Manuela la mujer (XI)

Bolívar parte hacia el Perú, la despedida es nuevamente una sombra donde habita la incertidumbre del destino de los amantes, un sencillo “hasta luego” se tiende como la única esperanza del futuro, así es la vida de estos dos seres, están a merced de un tiempo que los atrae pero que a la vez los separa por su propio origen, experimentan la necesidad constante de revivir el sacrificio, la tortura de las ausencias es solo un rito, quizás peligroso, pero sus corazones son las herraduras de sus sentimientos.

Antes de viajar deja Bolívar escrita una respuesta a Santander, que le ha recriminado la campaña que está en plena acción para libertar definitivamente al Perú y por supuesto a nuestra América.

“Usted me repite que debemos cuidar de preferencia a nuestra casa, antes que la ajena. Esto no merece respuesta, porque el enemigo no es casa ajena, sino muy propia”.

Manuela se queda en Quito y se entrega por completo a la política. A la partida de Sucre al Perú, se enseñoreo allí una burocracia neogranadina y venezolana, los militares se volvieron conspiradores, agresivos, violentos y ásperos, eran los mismos que Sucre tuvo que someter a la rígida disciplina que exige una causa, como la de la liberación. Estos no parecían soldados de la libertad, sino vulgares conquistadores.

Estalla un motín en la plaza y todas las calles de Quito se alborotan comandado por estos señores. Manuela toma un escuadrón leal a la causa y a la cabeza de este se lanza en ristre contra aquella violencia destructora, la cual en pocas horas logra sofocar. La respuesta de los burócratas vencidos es de profunda venganza, elaboran decretos exagerados con cargas tributarias, mucho más pesadas que las que se mantenían en la colonia, por supuesto la administración que había que mantener se hizo más costosa y crearon un ejército, que para el pueblo pequeño y pobre se elevo como una carga imponderable. En todas estas conspiraciones ya estaba la mano del vicepresidente de Colombia, a lo que Manuela y el pueblo respondieron con repudio, descontento y respuestas a tan grandes desengaños.

De nuevo todos a la calle encabezados por Manuela, era necesario regresar y restablecer el orden preconizado por el libertador y el cual le había encomendado al General Salom. La amazona iba en un potro color jaspeado, montura oficial, armada y gualdrapa de marciales adornos, el historiador Próspero Pereira Gamba hace una descripción histórica que dice: “Parecía la generala del regimiento actuante. El regalo de su amante era perfecto. Por vez primera las calles de Quito vieron lo que tenían que presenciar más tarde otros lugares: el formidable y valeroso impulso de una mujer nacida para la intrepidez, la superioridad, el cumplimiento de un destino excelso. Aquel día salía a la luz el alma heroica de la Quiteña; aparece su autentica personalidad, hasta entonces embozado en alegrías, en exaltaciones, en anhelos, hasta en delirios, como cuando la triunfal apoteosis de San Martin en Lima”.

Manuela se propone elevar su obra, en su temperamento van apareciendo las lealtades y la fortaleza de la verdadera conciencia bolivariana, la cual mantiene por encima de las debilidades que pueden ocasionar los sentimientos del amor. De esta escena en la ciudad de Quito, la sociedad mantuana se escandalizo y prendió fuego a la mojigatería moral, provocando anatemas en un clero corrompido y traidor. Pero no así, en el pueblo rebelde y revolucionario que se lanzo victorioso haciéndole lo más férvidos elogios a ella y a las tropas que había conducido magistralmente dentro de una estrategia segura y militar. No trabajaba por impulso o temperamento, no, estaba convencida y necesitaba que así lo entendieran los contra revolucionarios, ya nada podía detenerla, mucho menos los prejuicios, las costumbres de ese patriarcado y menos los aspectos negativos de un absurdo matrimonio equivocado.

Muchos adoradores de Bolívar la han odiado sin conocerla, habiendo tenido tiempo y espacio para hacerlo, no reconocen y hasta niegan de cómo ella se curtió el pellejo y se templo su corazón. Manuela nació rebelde, fue una mujer que amo la libertad, la justicia y la igualdad, su contacto con Bolívar, la hace hembra, política, revolucionaria, combatiente y verdadera amante, su historia muestra a medida que se va desencadenando toda una transformación de sentimientos, de conciencia que nos remite con creciente insistencia a verificar los procesos naturales, sobre todo la transformación orgánica, mental, la que tiende cada vez más a decretar una Manuela mujer, penetrante, nunca evasiva, materializante que enseña cómo alcanza por ahondamiento, por inmersión, ese núcleo energético de la realidad de una vida en todo el medio de un pozo podrido socialmente.

En ese salto histórico a la arena pública, a la camaradería con el verdadero ejército revolucionario, al contacto con políticos para conocer a fondo sus verdaderas intenciones y el manejo tinoso, astuto, de las relaciones sociales, levantaron la montaña del escándalo que obligo a Manuela a no demorar el viaje a Lima más de cinco semanas a partir de la salida de Bolívar. Ya a principios de octubre estaba en la ciudad de los Virreyes y se dedicaba por completo a cuidar el archivo del libertador.

(Continuara…)


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Víctor Rodríguez Calderón


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