Para contribuir con las “escandalosas reformas” que pretenden deconstruir al vetusto Estado, nosotros hijos de la utopía, insensatamente proponemos cambiar el icono mayor de nuestra identidad nacional: nuestro glorioso Himno nacional. Consideramos que no es una canción patriótica para los nuevos tiempos. Representa una herencia oligárquica incrustada en nuestra psiquis que contribuye a reproducir el colonialismo interno.
El período en que fue hecho dice mucho. Es elevado a himno oficial en 1881, época de la autocracia centralizadora del “Venezolano de oro” Guzmán Blanco, apogeo del positivismo y tiempo de desprestigio de la palabra “Revolución”.
Pero empecemos a desmontarlo para ver: “Gloria al Bravo Pueblo que el yugo lanzó” ¿Lanza su yugo y deja de ser colonia? Que nosotros sepamos aquí nunca el bravo pueblo se ha quitado su yugo. Desde que llegaron los españoles no hemos salido de una. De ningún modo ha habido independencia. Sólo cambio de amo, sin embargo, crea un ilusorio de “pueblo libre de dependencias”.
“La Ley respetando la virtud y honor”. En buena parte nada ha cambiado por respetar la Ley. La Ley del poderoso. El sistema jurídico ha estado diseñado por las clases dominantes para salir ganando siempre, y mantener el control social de los oprimidos. La “virtud y el honor” eran cosas de ricos. Aquí el pueblo lo que tenía era hambre e indignación.
“¡Abajo cadenas! (bis) Gritaba el señor; (bis) y el pobre en su choza Libertad pidió:” Se refiere a una “Independencia” dirigida por las élites y los Señores de la tierra. Grita: abajo las cadenas de España, pero igual quedamos encadenados a Inglaterra por deudas que duraron más de 100 años. Y luego a los gringos, hasta el sol de hoy. Libertad comercial era lo que clamaba Don Señor de la tierra… y el pobre en su choza creyó que era la Libertad real. Esta estrofa oficializa la desigualdad cuando objetiviza la desigualdad del Señor en el palacio y el pobre en su choza. Además crea el imaginario que son los Señores los que llevan la vanguardia y los pobres los siguen como borregos.
“A este santo nombre tembló de pavor el vil egoísmo que otra vez triunfó”. El egoísmo de los colonizadores tembló de pavor pero igual la independencia quedó truncada y de ahí la palabra “proceso”, por lo inconcluso de la intención liberadora. Y ¡Claro! ¿No va a triunfar? Si por el capitalismo tenemos el egoísmo ya en los genes. Hasta los niños gritan: ¡Es mía!! a la migaja. Además, decirle “Santa” a la Libertad es como despojarla de su sentido trasgresor y emancipador. Los santos se ven siempre con caras inofensivas. ¿Será que mercadean una libertad de medias tintas y gato pardiana?
“Gritemos con brío: (bis) Muera la opresión (bis) Compatriotas fieles la fuerza es la unión” Es quizá la única verdad. La fuerza es la unión. Aunque hay que hacer estomaguito para estar unido a tanto arribista y corrupto. Además, está como difícil conseguir “compatriotas fieles”. Sobre todo, en las filas de la burocracia intermediaria, el generalato y la pequeña burguesía. Esto sin tocar el tema de los empresarios que hablan de socialismo. La infidelidad de los ni-ni en la época colonial era levantar la bandera del que pasara ganando, hasta que el Libertador tuvo que decretar la Guerra a muerte para poder lograr definiciones patria o muerte.
“Y desde el Empíreo el Supremo Autor, un sublime aliento al pueblo infundió”. Esto es inaudito. Es la clásica concepción metafísica de la historia. Pensar que los pueblos son movidos, aupados, animados, por una autoridad superior y divina. Es como seguir creyendo en la Providencia, el destino, el Salvador, el predestinado por los dioses, los elegidos. Siguen con el eslabón idealista donde el Todopoderoso premia la mansedumbre y castiga la osadía de la rebeldía con pestes y terremotos.
“Unida con lazos (bis) que el cielo formó, (bis) la América toda existe en Nación;” Con razón se balcanizó. Se dividió en tantos pedazos porque apenas estaba unida por un etéreo “lazo celestial”. Y dale con que el cielo de diosito une a los pueblos. ¿La América toda existe en Nación? El ideal de Nación continental se truncó cuando se ignoró a nuestros pueblos originarios y se levantaron Estados pétreos y oligárquicos por encima de nuestros corazones. Así se diseñó “una manera de ser” argentinos, chilenos, colombianos, peruanos… Perdida la Patria grande se copiaron modelos europeos, se eliminaron las tierras comunales, fuentes de nuestra cosmogonía y nos mestizaron con el más cruel de los colonialismos internos.
“Y si el despotismo levanta la voz, seguid el ejemplo que Caracas dio”. Ah no, aquí se pasó. Lo que hace es reforzar el centralismo caraqueño. Ahondar en la contradicción centro-periferia, “la Metrópolis y la provincia”. Seguir pensando en el “interior” como si Caracas fuera el exterior. Ignora los levantamientos de el negro Miguel en 1552 en Buría, de Andresote (1730) en Yaracuy, de Juan Francisco de León (1749) en Barlovento y contra el monopolio, Matías Márquez (1779) en La Grita, los Comuneros andinos en 1781 con Juan José García de Hevia, José Leonardo Chirinos (1795) en Coro, Gual y España en La Guaira en 1797 quienes planearon un cambio social radical en un proyecto igualitario, republicano y democrático con proyección continental. Todos mucho antes de que los mantuanos caraqueños se alzaran tímidamente apoyando al Rey de España.
El himno nacional es un canto épico dedicado al pueblo para cooptarlo y volverlo manso. Está demostrado que hay que cambiar ese himno. La gente lo aplaude cuando siente que termina esta letanía del destiempo. Llamen a concurso y si quieren le mantienen la misma musiquita. Hay que destrozar al Estado burgués y sus simbologías oligárquicas. No se puede construir un mundo con el mismo lenguaje con que fue edificado por las clases dominantes.
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