A 225 años de su natalicio

Reflexiones sobre la patria que Bolívar soñó

Nuestro pueblo, desde los fines del siglo XV, ha pasado por una serie de etapas de dominación que deben examinarse conscientemente en función de su superación y con miras a conformar un proyecto emancipador propio.

Hace aproximadamente 14.000 años, comenzaron a llegar, provenientes de otras tierras y en oleadas sucesivas, nuestros pueblos originarios. Se inició así un largo proceso histórico que dio lugar a especifidades culturales diversas. Este proceso quedó truncado en su desarrollo independiente por la invasión europea, luego el mestizaje y la apropiación de sus tierras comunales, fuente de su ser colectivo y cósmico, buscaron rematar el sentir de los juntos. En esta primera etapa, el pueblo aborigen, que pobló el continente, conformó una sociedad sustentada en la producción y reproducción de su vida material y espiritual, fundamentada en relaciones sociales comunitarias (de cooperación y ayuda mutua, solidarias en su esencia, generadoras de independencia en la toma de decisiones en consenso comunitario). Todo era de todos. Imperaba el amor y el respeto hacia el resto de la naturaleza, y, en particular, hacia "la madre tierra". Esta debe ser una primera referencia de reconstrucción.

Una segunda etapa, se inicia con la invasión y concluye con la crisis del modelo colonial (fines del siglo XVIII). A lo largo de 300 años se ponen de manifiesto los puntos capaces de unir al pueblo en su lucha: la libertad, la superación de la dominación de clase, la independencia, el derecho a la tierra, la resistencia cultural, la igualdad social, el acceso a la toma de decisiones, a la educación, la soberanía; en fin, la justicia social.

Por lo demás, se van conformando las características esenciales del liderazgo popular: el valor, el desprendimiento, la capacidad de resistencia, el arte de combinar las distintas formas de lucha y de organización de acuerdo al nivel de conciencia, partiendo de las necesidades reales del pueblo y la capacidad de las vanguardias múltiples de interpretar la realidad histórico concreta. En síntesis, ubicar el sentido de las luchas que corresponden en el momento, y el sentido estratégico de la continuación del conflicto histórico contra las formas de dominación.

Estas características señaladas se han puesto de manifiesto en miles de oportunidades en resistencias culturales y formas de protesta pacificas y armadas en las cuales el pueblo ha dado ejemplo, siempre que pueda conformarse un proyecto de integridad mas allá de individualidades de compromisos no garantizados.

En una tercera etapa, la lucha por la independencia se colocará en el lugar preponderante. Esto coincide con la ruptura política de los blancos criollos con el poder colonial europeo, en búsqueda, por parte de los primeros, de la hegemonía política. La lucha independentista sufre varias derrotas hasta que Bolívar, por un proceso de auto negación de su esencia de clase, logra un programa de identificación popular que cambia la correlación de fuerzas y el sentido de clase explotada. Así, llegan a conformarse dos proyectos políticos: el Proyecto Popular que contiene independencia y justicia social y el Proyecto Oligárquico -la patria de los blancos- sin revolución social. La participación popular en la organización político-militar denominada patriota, dependió de la percepción que el pueblo tuvo de que su proyecto liberador guiaría la lucha por la independencia. Esto en la medida de que sus reivindicaciones concretas fueron recogidas y expresadas con toda claridad; al mismo tiempo que los líderes (individuales y colectivos) hacían síntesis de las características construidas por el pueblo.

Simón Bolívar, líder histórico de América, expresó el carácter de liderazgo popular, en tanto que fue capaz de sintetizar el Proyecto Popular Revolucionario. La patria a construir es para él la hispanoamericana. Concibe la Patria como un todo que contiene la diversidad. Tal Patria tendría un Sistema Político Republicano. Sus bases deben ser la Soberanía Nacional (todavía no se pensaba en la soberanía popular), la división de los poderes, la libertad civil, la proscripción de la esclavitud, la abolición de la monarquía y de los privilegios. “Necesitamos de la igualdad para refundir, digámoslo así, en un todo la especie de los hombres, las opiniones políticas y las costumbres públicas". No puede (diría Bolívar) haber República donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. "Allí el pueblo ejercitará libremente omnipotencia. Allí decretará sus leyes fundamentales. Tan solo él conoce su bien y es dueño de su suerte”.

