular y a los gobernadores, a los que se le pide que opinen con los ojos cerrados, después de meses de cuarentena, sobre un asunto del que no tienen información ni formación. Sin oír la opinión de los expertos, después que la plasta está puesta, el gobierno asustado sale a llamar a María. De esta manera, lo que pase de aquí en adelante será por decisión del poder popular, el fracaso no será del madurismo. Una manera muy del pranato de esquivar responsabilidades.
En el plano de la ficción quizá se les alivie la conciencia, tendrán material para unos cuantos boletines. Sin embargo, la realidad habla del desespero del gobierno carcomido por su propia inutilidad. El gobierno lanzó la responsabilidad a sus propias entrañas, a lo que ellos llaman poder popular. Queda en evidencia el carácter gaseoso de su organización social, que ahora después de años de abandono, de meses de errores con la pandemia, la convocan para que cargue al muerto de la cuarentena, de los fracasos del pranato.
De esta manera, el madurismo se come a sus propios engendros, ahora sólo les queda la estampida… enfermarse de coronavirus es una buena fuga para los jerarcas.