Manuela la Mujer XV

El tiempo pasa, deseo amoroso y deseo infinito son una misma cosa. Es una ley natural, la misma exigencia obliga a Bolívar simultáneamente dentro de todas sus responsabilidades volverse hacia esa mujer y a ese infinito tan ansiado. Es una atracción irresistible, comparable con un entusiasmo eterno que modifica en él, de manera sentimental, su apreciable actitud con respecto a la mujer, al amor y su causa.

Aquellas semanas fueron también intensas, de mucho trabajo, tuvo que organizar las tropas del Perú, agruparlas bajo las banderas independientes, eran restos de los ejércitos de la Argentina y de Chile, había que levantarles la moral. Se le confundían el dios del amor y el demonio de la guerra, pero lo poseían completamente.

“confío, -decía- en que el genio de la América y el de mi destino se han metido en mi cabeza y así la victoria será de mis tropas sin remedio y sin dilación alguna”

Renunció al sueldo de cincuenta mil pesos que le asigno el congreso, pero en cambio si acepto de ese mismo congreso la doble tarea de reducir a Riva Agüero, encastillado en su rebelión y en su entrega al enemigo desde la ciudad de Trujillo, y la de derrotar a un ejercito inmensamente superior en todo sentido y dueño de toda una extensísima zona inexpugnable.

Para ese momento Bolívar cuenta con cinco mil combatientes colombianos y cuatro mil entre peruanos, argentinos y chilenos. Mientras que Canterac al finalizar ese año de 1823, dominaba desde Huancayo seiscientas leguas al norte y al sur, desde Chincha y Tarma hasta Tupiza y Tarija, con ocho mil veteranos. El Virrey La Serna tenía en el Cuzco mil hombres. El General Valdes en Arequipa tres mil. El General Olañeta en el sur y en el alto Perú, cuatro mil. A todo lo cual se añadían dos mil hombres en columnas móviles que se situaban libremente por todo el territorio. La situación para la causa era desesperada.

Lo mas grave, Riva Agüero pactaba secretamente con los realistas, en condiciones tan miserables, como esta: “Quinta.- se convendrá el gobierno del Perú en despedir a las tropas auxiliares, y en caso de resistencia obraran de concierto los españoles y los peruanos”.

El congreso había entregado a Bolívar poderes dictatoriales prácticamente omnímodos; por espacio de cuatro días se destinaron a endiosar al Libertador, en medio de salvas de artillería, de banderas, de iluminación general, de tedeum. Las consecuencias fueron descomunales, muchos jefes colombianos se alzaron contra él, surgió un grito nacionalista que mino la unión tan indispensable para la causa común. Los ánimos sufrieron una metamorfosis y todos se fueron contra Bolívar y dentro del pueblo se inyectaba la idea de que ese ejército auxiliar era tan enemigo como el español.

Bolívar detecta la estrategia fatal, es una irrupción, siente como el tiempo se le detiene, pero no puede quedarse en aquel lodazal. ¿Qué hacer? Esa respuesta se la da Manuela la Mujer, quien le manifiesta que hay que intensificar la vida social de Lima, multiplicar las reuniones en los salones donde acude el enemigo a ensalmarse y a disfrutar los triunfos. Ella pondrá toda su astucia femenina y a toda su gente a trabajar, le dice a Bolívar:

- Mira mi amor,-con una linda sonrisa- allí están los verdaderos enemigos de la liberación de nuestra patria. Yo se como manejarlos, lo hice con el protector en sus días de desesperanza, descubriré todos los planes que nuestros enemigos mantienen, déjame ese trabajo.

Y así lo hizo, fue tan profunda su labor que cuando el enemigo la descubrió la convirtió en un personaje temible. Sus descubrimientos siempre fueron bases para las victorias de la causa.

El amor y la causa están en la evolución, en la vida de esta mujer, una amante y la libertad de la patria era su medida, fueron la cumbre de un conflicto que le reservaba su existencia.

Don Ildefonso Antonio Bermejo en su historia: “Reinado de Isabel II” nos cita: que en 1824 cayó preso en Arequipa el General Baldomero Espartero, futuro regente de España. “trasladándose a un hospital, por haber caído gravemente enfermo por causa de la insalubridad del calabozo- dice el autor-, hasta que una señora que tenia con Bolívar intimas relaciones se intereso a favor del preso en un baile que se dio para festejarle, logrando para su favorecido el permiso de regresar a España”.

(Continuará…)

vrodriguez297@hotmail.com


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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