El para qué gobernar lo expresa Bolívar así: "...un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa ... un gobierno que haga triunfar... la igualdad y la libertad". En relación con las elecciones, el Libertador expresó claramente sus limitaciones como instrumentos para garantizar el ejercicio de la democracia. La esencia de esta última la ubica en la participación activa, directa organizada y consciente del pueblo en la dirección de su destino. Caracteriza el liderazgo en la conciencia de ser hombres libres luchan, dispuestos a resistir y desarrollar una guerra prolongada; con un profundo sentido de la hermandad, capaces de superar las fronteras impuestas por el invasor europeo. En fin, hombres que colocan la lucha por la libertad del pueblo por encima de las ambiciones personales.

Su mayor concreción es el Congreso de Panamá, el cual fue derrotado transitoriamente por el saboteo gringo y la disolución de la Gran Colombia. La integración hoy sigue siendo un instrumento necesario para la construcción de la Patria Grande

Después de 1830, con la derrota de la Gran Colombia, se pasa por diferentes referentes históricos. El primer momento (1830-56) nuestro pueblo pierde parte de su identidad. Somos reducidos, en virtud del proyecto de los dominantes, a las patrias locales, a las haciendas que le servían de base de apoyo a la oligarquía. Perdida la identidad continental del pueblo, éste asume, como suya, la identidad del "triunfador" y, por lo tanto, sus intereses. La oligarquía criolla toma la iniciativa, pasando a la ofensiva cuando disuelve a la Gran Colombia como República Popular Latinoamericana y caribeña, impulsando la balcanización y constitución de Estados Oligárquicos, neocoloniales, semifeudales, neoesclavistas y mercantiles. Somos incorporados orgánicamente a ejércitos particulares que nada tenían que ver con el que formó Bolívar. El Estado opresor se sobrepone a la Nación de lucha y sentimientos colectivos. Así, se construye una patria de unos pocos y queda como reivindicación histórica el sueño del Libertador: la Patria Americana, Libre, Independiente y Soberana.

La otra patria, la oligárquica, estará sobredeterminada por los intereses del gran capital extranjero y su "orden mundial". Se afirma así el intercambio desigual, la dependencia y el saqueo; una mayor concentración de la tierra en pocas manos e innumerables injusticias sociales. Entre 1830 y 1905 los cambios de forma obedecen a la lucha entre los sectores cafetaleros y el sector cacaotero, que pugnaban por la dirección del Estado para controlar de manera directa la relación con el mercado internacional. El Estado asume los contenidos de una República militar, siendo su esencia el capitalismo neocolonial.

Un segundo momento que marca un hito histórico es la Guerra Federal (1856-60). Este intento de retomar el proyecto popular se expresa en la consigna "tierra y hombres libres, elección popular, horror a la oligarquía". Las consignas de "igualdad" y "libertad" de las clases dominantes son tomadas en serio por el pueblo en su plena expresión, con una real definición de justicia y de conciencia de clase explotada. Bajo la dirección de Zamora el pueblo abandona las formas orgánicas de la oligarquía y se lanza en un proyecto propio. Mas, este proyecto se identifica con una persona (líder) dando lugar a una expresión psíquica del culto a la personalidad. El asesinato de Ezequiel Zamora, 10-01-1860, trae como consecuencia que el pueblo diverso se disperse. No resuelto el liderazgo colectivo el Pueblo es nuevamente derrotado como proyecto. Sin embargo, no todo es derrota. De la Guerra Federal en adelante la irreverencia de los venezolanos es expresión de autenticidad. Se hace real lo dicho por Zamora: "No habrá ni amos, ni esclavos, todos seremos iguales y nos trataremos de vis a vis".

