Chirino pide que los trabajadores esperen su Reforma muy pronto: cuando la rana eche pelos

Yo no sé por qué Chirino se me parece tanto al padre Palmar. Pero bueno… No hay cosa peor en este mundo que tener la cabeza llena de ripios, adjetivos y vaguedades retóricas. Yo tengo testigos de lo que dijo el señor Orlando Chirino en la Casa del Pueblo en Mérida: el doctor José Antonio Velásquez Montaño. Cuando Chirino dijo que la CTV tenía un historial respetable, con fuerza y tradición en Venezuela, recuerdo que el doctor José Antonio, a quien hasta entonces no conocía, se me acercó y me dijo: “¿Qué le picó a este tipo? ¿Escuchaste lo que acaba de decir?”

Yo lo escuché clarito. José Antonio escribió sobre esta misma cuestión y se puede buscar en los archivos de Aporrea, su artículo. Entonces, este señor portento de la “revolución escondida” de Miguel Ángel Hernández, y quien por más señas se auto-encasqueta el título nobilísimo de “Docente UCV y militante del Movimiento por la Construcción de un Partido de los Trabajadores”, para más sesudas señas geniales y gremialistas, y es quien me lanza: “Yo que convivo a diario con académicos, intelectuales y profesores, conozco de sus veleidades individualistas, y Sant Roz no escapa a ellas.” Por eso dice que yo no tengo las credenciales para cuestionar a Chirino; ni credenciales ni carta de buena conducta, señor Miguel Ángel.

Verdad es que no necesito argumentos políticos para desarrollar ningún ataque ideológico a unos tipos que en este instante están pidiendo, porque son muy arrechos y tan revolucionarios como Tarzán, que se vote nulo en el referendo. Tendría yo que ser muy pendejo para eso. Esta ridícula y gris cofradía que le hace el coro a Orlando Chirino, que lo carga como el príncipe azul del movimiento revolucionario sindical nuestro, da muchísima risa, la verdad. Y les juro que no llegarán a nada dentro del movimiento de los trabajadores ni tampoco fuera de él.

Yo, señor Ángel, no la pague con Aporrea sino que para lo que ustedes andan pregonando ya existe Globovisión. Ustedes con eso hacen más daño incluso que la propia Globovisión porque quienes tratan de orientarse por estas páginas de Aporrea son personas bolivarianas, que andan empeñadas en que este movimiento se consolide en medio tantos escollos y malditas traiciones. Me he entretenido leyendo las puerilidades como “le guste a usted o no, sigue siendo eso (Aporrea libre), aunque me imagino que usted preferiría que fuera dirigida por Torquemada, y su lema fuera la censura y la restricción a las opiniones críticas. Usted le pide a Aporrea que censure a Chirino, lo cual no es muy democrático, y mucho menos socialista o revolucionario.”

De Chirino no me interesa saber mucho, porque me basta con lo que dice y con lo que embadurna de vez en cuando el sitio de Aporrea. Lo que yo realmente no entiendo es como alguien que se pueda llamar revolucionario ande empatado en este instante con esa de llamar a votar nulo. Y aún más, me entristece sobremanera su estilo, señor Hernández, y si como escribe lucha a favor de los trabajadores, mejor es que los deje tranquilo. Eso del sindicalismo revolucionario para ustedes no vienen a ser sino un juego de palabras, de elucubraciones y sueños de luchas sin sustancia. ¡Tener tan gruesa historia de luchas para decir puras sandeces, vaya! Quieren hacer de Chirino un portento de dirigente obrero, y ese portento llama a votar nulo en el referendo, porque si se vota nulo no se apoya la reducción de las horas de trabajo: ¡Viva Chirino y su combo! Si se vota nulo se juega a que los trabajadores informales sigan sin protección social ¡Viva Chirino!... Aprobemos la Reforma de Chirino en el año en que la rana eche pelos, que es la próxima semana y entretanto que los trabajadores sigan con el horario que tienen y con las carencias de protección social y humana que actualmente sufren. Y entretanto échense a esperar, digo, la pelambre de la rana. Definitivamente, yo sé porque llaman a votar nulo; no lo hacen por maldad, no lo hacen porque sean antichavistas, lo hacen porque son diferentes, profundos, agudos, geniales y complejos, y a la vez tan modestos que todas sus infinitas virtudes acaban por disimularlas muy bien. Lástima.

Lo único que se decir es que en este instante, como Couthon presentando la Ley Prairial, es que con los enemigos de la revolución no se debe perder más tiempo que el de reconocerles. La indulgencia con ellos es atroz, la clemencia es parricida. El que quiere subordinar la salvación pública a las invenciones de los jurisconsultos y a las fórmulas retóricas de los tratados es un imbécil o un malvado.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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