En la noche de este lunes 22 de octubre, entre las 8.30 y 10.30 pm, aproximadamente, estuve en el aeropuerto de Barcelona esperando llegasen mi compañera, una de mis hijas y la hija de ésta. Ellas venían de Caracas, vía Maiquetía, donde habían realizado algunas diligencias.
Llegaron en dos vuelos diferentes; mi hija en uno primero, repleto de pasajeros procedentes de Miami. Adultos de ambos sexos, niños y hasta ancianos vi desfilar ante mí, tan cargados de maletas que pensé en el “bachaqueo” que ha denunciado Arias Cárdenas en el Zulia. Por cierto, en lo que a las maletas se refiere, estaban como uniformados, casi todas éstas eran de color azul.
Repensando en aquello, se me ocurrió en un “bachaqueo”, dicho en una expresión muy usada en mi pueblo y que me agrada en extremo, “como al revés o al contrario”, pero tan nocivo como el de la Goajira. Las etnias o mejor, individualidades de éstas, en gran número, posiblemente “pastoreados”, como dije en otro trabajos por “bachacos fondillúos”, vienen desde Colombia, en fila, con sus “pesitos” o “bolivaritos fuertes” y les cambian por harina de maíz precocida, aceite, arroz y cuanto producto subsidiado por el gobierno bolivariano encuentren, pueden llevar hasta sobre sus espaldas y con esa carga regresan al punto de partida a depositarla o entregarla, para luego volver y así incesantemente, van y vienen.
Estos, llevan los dólares de su cupo – así suelen decir – que suman bastante cuando viaja una familia de cuatro cinco al mismo tiempo o junta – más los que por allí adquieren en el “mercado negro” a una cifra mayor. Porque disponen de recursos sobrados para ello aunque vivan lamentándose y además saben bien dónde encontrarlos.
Más tarde, un poco más allá de las 10 y 15 minutos p.m, arribó el segundo vuelo de la misma línea aérea también repleto y procedente de Miami, el cual dejó unos pocos pasajeros en Maiquetía y recogió lo que podía traer hacia Barcelona. En éste llegó mi compañera con mi nieta. Me pareció como excesivo el movimiento de pasajeros, procedentes de Miami, en esta etapa del año y un día lunes. Consulté con algunos taxistas y como pensé, ellos consideraron el movimiento no habitual.
Al llegar los pasajeros al área de salida, ya portando sus maletas o haciendo que maleteros se las llevasen porque eran abundantes y grandes, observé el mismo espectáculo de cuando arribó el primero. Exceso de maletas y azules, como si hubiesen sido compradas en el mismo sitio o área y sobre todo, los pasajeros del segundo vuelo, estaban en un estado tan desbordante de alegría, como los del primero, que me dieron la impresión que venían de ganar alguna competencia trascendente, a encontrarse con la familia en navidad, después de largo tiempo sin verse o celebraban alguna pillería hecha en colectivo. Era un estado de goce colectivo desenfrenado
Curioso al fin, así dicen en mi pueblo con sutileza para no llamarle a uno de una manera infamante, como ya había hecho con mi hija, quien llegó de Maiquetía en el primero de los vuelos, averigüé con otra gente el porqué de tanta afluencia de viajeros ese día lunes, la abundancia del azul en las maletas y la inusitada alegría de los pasajeros, quienes por lo largo del viaje y la relativamente avanzada hora para un provinciano, debían estar cansados y hasta deprimidos, justamente como sucede cuando uno baja del ferry a esa misma hora viniendo de Margarita.
Aquella contagiante y hasta envidiosa alegría, en tan abundosa cantidad de gente viniendo al mismo tiempo de Miami, tenía varios motivos. Venían de raspar sus tarjetas o cupos de Cadivi, antes que finalice el año, se produzcan los resultados electorales y a comprar con dólares baratos para revender “a los altos precios de la divisa en el mercado negro” o simplemente de darse el gusto de gastar y consumir por el sólo placer de hacerlo. Ni más ni menos que un “bachaqueo” de la clase media para aprovecharse en parte de especular y sin “dar empleo alguno”. Todo eso hecho en el corto lapso de un fin de semana. Lo que explica la abundancia de los azules en las maletas, compradas, como lo que traían adentro, en los sitios más accesibles y en dos vuelos repletos, uno tras otro, como autobuses que van y vienen de Barcelona a Puerto La Cruz.
Observando aquello me dije para mis adentros, no creo por lo menos que esta gente de verdad tenga razón de lamentarse de lo malo del gobierno y menos que éste sea un feroz régimen dictatorial. ¡No son para eso!
A la mañana siguiente, en una cola de gente humilde, para comprar dos pollos por persona, algo de aceite y algunas otras cosas indispensables, una gente humilde, sin alegría aspaventosa alguna, pero si preocupada, manifestaba su conformidad con el esfuerzo del gobierno por garantizarle aquello y su claridad con todas las trampas de esta guerra económica contra el proceso revolucionario y la idea de patria.