A partir de 1860, entramos en un tercer momento de la llamada historia republicana. La oligarquía y las casas importadoras desarrollan un liderazgo centralizador que se sintetiza en Guzmán Blanco. A éste le tocará "modernizar" al país de acuerdo a la necesidad de la acumulación originaria de capitales, en un marco de las economías de puerto y en el contexto del imperialismo mundial naciente. Mas adelante, con Gómez, se define la construcción de un Estado Nacional Burgués (rentista y pro-imperialista). Surgen nuevos actores sociales: la clase obrera petrolera, los artesanos, los trabajadores públicos, el movimiento estudiantil rebelde, quien es el que asume las luchas anti-dictaduras.

De 1926 a 1961 La patria se debate entre la forma de República militar y República democrática representativa. Los cambios que ocurren son producto de la lucha entre fracciones de las clases dominantes y emergentes en pugna por la dirección del Estado para apropiarse de los recursos de la renta petrolera. En 1973 su esencia capitalista toma la forma de capitalismo de Estado manteniendo los elementos neocoloniales.

En fin, bajo la dirección de la burguesía, nos incorporamos como pueblo, a la lucha por la democracia y contra las dictaduras, bajo una nueva forma: los partidos políticos modernos. Una parte del pueblo es incorporada al Ejército Nacional, cuya función es defender el orden establecido y la propiedad capitalista. Paralelamente, un sector de los intelectuales enarbola la lucha por el socialismo desde una perspectiva universal. Surgen organizaciones socialistas y como pueblo se nos levanta esa perspectiva: un proyecto mundial de transformación de la sociedad. Lamentablemente, no se retoma el Proyecto Popular. Se confunde la perspectiva histórica con la estratégica. No se reconoce la diversidad, ni las especificidades. La lucha popular pierde, así, piso social y fuerza, lo que permite a la burguesía, a través de los partidos, escamotearnos elementos del proyecto popular para incorporarlos en su proyecto de dominación. Este se consolida en 1958, cuando el PCV por su visión etapista hace una mala caracterización del momento histórico que vivíamos, dándole en plato servido a la burguesía un proyecto de paz laboral para que implante e institucionalice la democracia representativa. Se buscaba además, una “burguesía progresista” que desarrollara al país y conformara a la clase obrera, “sepulturera del capitalismo industrial”. Ese sistema de gobierno, en definitiva, buscaba garantizar los privilegios de unos pocos haciendo uso de una forma de dominación donde el pueblo asume como verdadera y suya la "democracia" establecida. Democracia que en el fondo es una dictadura de clase.

Los que descubren la falsedad existente y sus consecuencias, levantan banderas de lucha político-militar, haciéndose presentes algunos elementos del Proyecto Popular, pero utilizando copias mecánicas de otras realidades, dogmatizando categorías, perdiendo la esencia que el pueblo construyó en su devenir histórico. Aún cuando se incorporó la perspectiva socialista, esta ya estaba negada en su esencia.

Las décadas del sesenta y setenta, aún gloriosas, estaban limitadas por la dependencia ideológica de las concepciones que las clases dominantes lograron imponer desde 1830. Las denominadas "vanguardias" no se habían depurado de su origen pequeño burgués, divorciándose del pueblo en buena parte. En estas condiciones era previsible la derrota, con el triunfo del capital transnacional y sus aliados en el país, los cuales logran controlar los partidos oficiales y al Alto Mando Militar.

