Por fin desde hace meses veo sonreír a los escuálidos de mi vecindario. Hoy amanecieron que no caben en sí de gozo, celebrando la intempestiva intervención en la cual el monarca mandó a callar a Chávez, sin tener velas en ese entierro, porque la polémica era entre Zapatero y el nuestro. Los opositores se sienten hermanados con el heredero de Franco que pretendió silenciar a Chávez, como lo intentan infructuosamente Bush y sus lacayos criollos o extranjeros desde hace ocho años. Y es que ¿quién mejor que un rey para actuar como vocero del imperio?
Es tal el júbilo que sienten los oposicionistas de mi sector, que si fuera por ellos desde ya nombrarían al fulano rey como candidato a la presidencia de la república por parte del pomposo “comando de la resistencia”, dejando por fuera a esforzados aspirantes como Rosales y Borges. Claro está, eso si el mantenido Borbón aceptara el sacrificio de venir otra vez a civilizar sudacas, cosa que dudo. No nos extrañe que en las futuras marchas de los estudiantes sifrinos que ahora copan la vanguardia derechista, asimilen la grosería real como consigna, porque la verdad es que la originalidad no ha sido su fuerte.
Nada más natural que quienes conforman una minoría apátrida cada vez más frustrada, vean en la imagen del rey Juan Carlos una especie de vengador, que hizo lo que ellos no pueden, ante los desmanes del zambo alzado que insiste no solo en darle poder a los tierrúos, sino que además pretende establecer una sociedad socialista. ¿Cuándo se ha visto semejante atropello en patio trasero gringo? Además, los escuálidos están en deuda con el monarca, por el apoyo que su país les brindó en tiempos de Aznar, para sacar a Chávez de la presidencia, aunque fuese por sólo 36 horas.
Si no les importó casi quebrar económicamente al país durante el paro petrolero, si viven soñando con el día en que las tropas de marines lleguen a liberarlos de la dictadura chavista, nada más lógico que disfruten el incidente que marcó el final de la mejor de las cumbres iberoamericanas celebradas hasta la fecha. Sin duda esta fue una reunión inolvidable, porque se superó el lenguaje hipócrita que caracteriza los encuentros diplomáticos clásicos, y porque nuestra América mestiza empezó a demostrar su nuevo rostro irreverente, racional y esperanzador, en personas como Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega y Nestor Kistchner. Bravo por Cuba y por Fidel, que ya no están solos. Y en cuanto a mis vecinos, lo siento porque su alegría es de tísicos: ni con la insolencia real podrán triunfar en el referendo por la reforma. Por nuestra soberanía y dignidad digamos SI dos veces.
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