A estas alturas de la antesala comicial, ya no pueden revertirse las tendencias. El Sí va ganando en las encuestas y por lo tanto el Sí va a ganar! Pero que quede bien claro ante la historia cómo la argumentación negativa de la oposición perdió el debate ante lo eterno, esto es, ante la razón: madre de todo lo justo.
Frente a ésta, ¿qué ha hecho la ya lastimera oposición, a parte de "coger piedras"? Una realidad nada inocente, además, pues no es posible pensar que no llegue a tener la menor intuición de sus propias limitaciones en el debate: la base de su argumentación es tan débil que termina siendo un insulto incluso para su propia... ignorancia!
Y es que por mucho efecto que pueda surtir la campaña por el NO en la mente del pueblo, hay ciertos aspectos de la naturaleza humana contra los que no se puede luchar. ¿Quién puede ir contra la matemática, si estamos prácticamente hechos por ella?
A muy pocos ejemplares de nuestra especie se le puede escapar este rolincito: mayor número de posibilidades = mayor libertad.
Así de simple.
Y quien dice mayor libertad, dice mayor poder para quien disfruta de un mayor número de posibilidades. El NO de la oposición pretende, no obstante, convencer al pueblo de lo contrario (a juro): obligarlo a pensar, nada más y nada menos, ¡¡que más es menos!!
Vaya menuda osadía en pro de la cual la oposición ha recurrido —tanto sin éxito como sin escrúpulos— a toda suerte de sofismas para imbéciles. Por eso su NO es mala mercancía, mal producto: poco comestible, poco seductor. Se trata, desde todo punto de vista, de un pésimo negocio. Y es que hasta la peor de las ofertas suele tener cierta lógica. Su NO, en cambio, está tan desprovisto de sentido lógico que no tienen otra opción que promocionarlo envuelto en una sombría nube de ruidos incoherentes para evitar que el comprador, independientemente de su tendencia, pueda ver de qué realmente se trata, y eventualmente.... no lo compre!
No me extrañaría que en esta ocasión la oposición perdiese a muchos de sus electores, sobre todo aquellos que aún gozan de cierta salud mental. Estemos claros: el Sí bolivariano no es siquiera algo extraordinario. Es más bien algo obvio, maduro, caído por sí sólo de la mata. Ante semejantes "flaicitos" de la oposición, no neguemos que resulta difícil no pecar de triunfalismo... Y es que: Un NO malo, simplemente, no tiene el poder de un Sí bueno.
Si al menos se tratase de un NO bueno contra un Sí bueno...; pero no, se trata nada más y nada menos que de un doble malo contra un doble bueno. Doble malo el NO porque estamos frente un NO que en su terco irracionalismo compulsivo se niega a sí mismo y se auto elimina en la contienda, en el debate; y doble bueno el Sí porque se trata de un Sí que, por una parte, se reafirma automáticamente como propuesta través de su obvia claridad racional (es decir, que es capaz de mostrarse en forma didáctica y desarrollar su argumento fácilmente ad infinitum a través de muchos y muy variados ejemplos), y por otra doblemente bueno porque el hecho mismo de la enmienda es en sí la reafirmación más práctica y elemental del principio democrático: el ejercicio último de la libertad a través del cual el pueblo se da la posibilidad elegir entre ser más libre o menos libre (que a eso es a lo que se resume una enmienda!).
Luego está la substancia misma del Sí, lo propuesto específicamente como enmienda o modificación de los artículos 160, 162, 174, 192 y 230 de nuestra Carta Magna, a saber, que todo ciudadano ejerciendo un cargo de elección popular tenga la posibilidad de repostularse al mismo tantas veces como el pueblo, en su poder soberano de decisión sobre los destinos de la Nación, deba expresar su ilimitada e inalienable voluntad ante las urnas. El carácter positivo y progresista de esta propuesta, que corresponde fielmente a lo que Miranda llamaba "el principio racional de libertad implícito en la democracia", se auto explica y demuestra en la siguiente serie de razonamientos:
1) Libertad, en democracia, significa el poder de decisión del pueblo. Por lo tanto, el pueblo gozará de más libertad, y su entorno será más democrático, mientras más ejerza dicho poder de decisión.
2) El ejercicio, por parte del pueblo, de tal poder de decisión depende de reales alternativas ante las cuales ejercerlo. Por lo tanto, a mayor número de éstas, mayor poder de decisión. Esto es, mayor libertad y más democracia.
3) Si por otra parte convenimos en que la libertad constituye, por lo tanto, la felicidad última del pueblo, y que esa libertad depende, como habíamos dicho, del poder de decisión de éste, entonces tal felicidad será mayor cuanto más alternativas tenga el pueblo para ejercer su poder de decisión.
4) En consecuencia, "la mayor suma de felicidad posible" (Bolívar) a que pueda aspirar el pueblo, pasa forzosamente por el número de alternativas reales frente a las cuales éste tiene la posibilidad de ejercer su libertad de decisión.
5) Conclusión: ¿Queremos más felicidad? Démonos más alternativas.
Vaya pequeña travesía por el ABC del sentido común, ese universo extraño para los zombis noéficos ("NO es NO") de la oposición venezolana, el cual encontrarán representado por mucho tiempo —les guste o no— sobre todo en la figura Chávez (si antes ya no se han convertido por completo en verdaderos mutantes de la especie, o en una totalmente nueva...).
Para nosotros Sí no es simplemente Sí: ¡Sí es Felicidad!
(En todo caso decimos: Sí como "s" de socialimo + "i" de ilimitado)Ja...