Sin embargo, las contradicciones continúan su curso, nunca hay parálisis absoluta. Sectores políticos y económicos se ven afectados en sus intereses por el proyecto globalizante de las transnacionales y sus imposiciones antidemocráticas. Se rompe el bloque dominante, mientras en el seno del pueblo se dan dos tendencias: una, la del desprendimiento de las formas ideológicas, políticas e institucionales de la dominación y otra, aún dispersa, intenta retomar el Proyecto Popular sistematizado por Bolívar. Son expresiones de tales tendencias la lucha contra la burocracia sindical, aparición de corrientes clasistas en el movimiento sindical, la abstención electoral consciente, la descalificación de los partidos tradicionales y la aparición del patriotismo bolivariano en el seno del ejército. Este despertar va acompañado de un sentir espontáneo de protesta en la toma de carreteras, marchas, paros cívicos, cacerolazos, apagones, tomas de tierras, manifestaciones religiosas por la vida, manifestaciones estudiantiles, etc. Todo esto, tuvo un punto de efervescencia el 27 de febrero de 1989, situación que motiva y justifica los levantamientos golpistas contra la corrupción y cuya inspiración se apoya, según dicen sus protagonistas, en un árbol de tres raíces: Simón Rodríguez, el maestro que abraza la utopía; Simón Bolívar, líder de la patria soberana independiente y Ezequiel Zamora, el líder de la justicia social.

Las dos últimas décadas, 1980-90, se habían caracterizado por la desactivación de las luchas populares, despidos masivos, economías informales, una clase obrera pulverizada, una exclusión social que batallaba por su sobrevivencia, una generación estudiantil boba cuya única perspectiva era el mercado y los estudios tecnocráticos. La extrema polarización y la estrechez del ámbito de participación ciudadana han hecho de América Latina terreno propicio para las luchas radicales y los levantamientos armados. Los conflictos de clase se reactivan solapados, el concepto de soberanía amenazada ofreció un nuevo escenario en el que reaparecieron con otro ropaje los ciudadanos en defensa de los valores patrios y de los recursos estratégicos de la nación y como respuesta directa a las nuevas condiciones de la integración capitalista mundial. La reivindicación de la ciudadanía es la base para participar en el diseño y las decisiones del proyecto de nación, no como espacio exclusivo de las instituciones políticas reconocidas sino como un asunto colectivo de la competencia de la sociedad en su conjunto y no sólo de sus representantes convencionales.

La patria y la nación, son dos elementos movilizadores redimensionados. De ahí que el punto de partida para las refundaciones impulse el diseñar de nuevo la patria y construir colectivamente un proyecto de nación. Se hace necesario redefinir este concepto ante el proceso de globalización. Frente a la paradoja de que para sobrevivir las naciones tienen que globalizarse, es decir, dejar de ser naciones, lo que implica una pérdida de identidad cultural y un costo social muy grande, surge la idea de que no deje de existir y no se vuelva un fragmento en un montón de fragmentos enfrentados unos contra otros.

El concepto de nación, de patria, tiene una connotación estratégica. La nación como un nuevo escenario para articular las diferentes luchas, como bandera en un mundo de fragmentación, como un referente de pueblo y espacio de resistencia, o como asiendo de nuevo los conceptos roussonianos de soberanía y revolución democrática.

Surge un fervor popular; el pueblo quiere que la esperanza de esta propuesta de país también los incluya, no como seguidores sino como constructores. Es también parte de una lucha abrirse a otras variantes inmersas en una mundialización solidaria. En esta tendencia los nuevos planteamientos retoman la bandera de la nación truncada e inconclusa que somos. Plantean cohesionarse con los héroes que gestaron la nacionalidad para, recompuestos, tener planes de futuro. Frente al desdibujo, cultural, social y político, que implica la globalización neoliberal se afirman como portadores y refundadores de la Nación. Ella se plantea como un nuevo escenario para articular las diferentes luchas; en un mundo donde los movimientos sociales no se pueden agrupar en torno al eje de la clase obrera, sino que incluyen variantes laborales de sobrevivencia, género, etnias y las mal llamadas minorías.

