Hay amores que matan

La guerra entre las fuerzas de la derecha fascista, heredera del Pacto de Punto Fijo, y el Presidente Chávez, es como una pelea de boxeo de duración indefinida. El nuestro es más ágil e inteligente y cuenta con un gancho de izquierda demoledor, como lo ha demostrado en casi todos los asaltos efectuados hasta la fecha, que ya suman diez. Sin embargo, la estrategia del contendor, basada en aprovechar los errores del contrario mientras golpea en el bajo vientre de manera sostenida, amenaza con vencer al Presidente, quien una vez repuesto de forma espectacular y cuando todo el público lo aplaudía, no pudo noquear al adversario, luego del traspiés que sufriera en el primer tercio del cuarto round.

A lo largo del combate, el golpe de pantalla o jab mediático, que es el arma más fuerte de la derecha, ha venido siendo mejorada con el apoyo de asesores extranjeros, mientras que el chavismo no sólo parece no encontrar la táctica adecuada para esquivarla, sino que algunos aliados, muerden frecuentemente el anzuelo y favorecen al contrario.

El trabajo incansable de desgaste del gobierno a través de los medios de comunicación privados, silenciando todas las obras positivas y exaltando los problemas no resueltos, aunado a la deficiente gestión de algunos de nuestros alcaldes en las zonas con barriadas más populosas, son las razones del desencanto en los cerros caraqueños, que ha permitido que adecos viejos y nuevos, ajenos a esas comunidades, ahora ocupen cargos importantes de elección popular. Pero sin duda, la lluvia mediática cala en esos espacios, porque no hemos logrado una formación ideológica lo suficientemente sólida como para impedirlo; un aspecto en el cual el Presidente suele sobreestimar los avances. De otra forma, ¿cómo puede explicarse que en muchos sectores populares, la gente se beneficie de las políticas de salud, alimentación, educación y vivienda, a través de unas misiones que jamás les ofreció gobierno alguno, y sin embargo se abstenga o vote en contra, es decir, contra sí misma? La visión de muchos habitantes de los barrios es tan corta, que pareciera que una vez que han mejorado sus ingresos, Chávez mediante, ya empiezan a sentirse parte de la burguesía, y como alienados, optan por la postura escuálida que históricamente los ha discriminado y es razón de su pobreza.

Otra finta permanente de la táctica opositora es la de provocar enfrentamientos, cuyo desarrollo es indefectiblemente cubierto en vivo por Globovisión y remitido a las cadenas internacionales del norte. Nada les resulta más fácil, porque Lina Ron y el autodenominado “Colectivo La Piedrita”, están siempre a la orden para figurar en las pantallas y exponer la “cara bárbara” del chavismo, en franco contraste con los universitarios de la derecha, hijitos de papá, liderados por las autoridades de la UCV, UNIMET, USM, UCAB y la CEV, por sólo citar sus patrones locales más evidentes.

La camarada Ron y sus grupos, naturalmente tienen un rol importante que desempeñar en el proceso de construcción del socialismo que dirige el Presidente Chávez, como se ha mostrado en determinados circunstancias. Pero no pueden ser la vanguardia en esta etapa que requiere un mejor juego de piernas y movimientos de torso, para pegar con fuerza pero evitando ser alcanzado, en el terreno mediático donde el enemigo es experto en hacer montajes y descontextualizar situaciones.

Para poner orden ante los patiquines universitarios alzados está la fuerza pública, preservando en cualquier caso los derechos humanos de los jóvenes reaccionarios, siempre que protesten pacíficamente. Por ello no hace falta que ningún grupo civil asuma tareas que no le corresponden en este momento. Mientras tanto, tendremos que atender hasta la imagen de los policías que enfrenten las marchas juveniles de derecha, para que no desentonen en los videos que muestran a lindas muchachas, blancas por supuesto (aunque la producción no descuida la presencia de algunos negritos de utilería), quienes con acento sifrino declaran cómo fueron maltratadas por la fuerzas represivas de un régimen tan ateo, que ni siquiera respeta los sagrados templos de Mac Donald.


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Camilo Palmares

Profesor universitario.

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