Nos encontrábamos varios estudiantes de 5to año de bachillerato del entonces Ciclo Combinado Dr Rafael Guerra Méndez prestos a iniciar una partida de pelotica de goma dentro de los espacios de la plaza Santa Rosa de Valencia. Sería entre 9:00 am y 10:00 am de aquel 27 de febrero de 1989 cuando ya teníamos bajo control la zona de corrido de las bases, pues era bien extensa al no existir allí el busto del prócer Manuel Cedeño.
Quienes compartimos esa ocasional y temprana calichera éramos todos conocidos, próximos graduandos en tiempos de la siempre recordada directora, profesora Lucina Rivas de Peña.
Era un lugar con cierta preferencia nuestra dada las dimensiones del lugar a diferencia de la disminuida cancha del plantel. En la plaza los "batazos" viajaban hasta chocar frente a la fachada de la Iglesia diseñada por Fruto Vivas y donde hace casi 50 años acompañé de pajecito. Pues, bien, resulta esa mañana fuimos despachados la totalidad de estudiantes por nuestros profesores tras las situaciones ocurridas en diversas regiones en el país, la cual, parcialmente desconocíamos.
Por la manera cómo se daba la evacuación del plantel, sin mayores complicaciones ni traumas, nos imaginamos aquellos disturbios serían malestares ocasionales o saboteos callejeros ya vividos con anterioridad. Basura atravesada en el corredor vial, cauchos en llamas, protestas con consignas, estudiantes encapuchados contra piquetes de policías protegidos y con peinilla y bombas lacrimógenas en mano. Un panorama propio de esa época. Recuerdo como antes de iniciar la caminata de salida del plantel nos iban diciendo: ¡Vayan a sus casas!
Nosotros, los estudiantes, por lo menos el grupo donde íbamos desconocíamos la magnitud del suceso iniciado a tempranas horas en Charallave, hecho divulgado por los medios televisivos. En esta ciudad, capital del estado Carabobo, ciertamente se sintió el aumento del pasaje como parte de las medidas económicas implementadas por el presidente Carlos Andrés Pérez días antes, especie de estrangulamiento al bolsillo de los trabajadores, especialmente. Tal drama es hoy repetido drásticamente en la Argentina de Eva Perón, por un engendro del macrismo llamado Javier Milei.
Como consecuencia entonces de las protestas en esa localidad del estado Miranda, vamos a presenciar los primeros focos de perturbación en la calle antes de llegar a la plaza Santa Rosa. Uno de esos momentos y de gran impacto personal y hasta la fecha bien guardada en la mente es la piedra estrellada contra el vidrio de seguridad de la agencia bancaria ubicada en la esquina de la avenida Bolívar Sur con calle Infante. Fueron unos jovencitos quienes apoderados por razones desconocidas intentaban ocasionar especie de caos y llamar más aún la atención.
Podemos recordar pese a un clima raro algunos establecimientos comerciales mantenían sus puertas abiertas. Algunos vehículos transitaban. Por las aceras bajaban y subían cierta cantidad de peatones. Poco a poco iríamos a conocer los alcances de las manifestaciones en la zona sur de Valencia.
Fue desde la plaza, habiendo transcurridos uno o dos innings de juego que pude observar piquetes de la policía uniformada de Carabobo se apostaban cerca de donde estábamos. También fue por instante, entre el juego de pelota y visualizar a uniformados desde lejos que vi desplazarse a mi hermano por la acera del oeste de la av Bolívar sur en sentido sur-norte.
Pasado un tiempo vamos a escuchar y notar las perturbaciones callejeras, los cierres de santamarías, los tumultos de personas frente a negocios y los uniformados con o sin peinilla subiendo a todo aquel a las jaulas patrullas. Un supermercado de orientales, una quincallería, la panadería y otro gran establecimiento de alimentos de gran tradición en Santa Rosa fueron amenazados en ese momento de ser saqueados. Al cabo de minutos todos nosotros abandonamos la plaza. En el caso particular nos llegamos donde vivía una abuela.
Pero resulta estando dentro de la casa nos preguntan cómo está la situación en la calle y que si hemos visto a Herlis, mi hermano, pues tenía bastante tiempo de haber salido a cumplir con un mandado. La respuesta no se hizo esperar, se dijo fue visto en dirección a la panadería y es donde explicamos allí había presencia policial por lo cual al estar vestido de estudiante pudiese haber sido embarcado en alguna patrulla.
En efecto se hicieron las movilizaciones para averiguar su paradero y gracias a una tía que trabajaba en Navas Spínola en el departamento de Enfermería, sede de la comandancia policial estadal, estaba allí como un vago o maleante. Esa era la ley que aplicaban los organismos de seguridad del Estado para detener, llevar y desaparecer a ciudadanos disidentes de las políticas públicas en tiempos de la cuarta república.
El caso es hermano mío, usted se salvó de ser golpeado y mal tratado de haber permanecido más allá del tiempo necesario sino hubiese sido por una solicitud familiar. Ese tipo de hechos, que son traídos a la memoria por estas fechas merecen su atención por cuanto para el 28 de febrero, o sea un día después, hace 35 años, las desapariciones y muertes ocurridas tras la ola de saqueos y persecuciones a todo aquel sería recordada como la Masacre del Caracazo, pues el estallido social no daría tregua a los desmanes de los esbirros de las policías, ejército, guardia nacional, quienes recibieron órdenes de arriba. ¡Hermano mío, usted se salvó de esa lista negra! ¡Tenga bolas y reconózcalo! Una maría corina machado es la reedición de tales episodios.