Mientras el Estado burgués busca la “normalización integradora” mediante el síndrome de la homogeneidad identitaria, los nuevos movimientos enarbolan el contenido: “Somos iguales aunque seamos diferentes”. La identidad no sólo es vista como una gran variedad de identidades sino que se homologa con la igualdad. Inclusión con igualdad republicana. Ser iguales a los demás implica una profundización de la Democracia social, donde no deben existir ciudadanos de primera sino el reconocimiento de la subjetividad de una gran variedad de prácticas que la formalidad del sistema no reconoce. “No somos ciudadanos diferentes, sino: Ciudadanos con sus diferencias”. Esto implica la lucha por el reconocimiento de un conjunto de subculturas y sentimientos colectivos de resistencia frente al uniforme individualista y formal que el capitalismo ha diseñado.

Una Nación donde se pueda definir en conjunto qué significa ser “del país”, desde la existencia de numerosos pueblos que conviven en un territorio, pero a la vez, un mundo donde quepan muchos mundos ante el imposible esquivo de la mundialización. En esta connotación existe una relación directa entre nación, lucha y soberanía. Si bien los conflictos abiertos de clase parecieran perder espacios de expresión, la soberanía amenazada (ya por tratados comerciales que destrozarían las economías, por privatizaciones sin escrúpulos, por recetas y presión de la deuda externa, por extradiciones, por tratados militares que legitiman la invasión, etc.), la soberanía ofrece un nuevo escenario en el que reaparecen con otro ropaje los ciudadanos en defensa de los valores patrios y de los recursos estratégicos de la nación.

En esta etapa que se abre han habido rápidos e importantes virajes. Hasta ahora los movimientos armados latinoamericanos se levantaban contra el imperialismo, por una sociedad sin clases, por el socialismo, pero nunca se proponían explícitamente luchas por la patria ni por la democracia. La democracia se veía, más que como un fin en sí mismo, como un medio para una “acumulación de fuerzas”. La evolución de la izquierda parte por recuperar la bandera perdida de la democracia; su rectificación es parte de la toma de conciencia por medio de la cual la izquierda se reinventa. De los dominantes es el Estado y el mercado; de los dominados la nación y la patria. En otrora, la modernidad que llegaba a nuestras tierras con el neoliberalismo tornaba obsoletos los conceptos de soberanía, idiosincrasia nacional o nación. Para ellos éramos Estados rezagados.

Se afirma la época de un renacer nacionalista latinoamericano: ahora Cuba es martiana, México zapatista, Nicaragua sandinista, Venezuela y Colombia bolivariana; y los nuevos movimientos emergentes se califican como herederos de los héroes patrios y llaman a suspender el saqueo de las riquezas naturales y se reivindican los ejércitos ciudadanos, al buen ciudadanos y sus derechos. A los pueblos originarios se les otorgan importantes espacios del país, vuelven a sonar los “vendepatrias” como el delito más atroz. En diferentes proyectos se propone la recuperación o la refundación de la nación en contra de las “oligarquías semiparalíticas” y se pregona la recuperación y validación social de una multitud capaz de interpelar a la Otra sociedad civil.

Las ideas esbozadas en la dinámica planteada tienen que ver con la nación como espacio de resistencia, el orgullo de ser nacional con aspiraciones de algo más. Donde la gente pueda repensar en colectivo, se encante en la construcción de un modelo de nación, sepa que cabe en esa propuesta de país, con claros objetivos, no populistas ni mesiánicos, sino autogestionarios. Abiertos al país y a otras variantes no antagónicas. Por ello cualquier movimiento político actual debe ser un instrumento donde las comunidades planteen sus problemas de manera protagónica, tanto en lo local como en lo global.

Así cuando los intelectuales de las clases dominantes decretaron "el fin de la historia y de las ideologías", nuestro pueblo se lanza en proyectos alternativos cuyo centro del problema es: ¿Cómo retomar nuestra historia de lucha continental y nacional?, ¿Cómo no colocarse una vez más a la cola de los intereses burgueses cualquiera sea su fracción?. ¿Cómo no ir solos al encuentro-choque globalizante? ¿Cómo crear un proyecto que de verdad rompa con la lógica del mercado?

Desde 1999 el Estado constitucionalmente asume la forma de República Federal Descentralizada, Democrática y social de Derecho y de Justicia, con un ideal de Soberanía Popular en construcción, basada en potenciar un ente democrático, participativo y protagónico. Busca la esencia de un capitalismo mixto productor de bienes y servicios inspirado, en un inicio, en la llamada Tercera Vía. Los cambios desde 1999 son producto del desplazamiento paulatino de la dirección del Estado de la fracción neoliberal por parte de otra tendencia denominada “Capitalismo humanista”, sustentada en un imaginario constitucional popular, diseñado, más no realizado, de lo que sería la refundación de un Nuevo Estado basado en un modelo de desarrollo endógeno. Esto en un lento proceso donde predominan elementos híbridos y contradictorios inspirados en un “Estado burgués humanista”.

En este proceso se desarrolla la contradicción entre el texto constitucional de la República Bolivariana de Venezuela y el Estado Constituido que aún pervive en la realidad. La forma de Estado diseñado retóricamente, busca construir el ideal de Bolívar, según la cual, se debe dar “la mayor suma de felicidad”. Sabemos que éste sólo será construido cuando el pueblo conciente y activo decida ejercer sus derechos soberanos por encima de cualquier intermediación. Mientras tanto, pervive una estructura administrativa insuficiente que reproduce la ideología de clase de los que diseñaron el rancio Estado. Los elementos del Nuevo Estado presentes en el texto constitucional tienen que ver con: Una economía popular y un desarrollo social equilibrado. Énfasis en el desarrollo integral del ser humano. Garantía de la propiedad privada y la libre competencia. Sus principios rectores de justicia social, productividad y solidaridad en función de una existencia digna y provechosa para la colectividad son frenados por el precepto constitucional de la defensa de la propiedad privada.

Establece que “el Estado conjuntamente con la iniciativa privada promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, fortalecer la soberanía económica del país con “una justa distribución de las riquezas” mediante la planificación estratégica, democrática, participativa y de consulta abierta”. Estos contenidos son contradicciones flagrantes que no han podido ser superadas.

Es un Estado de conciliación de clases. Su potencial revolucionario y su diferencia con el Estado clasista sólo podría darse si profundizara la autonomía de clase. La elaboración de los planes nacionales teóricamente se inician desde las comunidades, pasan por los comités Locales de Planificación, los Comités Estadales y se sintetizan en el Consejo Federal de Planificación. Pero estos principios rectores y organizativos oscilan en avances y retrocesos. Por otro lado, de un capitalismo humanista se ha decretado la búsqueda de lo que pudiera significar el Socialismo en el Siglo XXI, empezando por algunos experimentos de cogestión y algunas socializaciones de la renta petrolera, pero sin atacar a fondo la contradicción capital-trabajo y dando constantes concesiones a las derechas que pugnan por la renta petrolera.

Al bloque dominante oligárquico se le han creado fisuras. Bajo la categoría de Modo de Desarrollo, nuevos sectores se han incorporado a la administración pública con cierta de retórica de cambios hacia la economía. Sin embargo, no es un proyecto con estrategias bien definidas. La espuma de la fe baja si no tiene sustentación. Todavía no puede hablarse de revolución; el proyecto neoliberal continúa con sus variantes, pese a que existe una coyuntura favorable para la democratización. En los nuevos cambios se habla de un “proyecto para todos” con visos interculturales y una línea de construcción socialista que profundice la vida digna. Lo que Bolívar no hizo, quizá ahora pueda hacerse. Toda iniciativa práctica que construya la Patria protagónica, y no se enganche en los dimes y diretes por pelearse las migajas del poder institucional burgués, es más que importante.

pompiliosanteliz@hotmail.com


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Rafael Pompilio Santeliz

Doctor en Historia. Profesor de la UBV. Trovador, compositor y conferencista. Militante de la izquierda insurreccional desde el año 1963. Presidente de Proyecto Sueños Venezuela en el estado Miranda y Vicepresidente de la Fundación Gulima, Radio comunitaria en San Antonio de los Altos.

 pompiliosanteliz@hotmail.com

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